Fundado en 1910
El puntalAntonio Jiménez

Degenerando que es gerundio

Sólo degenerando se puede llegar a prescindir de escrúpulos y al estadio de deshumanización mostrado por Sánchez esta semana, incapaz de aprovechar ninguna de sus comparecencias públicas

La degeneración es norma habitual de la casa «sanchista». Sólo así puede explicarse que todo un ministro del Gobierno de España se permita ironizar en «X», de soltera «Twitter», sobre un incendio en el tren Cáceres-Madrid que obligó a evacuar a los pasajeros y continuar su viaje en autobús.

El ínclito «Torrente» Puente escribió sobre el titular de la noticia publicada por El Mundo: «lo he quemado yo , como puede constatarse en el panfleto este» , refiriéndose al citado diario. Nada extravagante en quien obtuvo la cartera de Transportes y responsable por tanto de Renfe, tras hacer méritos ante el jefe ejerciendo de vocero macarra contra Feijóo desde la tribuna del Congreso.

Desde entonces la degeneración política del eslabón perdido que Sánchez encontró a orillas del Pisuerga no ha cesado en su entusiasmo por ser el primero de la clase en agradarle con sus invectivas y ocurrencias contra el PP o los medios críticos. En Andalucía a los pelotas y lisonjeros que quieren quedar bien siempre y sobre todo con el «señorito» de antes y el jefe de ahora se les llama «agradaores».

Y agradar a su «sanchidad», aunque sea degenerando, es de primero de «sanchosfera» si se pretende progresar en el escalafón. Agradando al jefe y degenerando ha llegado, por ejemplo, Carmen Calvo a la presidencia del Consejo de Estado.

Así puede explicarse su metamorfosis sobre la amnistía hasta el extremo de defenderla ahora, política y constitucionalmente, afirmando exactamente lo contrario que venía sosteniendo antes de vislumbrar que la puerta giratoria de la presidencia del citado órgano asesor podía franquearla. Antes no dudaba en decir que la amnistía está prohibida en la Constitución y además borra el delito, lo que significa que el poder judicial no existe.

A los cargos políticos se puede llegar, en efecto, degenerando, como respondió Juan Belmonte tras ser interpelado sobre la meteórica carrera y progreso social de su banderillero Miranda que pasó de rehiletero a sus órdenes a gobernador civil de Huelva.

En la «sanchosfera» es ya costumbre que la palabra dada y las convicciones políticas, morales y jurídicas duren el tiempo que transcurre desde su exposición hasta el ofrecimiento de un cargo o por la necesidad de unos votos que antes no contaban y después de unas elecciones se convierten en imprescindibles para seguir en el poder.

Degenerando se llega al cinismo irónico de Groucho Marx y sus principios maleables e intercambiables que Sánchez y sus mariachis han hecho suyos al pie de la letra, sin sonrojo ni vergüenza alguna, y lejos del sentido mordaz y sarcástico del brillante Groucho.

Sólo degenerando se puede llegar a prescindir de escrúpulos y al estadio de deshumanización mostrado por Sánchez esta semana, incapaz de aprovechar ninguna de sus comparecencias públicas, ya sea en los Goya o en un desfile de moda, para homenajear a dos servidores del Estado asesinados mientras se enfrentaban a unos narcotraficantes y consolar de palabra a sus familiares.

Degenerando se puede y se hacen leyes a medida de delincuentes para declararlos impunes ante la ley a cambio de votos en el Parlamento y eso es degeneración y corrupción política de primer nivel.

Y sólo degenerando se llega a celebrar las derrotas políticas como victorias que es lo que hará Sánchez, una vez más, el domingo si consigue su único propósito en Galicia que no es que el PSOE gane las elecciones sino que el PP no consiga mantener la Presidencia de la Xunta.

Sánchez ha convertido al otrora partido de Estado, el partido de Felipe González, que salía a ganar en las urnas en una comparsa de las formaciones comunistas y separatistas a las que no combate en campaña y blanquea para ser su apéndice en los gobiernos regionales. El objetivo en Galicia no es ganar, sino impedir la victoria del PP aunque los socialistas pasen a ser una formación residual al servicio del BNG.

La degeneración del PSOE es ya inversamente proporcional al poder de su líder. Mientras Sánchez incrementa su poder personal, el PSOE languidece elecciones tras elecciones, cosa que le importa una higa porque en eso también prioriza su interés personal al del partido y no flaquea en su estratosférico narcisismo. Dicho queda: degenerando que es gerundio.