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Al bate y sin guanteZoé Valdés

Campesinos

Si no se actúa rápido, los campos europeos terminarán cundidos de pangola y de marabú, que como conocerán se han devorado todos los campos cubanos y hasta más abajo

El campesinado está esencialmente compuesto, como es lógico, por campesinos; pero lo que siempre fue campesinos y campesinado, ahora se denomina agricultores y agricultura. A mí me valen todos los términos, aunque por instinto prefiero los de campesinado y campesinos. Más ahora, desde ayer, que me enteré por un diputado francés que la UE es quien ha obligado a sustituir el término campesino por agricultor, y al de campesinado por agricultura. En francés agriculteur por paysan. En francés resulta más significativo el interés para que la UE deseara cambiar la palabra; me explico como me lo explicaron: paysan proviene de pays, y ya como que lo de país les da urticaria. Vamos, que les molesta, porque lo primero que los comunistas saben que hay que ripiar para desintegrar un país es el campo, al campesinado, o sea, a los paysans, al país.

Vuelvo con mi cantilena particular, eso fue lo que hizo Fidel Castro en Cuba, cuando decretó una de sus primeras leyes: la Ley de Reforma Agraria. Confiscó las tierras a los campesinos, para fingir que él mismo, por lo bueno que era, le regalaba parcelas, que bajo órdenes suyas, desde luego, debían sembrar con lo que a él se le cantara el trasero. Del mismo modo envió a gente de la ciudad a destruir el campo, estudiantes, abogados, médicos, artistas… Por otro lado, desplazó a los campesinos a la ciudad, donde les entregaron mansiones de exricos que fueron convertidas en solares o casas de vecindad. Conocido es que Castro se metía en todo con ínfulas de experto, de tal modo se inventó el Cordón de La Habana, o sea, la siembra masiva de café en el llano, cuando todo el mundo sabe que el café donde mejor se da es en la montaña; luego se le ocurrió sembrar fresas en los achicharrantes picos de las montañas más cercanas al sol, y como no podía ser menos, se inventó aquella vaca, a la que bautizó como Ubre Blanca, y a la que amó tanto que la mencionaba en cada discurso. La vaca terminó muriendo extenuada, pues Castro extraía de aquella ubre nívea 200 litros diarios y hasta más… Cuando la vaca feneció con las tetas como dos coladores de café a Castro le invadió la melancolía stalinista y se dedicó a fusilar opositores de nuevo. Sufrió mucho, decía, con la pérdida de su compañera, sí, en verdad sufrió más que cuando se murió su amante en la sombra, y mano derecha, la heroica Celia Sánchez Manduley. A Ubre Blanca le erigió un monumento, A Celia, si acaso, le dedicó dos frases en dos discursos.

Sin embargo, Ubre Blanca, su amada, fue de sus más sonados fracasos, junto con la Zafra de los Diez Millones, que no llegaron más que a nueve y eso inflando cifras. La UE se parece mucho, yo diría que es casi la continuidad del plan agrícola del castrismo. Y, si no se actúa rápido, los campos europeos terminarán cundidos de pangola y de marabú, que como conocerán se han devorado todos los campos cubanos y hasta más abajo, porque esas yerbas malas crecen hacia arriba, hacia los lados, y todavía más hacia abajo, con un vicio atroz. Es la yerba identitaria del comunismo.

El sábado se inauguró en París como cada año el Salón de l’Agriculture, además de ser el salón más importante de Francia –más que el Salón del Libro, que se celebra justo en el mismo lugar, Puerta de Versalles, pocos días después–, es el evento donde los presidentes salen bendecidos, o por el contrario (lo que nunca se había producido). Desde Charles de Gaulle todos han pasado por la prueba con mayores o menores calificaciones, pero nunca un presidente había caído tan bajo como Emmanuel Macron quien, para escapar de sus verdaderos protagonistas, los campesinos, intentó hacer una visita antes de que abriera el salón, con contratados figurantes que aplaudieran y vitorearan su llegada y su discursito filmado para los medios. Días antes, los campesinos en revuelta total, le habían advertido que ni se apareciera por allí, que no lo querían ver ni en pintura. Pues él, artista al fin, creyó que iría a lograrlo. La que se armó fue la de San Quintín.

Por cierto, hablando de artistas, ¿recuerdan cuando advertí a la oposición «artistera» cubana, esos que se hacen llamar «artivistas», esa inventada por Castro II, que se pusieran para el campo y los campesinos y dejaran la bobería, que había más campesinos opositores que «artivistas»? Pues no sólo no me hicieron caso, sino que además envenenaron a Amnistía Internacional en contra de esos campesinos opositores. Y así se destruye también a la oposición y al exilio.