De aquí no me mueve nadie
He superado marrones mucho peores y estoy dispuesto a lo que sea, así que pueden esperar sentados...
La gente no sabe mirar con luces largas. Se ahogan en un vaso de agua. Yo no soy así. La vida es una prueba de resistencia y cuento con una ventaja, y es que estoy dispuesto a lo que sea. Me da igual blanco que negro, y soy capaz de aguantar lo que haga falta. No creo siquiera que exista el concepto de verdad, que es una convención retrógrada. Todo puede y debe cambiar según lo que me convenga en cada momento.
A veces me acuerdo de lo que decía Scarlett O'Hara, la protagonista de Lo que el viento se llevó: «A Dios pongo por testigo de que no podrán derribarme. Sobreviviré, y cuando todo haya pasado, nunca volveré a pasar hambre, ni yo ni ninguno de los míos. Aunque tenga que mentir, robar, mendigar o matar».
Salvando el detalle de que yo soy ateo y no me hacen falta testigos divinos, esa es exactamente mi filosofía. Cuando Felipe y Alfredo me hicieron la cama y me echaron en 2016, me prometí que no volvería a permitir jamás que me hiciesen otra putada así. Mano de hierro. Sin piedad. Ahora el partido soy yo. Así no hay problemas. Además -y en esto me pasa también como a Scarlett- tengo que proteger a los míos, mi gente que he ido colocando, incluida la familia, por supuesto.
Los de la fachosfera piensan que ahora mismo me tienen noqueado. Creen que la derrota de las gallegas me deja muy tocado. Creen que lo de las golferías del mozo de los recados de Ábalos es otro golpe muy importante, aunque yo ya me lo esperaba, por algo laminé a tiempo a José Luis tanto del Gobierno como del partido. Pero vuelven a mirar con las luces cortas. Se lo he comentado esta misma tarde en el vuelo a Marruecos a los periodistas afines del corrillo: aquí seguiré hasta 2027, a mí no me mueve la silla nadie. Y después, pues ya veremos, oye, porque si la derecha sigue a palos, pues igual me marco otras elecciones raras en verano, con un buen volumen de voto postal, y lo mismo repito. Tengo mis decretazos, mi TC, mi fiscal, mi BOE y mis televisiones. No es poco arsenal.
Ya sé que Puchi es un chalao, que está más payá que pacá. Pero él es plenamente consciente que esto es o yo, o la derecha y la ultraderecha. Está costando un huevo que le perdonemos todo, porque la verdad es que es un disparate. Pero con los otros, en vez del perdón podrían caerle años de cárcel. Y entonces, ¿qué va a preferir el tío? Pues apoyarme. Hará un poco de circo, pero al final del día le convengo. Además puedo ir mareándolo. Puedo mandar a Santos, o a Zapatero, hasta allá a Bélgica y que le vendan que sí, que admiremos algún tipo de consulta. Así vamos ganando tiempo. Y si al final aprietan en serio, pues nada, para eso está Cándido donde está. Tampoco será tan difícil encontrar una fórmula de seudoreferéndum que cuele.
Al final nunca pasa nada. Tenemos mucha fuerza mediática, las cosas van muy rápido y todo se olvida enseguida. He conseguido superar un montón de situaciones que habrían matado a cualquier otro. Nada más llegar me pillaron lo de la tesis, un marronazo tremendo. Pero oye, presenté mi contrainforme trucadillo, hice algunos aspavientos, amenacé con denuncias que nunca he llegado a presentar… y aquí sigo. Lo mismo con los separatistas y los etarras. Soy el presidente que dijo que traería preso a Puigdemont y el presidente que ahora lo va a amnistiar. ¿Y qué pasa? Nada. Cinco o seis manifestaciones, un poco de jaleo frente a Ferraz... pero al final del día el que sigue en la Moncloa soy yo, porque la única manera de echarme es con una mayoría absoluta en unas elecciones –porque Europa no les va a arreglar sus problemas– y no pienso convocar ni de coña antes de 2027. Si logro que Puigdemont y Junqueras me aprueben los Presupuestos de este año, tiro toda la legislatura tan ancho. La gente ya se ha olvidado de que goberné con las cuentas de Montoro. ¡Prorrogué dos veces los presupuestos de Rajoy mientras vendía progresismo ja ja! ¿Y qué pasó? Pues lo de siempre: nada.
Cada día que corre, yo sigo durmiendo en la Moncloa. Eso es lo único que cuenta. He prejubilado a Mariano, y a Riberita y Pablito Iglesias, que se creían la coña en verso, me cargué también a Casado, y el gallego ya puede esperar sentado. Ahora vienen las vascas, donde mejoraremos un poco; luego las catalanas, donde podemos ganar, y de los líos de esta semana no se acordará ni Feijóo.
Nuestro partido no volverá a ganar holgadamente jamás, eso está claro. La época de las grandes mayorías se nos ha acabado. El único modo de conservar el poder es el tinglado que hemos montado con los separatistas. Hay quien dice que por esta vía podríamos acabar destrozando nuestra marca y hasta el propio país. A largo plazo, podría ser, aunque nunca lo diré en alto. Pero como decía Keynes, a largo plazo todos estaremos muertos. Vete a saber dónde estoy yo cuando se independicen los vascos y los catalanes. Y el que venga detrás, que arree.