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El puntalAntonio Jiménez

Corru-PSOE en la pandemia

A Sánchez le ha estallado el «koldogate» y difícilmente podrá sustanciarlo únicamente con la salida de Ábalos del Congreso

El caso Koldo tiene algo de justicia poética, esa licencia literaria utilizada para explicar a veces que los acusadores pueden terminar siendo los acusados, como le ha ocurrido al PSOE en su guerra contra Isabel Díaz Ayuso y el asunto de las mascarillas de su hermano, ya desactivado en los tribunales.

Tomás Díaz Ayuso, un ciudadano anónimo, atacado por la izquierda en su honorabilidad y difamado públicamente en una gigantesca lona publicitaria colgada de la fachada de un edifico de Madrid durante la pasada campaña electoral de las autonómicas, aún soporta junto a su hermana Isabel las invectivas de Pedro Sánchez, en un intento por equiparar el escándalo de corrupción por las mascarillas que afecta a su Gobierno tras la detención de Koldo García, el custodio de sus avales para la secretaría general del PSOE, con el caso archivado por partida doble de las fiscalías española y europea, tras exhaustivas investigaciones al hermano de la presidenta madrileña.

En su auto de archivo, el fiscal jefe anticorrupción concluyó que Tomás Díaz Ayuso «no llevó a cabo actuaciones, diligencias o gestiones ante el servicio madrileño de salud o ante cualquier otro organismo o servicio de la Comunidad de Madrid para conseguir un trato de favor para la empresa Priviet en la que trabaja».

Aun así, Sánchez insistió inútilmente en volver como la burra al trigo a las insidias e Isabel D. Ayuso le respondió que le gusta la fruta y además, muchísimo.

El caso Koldo es el primer gran escándalo de corrupción del «sanchismo», muy superior al de Tito Berni, por que implica y afecta a tres ministerios, Transportes, Interior y Sanidad durante la etapa de Salvador Illa; a dos comunidades autónomas que durante la pandemia gobernaba el PSOE, Baleares y Canarias, cuyos responsables recalaron en Madrid premiados por Sánchez con la presidencia del Congreso, Paquita Armengol, y un ministerio para Ángel Víctor Torres y además atañe directamente al PSOE mediante las figuras de sus secretarios de organización, José Luis Ábalos, antes, y Santos Cerdán, actualmente, porque ambos tenían y tienen estrechos lazos afectivos y políticos con Koldo García.

Oportuna y acertadamente, el PP se ha personado en la causa judicial que se instruye para aplicarle al PSOE la misma medicina que el propio José Luis Ábalos, alter ego de Sánchez en 2018, recetó a los populares para justificar la moción de censura contra Rajoy en «defensa de la higiene democrática y la ejemplaridad en política, supuestamente perdidas».

Por lo que estamos viendo y se instruye judicialmente no son precisamente esas las virtudes y cualidades que distinguen el proceder político del exministro de Transportes, exsecretario de organización del PSOE y todavía diputado y presidente de la comisión de Interior del Congreso durante los hechos investigados.

Es inimaginable que Ábalos desconociera y no estuviera en la pringue de su chico para todo, hombre de máxima confianza, chófer, guardaespaldas, sombra de sus pasos, en las adjudicaciones millonarias del ministerio para comprar mascarillas.

Es imposible que Koldo García hiciera algo o franqueara puertas ministeriales y de gobiernos autonómicos con sus socios empresariales Aldama y Cueto sin consultar e informar previamente a su jefe, conocedor de ambos.

Ábalos se ha convertido ya, para Sánchez, en un pato cojo perseguido por la sombra de Koldo, el tipo al que tras ejercer de portero de puticlub y guardaespaldas, encumbró como su asesor ministerial y consejero de Renfe Mercancías, empresa pública de Transportes.

Una meteórica carrera política que sólo fue posible, como diría el Pasmo de Triana, degenerando, y permítanme que apele una vez más a su explicación por estar más que justificada en el caso que nos ocupa.

Sánchez, además, no podrá decir que no conocía a Koldo, a quien cita y pondera en su autobiográfico Manual de Resistencia por su labor de vigilancia férrea de los avales que le llevaron a la Secretaría General del partido y a quien describió en Facebook así: «El último aizkolari socialista; un titán contra los desahucios. Pamplona nos descubrió a uno de los gigantes de la militancia en estas tierras navarras. No obstante, este guerrillero de grandes dimensiones físicas y corazón comprometido, es un referente político en la lucha contra los efectos de la crisis y las políticas de la derecha.»

Quién lo diría de alguien que no dudó en aprovechar la desgracia de una pandemia para llevárselo calentito. Toda una metáfora de lo que es el «sanchismo» cuyos personajes terminan cantando la gallina con sus actuaciones como evidencia constantemente el propio líder con sus mentiras, cambios de opiniones, arbitrariedades políticas y decisiones guiadas únicamente con el único objetivo de mantenerse en el poder.

A Sánchez le ha estallado el «koldogate» y difícilmente podrá sustanciarlo únicamente con la salida de Ábalos del Congreso, dejando su acta de diputado, y obviando las responsabilidades políticas de los ministros y expresidentes autonómicos socialistas, colaboradores directos o indirectos, de los que hoy están imputados por organizarse criminalmente y aprovechar sus influencias en el Gobierno y en el PSOE para enriquecerse con la covid. Lo que podemos definir como corru-PSOE en pandemia.