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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Fumando espero...

No me han invitado los Garzón a su boda, y me siento públicamente humillado. Qué suerte tienen algunos

Llevo unos días sin apetencias. Me muevo como una sombra. Mis pasos tristes y lánguidos no encuentran su rumbo. Creo que todo se debe a mi cambio de domicilio. De Madrid al occidente de La Montaña santanderina. Era mi única ilusión, pasan los días y las semanas, y el cartero no me visita. Soy consciente, como creyente, de que este tipo de anhelos e ilusiones no se le pueden pedir a Dios. Pero el pasado domingo, lo hice. Y no he obtenido respuesta satisfactoria. «Señor, te ruego que hagas lo posible para que me inviten a la fiesta nupcial de Baltasar Garzón y Dolores Delgado que se celebrará, Tú mediante, en la finca 'La Cetrina' de Enrique Ponce». Y hasta el momento, nada. Nada de nada.

Es cierto que nuestras relaciones personales han sufrido un acusado deterioro en los últimos años. Pero esas desavenencias no pueden ser duraderas. Y también es cierto que los novios me importan un pimiento. Pero no algunos de los invitados. Se ha hecho pública la asistencia de Víctor Manuel y Ana Belén. ¡Al fin voy a conocerlos! Pero el cartero no me visita y mi invitación no llega. Podría colarme, pero me da corte. Con gente tan elegante y de la «jet», no me atrevo. También asistirán el juez Pedraz y Miguel Ríos. Al juez Pedraz sí me lo han presentado, pero no a Miguel Ríos, que es mi referencia en el «rock». Y me pierdo la contemplación de la piscina de Enrique Ponce. Que tiene forma de capote. Cuando lo he sabido me he emocionado. Una piscina con los perfiles de un capote, majestuoso detalle de alta torería. Majestuoso, pero sencillo. Creo que harían bien en imitar su buen gusto otros artistas y deportistas. Por ejemplo, una piscina con forma de coche de Fórmula 1 en casa de Fernando Alonso. En la de Rafa Nadal, piscina con aspecto de raqueta. No conocen el buen gusto, el mimo por el detalle.

Mi obsesión por conocer, tratar, tomar una copa y reír –creo que son muy divertidos en la charla–, con Ana Belén y Víctor Manuel, viene de muy atrás. De bastante atrás. El crítico teatral José María de Mesa, también mal poeta, escribía sus críticas teatrales cuando los autores que estrenaban eran de las llamadas «derechas». Con mi abuelo, don Pedro Muñoz-Seca, era demoledor. Sucede que don Pedro no leía las críticas de Mesa porque, según sus palabras, «no le afectaba la opinión de los muebles». Mesa leyó la entrevista en la que don Pedro dijo tal cosa, y le envió una carta bastante violenta. Y don Pedro le respondió.

Esa misiva insultante
Que remitido me has,
la tuve un poco delante
y ya la tengo detrás.

Admiro a Víctor Manuel por su defensa –ahora que está prohibida–, de Franco. Su canción al que fuera Jefe del Estado cuando su abuelo Víctor se sentaba en la puerta con la nerviosa vara de avellano, resume el ardor y la pericia de los grandes cantautores. Y de Ana Belén –¡qué decir!–, siempre en la trinchera contraria y negándose a formar parte de los repartos en las películas subvencionadas por el franquismo y la democracia. Pero son, como escribiría Wodehouse, dos corazones que laten al unísono. Y mi gozo en un pozo. No podré pedirles un autógrafo en la boda de Garzón y Dolores Delgado, porque éstos han decidido no invitarme.

Me parece muy bien que la «jet set» aumente. Hasta ahora casi todos sus miembros pertenecían al cine, al folclore o a las tertulias culturales del corazón. A partir de ahora, la «jet set» también se nutrirá de jueces y fiscales, y de tradicionales y titánicos defensores de la libertad, como Yolanda Díaz –en el caso de que haya vuelto a España–, o de ejemplares benéficos como Francina Armengol y «Koldo», que lo están pasando mal, y les envío desde aquí un fuerte abrazo rebosado de cariño y admiración.

Pero no me han invitado los Garzón a su boda, y me siento públicamente humillado.

Qué suerte tienen algunos.