Pedro tendrá pesadillas con José Luis
Ábalos, que anoche hizo un bolo televisivo para defenderse, sabe mucho y no tiene pinta de resignarse si el PSOE lo convierte en parapeto para tapar sus desmanes
El PSOE y sus apéndices mediáticos trabajan de manera frenética. Se trata de levantar contrarreloj un cortafuegos que deje circunscrito a Ábalos y su maletero el escándalo de las compras fraudulentas de material sanitario durante la pandemia. El que podría ser el caso Illa, el caso de varios presidentes autonómicos socialistas, el caso de la ministra de Hacienda, que al parecer no auditaba nada… y en definitiva, el caso Sánchez… debe quedarse en el caso Koldo-Ábalos.
Leal a esa estrategia, la televisión al rojo vivo entrevistó anoche en horario estelar a José Luis Ábalos (diplomado en Magisterio de 64 años, que ejerció unos meses de maestro y luego ha vivido toda su vida de la política, un romántico incurable con tres matrimonios en su casillero y el muñidor que ayudó a Sánchez a okupar el poder con solo 85 escaños). La cadena pro sanchista le hizo auténtico tercer grado, que era lo que tocaba. Fue una entrevista para el recuerdo por el ramalazo del protagonista, que mostraba con crudeza el nivel del reparto de estrellas que componen el PSOE actual. Cuando Ábalos proclamaba muy solemne lo de «no voy a renunciar a mi compromiso y mis convicciones, estoy limpio», hubo un momento en que pensé que iban a sonar unas risas enlatadas, de esas que antaño subrayaban los lances más graciosos de las comedias de situación.
El entrevistador interrogaba una y otra vez a Ábalos sobre si iba a renunciar a su acta de diputado, que es su medio de vida (que se sepa). Y para desgracia del PSOE, se resistía como gato panza arriba. Además, por supuesto, intentaba la técnica del ventilador: ha habido muchos casos similares, sobre todo en la derecha madrileña, y nadie se ha puesto como se ponen como conmigo, venía a decir el ex ministro. Ataviado con unas playeras negras de supuesto diseño, americana azul y una camisa blanca que remarcaba un bandullo bien trabajado ante el mantel, el show se convertía por momentos en un pequeño homenaje a Guzmán de Alfarache, Don Pablos y Lazarillo de Tormes. Resultó maravilloso cuando don José Luis explicó, quedándose tan ancho, que con el PSOE «todos los asesores entran en consejos de administración». O cuando ofreció su lacrimógena versión de la razón por la que el buen Koldo es propietario de un pisazo en Benidorm. O cuando excusó su ignorancia sobre los desmanes alegando que en un ministerio como el suyo «se trataba con muchos empresarios».
Si fuésemos malos –y no vamos a serlo– nos permitiríamos la licencia de señalar que todo recordaba a una peli de Torrente (nombre, por cierto, del pueblo natal del exministro, con todo nuestro respeto para él mismo), o recordaríamos que curiosamente el segundo apellido de este político es Meco, al igual que el de una célebre hospedería del Estado.
Si algo repitió Ábalos es que a estas horas él no está acusado de nada y dio a entender que se comportará según se comporte el partido con él. Durante la entrevista, le mostraron las rotundas declaraciones de Sánchez en su mitin sabatino, donde aseguró que la lucha contra la corrupción será «implacable y caiga quien caiga». En el lenguaje corporal del entrevistado se percibió su desagrado ante ese teatro justiciero de su todavía líder. Por su parte, Sánchez lucía este sábado macilento, casi demacrado. Afloraba a su rostro el turbio fardo que tiene encima, que se une al repaso que ha recibido en Galicia y a que es rehén político de un fanático atrabiliario, fugitivo de la justicia.
Imaginamos que Sánchez habrá dormido un tanto intranquilo tras ver la entrevista-tercer-grado que le hicieron a Ábalos en una de sus televisiones de cámara. Y es que José Luis tiene toda la pinta de pertenecer a la escuela de los que mueren matando. Si le obligan a quedarse sin su nómina del Congreso, tiene pinta de que podría encargarse de que el caso Koldo-José Luis acabe siendo el caso Pedro. Ábalos sabe latín sobre las cañerías privadas del PSOE.
Días de tormenta en el altivo reino de Mi Persona. Se aferrará al cargo, como siempre, pero a veces los castillos de naipes empiezan a desmoronarse por la más inesperada de las brisas.