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Perro come perroAntonio R. Naranjo

La negra de Sánchez

Despedir a una mujer negra, africana y de izquierdas es sororidad, no racismo ni sexismo si lo hace Pedro

El titular puede resultar confuso y habrá quien crea, con alguna razón, que va referido a Irene Lozano, autora de los dos libros autobiográficos de Pedro Sánchez, uno sin su firma y el otro con ella y ambos perfectamente prescindibles y dudosamente regulares: el onanismo literario suele llegar con las canas y la vida hecha, como un viaje autocomplaciente a la memoria propia pasado un tiempo en barbecho, como autónomo y no en funciones oficiales.

No es el caso de Sánchez, que siempre escribe sus propias exégesis en directo, mientras ocurren, o incluso antes de que se sucedan, en un excelso ejercicio de amor propio no demasiado correspondido por nadie, más allá de Koldo, Tito Berni, Puente o Ábalos, y siempre de forma temporal.

También podía pensarse en el amanuense que le hizo la célebre tesis doctoral, algo del tipo «Globalidad ecosostenible en entornos distorsionados por el capitalismo antropofágico», o incluso en el tribunal que lo doctoró con la misma diligencia que esa autoescuela de famosos en Logroño donde todos aprobaban sin distinguir un embrague de una minipimer.

Pero la negra de Sánchez es, esta vez, Benedicta Lasi, a la que no hay que confundir con la perra de las películas, tan odiosa como todos los animales cinematográficos: de aquellos delfines, ballenitas, roedores, gatitos y chuchos humanizados en carne y hueso o de dibujo animado viene el drama ahora de que en España haya más perros que niños y se les dedique más tiempo legislativo a su protección.

Esta Lasi, o Lassie según la fuente, era la secretaria general de la Internacional Socialista, que nunca fue gran cosa y ahora da para lo justo: simular una ascendencia planetaria de Sánchez a falta de un destino de verdad. Es el equivalente, en política, a jugar la liga saudí, pero con menos salario.

El caso es que la número dos de la Internacional Koldista ha sido fulminada por Sánchez y su Irene Lozano en el chiringuito, aquella Hana Jalloul que duró en el PSOE madrileño lo mismo que una samaritana vestida en una reunión con el Tito Berni, sin ninguna razón aparente.

Ella ha dicho, en una carta filtrada por Pablo Iglesias para completar la juerga, que es víctima del racismo y el machismo de El Icono: «Me ha hecho preguntarme si las cuestiones que se plantean sobre mi remuneración son por mi raza o género. Como organización que lucha por la igualdad y contra la discriminación, resulta alucinante siquiera concebir estas cuestiones como tema de discusión».

La infalibilidad femenina que todo buen socialista ha de asumir como dogma de fe debiera ser suficiente para darle la razón a Lasi, que es mujer, negra, africana y de izquierdas, cuatro atributos que incrementan sin duda la veracidad de su relato, como hubiera ocurrido si el caso afectara a Donald Trump, Milei, Bukele, Feijóo y no digamos Abascal.

Pero el caso ha pasado prácticamente desapercibido y la Policía Puritana del Régimen no ha salido al rescate de la dama ofendida, que hubiera sido rebautizada como Rosa Parks y su drama laboral comparado con las represalias de Alabama y Montgomery de haber tenido otro jefe. Otro jefe facha.

Pero quede aquí al menos este humilde homenaje a la activista progresista, racial y empoderada cuyas alas han sido segadas, mientras volaba hacia el clímax de la igualdad, por un profeta de su causa, dispuesto a imponer cuotas, puestos y retribuciones a todo machirulo viviente, con la única excepción propia: cuando Pedro despide a una mujer, sobre todo si es de Ghana, la está librando de su yugo heteropatriarcal para que triunfe ella solita. Tanta sororidad sanchista es conmovedora.