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Desde la almenaAna Samboal

Ni voluntad, ni empatía, ni humanidad

No somos sólo un voto en una urna cada cuatro años, podemos decidir qué futuro queremos. En nuestra mano está interpelar y presionar a aquellos que nos representan

El país del bienestar, del progreso, de los cuidados, de la ley de dependencia, de los fondos NextGen, de la convivencia, de tantas palabras, tantas veces tan grandilocuentes como huecas, ofrece la muerte a los enfermos de ELA porque no puede, no sabe o no quiere darles una vida digna. A lo peor, les vuelve la espalda, ni siquiera mira, porque no quiere ver el deterioro, la necesidad, la enfermedad que, al fin y a la postre, cada uno de nosotros tendremos que vivir en mayor o menor medida como seres humanos que somos. Esta ha sido la denuncia desgarradora que, con serenidad, pero con firmeza, ha hecho el futbolista Juan Carlos Unzúe, enfermo de ELA, en el Congreso, ante los cinco diputados que mostraron la deferencia de escucharle. Se nos tendría que caer la cara de vergüenza. A todos, sin distinción. A cada uno, en particular, en función de su responsabilidad.

La llamada de atención de Unzúe tendría que ser –y me temo que no lo será– el aldabonazo en la conciencia de una sociedad dormida, anestesiada, manejada al antojo de creadores de opinión que diseñan campañas de propaganda, polarización e ingeniería social a beneficio de unos pocos. Gastamos más tiempo en un tuit o en un like que en preguntarnos qué país queremos, cómo podemos construirlo o qué debemos exigir a nuestros gobernantes. Nos han hecho creer que no somos nadie si vivimos al margen de una bandera y, sin embargo, tenemos más poder del que acostumbramos a usar. No somos sólo un voto en una urna cada cuatro años, podemos decidir qué futuro queremos.

En nuestra mano está interpelar y presionar a aquellos que nos representan. Se ha hecho hincapié en el escaso número de diputados que asistió a la sesión en la que comparecieron los enfermos de ELA. Serán pocos si no son más que aquellos a los que su demanda les despierta un mínimo sentimiento de empatía, serán suficientes si son los que deciden y pueden llevar ante la mesa del Congreso la ley que garantice su asistencia y que, inexplicablemente, lleva meses y meses dormida en algún cajón.

Pero, más que la inanidad del Legislativo, mera correa de transmisión de los intereses de la Moncloa, es el silencio del Gobierno el que indigna. Félix Bolaños, el superministro, bastante tiene con la ley de amnistía. Esa sí que es urgente. Y Montero, la de los dineros, bastante tiene con negociar las transferencias a Cataluña, porque la burguesía de Junts se ha quedado pelada con ese proceso separatista con el que pretendían dar el palo a todos los españoles. Después, si acaso, en el presupuesto, habrá alguna partida o alguna migaja para los enfermos.

A Yolanda Díaz le faltó el tiempo para organizar reuniones y ruedas de prensa tras el caso Rubiales. Ahora, quizá en shock tras el anunciado batacazo en Galicia u ocupada organizando un viaje a Gaza, ni está ni se le espera. Planas parece desbordado por los tractores, Teresa Ribera le ha dejado a él el marrón, ha vuelto la mirada para no verlos. Los enfermos de ELA tampoco son su competencia. Ni están ni se les espera. Tampoco es cosa de Urtasun, que bastante tiene con ver cómo desguaza los museos para calmar su mala conciencia colonialista. A la ministra de Igualdad tendría que interesarle, porque, aunque sea de la cartera de Asuntos Sociales o Sanidad, interpela a su competencia. De momento, ni está ni se la espera. Mónica García tampoco ha tenido a bien pronunciarse, debe estar ocupada revisando las residencias. Marlaska ha estado entretenido buscando culpables entre los mandos de la Guardia Civil en Barbate y Pedro Sánchez ha tenido que salir corriendo a Marruecos a taponar las vías de agua abiertas en la ruta del hachís. Ni está ni le esperen.

¿Quién gobierna? ¿Para quién gobiernan? No parece que lo hagan para Urtasun, que, como todos, excepto Puigdemont, que ya no vive en España, pagará sus impuestos. No parece que lo hagan para la gran mayoría de españoles. Desde luego, no para los enfermos de ELA.