El valle de los caídos
Iban de divinos y muy pronto se demostró que no servían para nada
La novedad es el mejor disfraz de la incompetencia. Las caras nuevas invitan al optimismo y reciben la cortesía de la duda. El sanchismo ha sido la gran feria de las novedades. Ese desfile de «ministros y ministras» ha dejado un montón de fiambres políticos; un valle de los caídos abarrotado de incapaces, a los que se les concedieron las riendas de España primando la esperanza sobre la experiencia, que diría Samuel Johnson. Rindamos un sentido homenaje a unos cuantos:
- El vicepresidente social chamuscado: Pablo Iglesias, el mesías neocomunista que iba a «asaltar los cielos», es hoy un presentador en teles menores y un sofista universitario más bien olvidado. Pasará apurillos para mantener su opulento tren de vida si su señora y promocionada digital no resulta elegida eurodiputada. El 19 de marzo de 2020, Iglesias ofreció una legendaria rueda de prensa, en la que con su petulancia épico-cursi habitual anunció que se hacía cargo del drama de las residencias. No pisó una. No hizo nada de nada. Fue uno de los ministros más gandules de la historia. En algunas jornadas curraba menos que el ficus de su despacho.
- La «profetisa» del feminismo chiflado: Irene Montero, compuesta y sin escaño, vive de la paga de exdiputada a la espera de ver si entra en Estrasburgo. Lo más notable de su legado son sus ayudas penales a los violadores y una ley de cambio de sexo que ya está provocando delirios varios. Era lo que parecía: una exaltada que nunca debió haber ostentado un cargo.
- Luchando por el cetro Guinness de la pereza: Tito Garzón compitió con denuedo con su camarada Iglesias por convertirse en el ministro más vago. Pero hasta eso debió resultarle fatigoso. Así que dejó la política e intento recolocarse raudo recurriendo a las puertas giratorias. Una lluvia de críticas le arruinó la jugada. Antes de llegar al Gobierno y demostrar su enorme valía se pasaba la vida impartiéndonos lecciones olímpicas desde las teles coloradas.
- El ministro astronauta: nunca logró bajar del espacio sideral. Perfecto ejemplo de que existen formas de inteligencia estériles.
- Entre las mechas y el Libro Rojo: Sumar no suma. Pasarela Díaz era un globo de gas, como sabían desde hace veinte años todos sus paisanos gallegos. Promocionó solo porque engatusó a los hacendados de Galapagar para luego apuñalarlos como pánfilos.
- La ministra y Balta: Dolores Delgado tenía una psique curiosa –somos amables– y un evidente conflicto de intereses para ocupar altos cargos en el mundo de la justicia (es la pareja del abogado y exmagistrado Baltasar Garzón, expulsado de la carrera judicial por sus malas artes). Pero Sánchez, siempre alérgico a la higiene democrática, la colocó sucesivamente como ministra de Justicia y fiscal general. Una vez sustituida por un personaje todavía peor (García Ortiz), intentaron híper-enchufarla con un carguito nuevo en la Fiscalía. Pero la maniobra era demasiado cantosa, incluso para los difusos estándares morales del sanchismo.
- El gran báculo de Mi Persona: se llamaba José Luis Ábalos Meco. Señoría, no es menester añadir más.
- Del banco azul al gallinero: perdido el favor de Mi Persona, y sin saber muy bien para qué fue ministra, más allá de para dar el coñazo, Ione Belarra comparte ahora con Ábalos el exilio en el Grupo Mixto. Casi compadezco al viejo tunante, a la vera de ese populismo comunistoide e hiperventilado….
- Abur y que os vayan dando: Nadia Calviño se troncha de risa con su hipersueldo en Luxemburgo, después de rebajar el poder adquisitivo de los españoles, no dar una con los fondos europeos e intentar una jugada de nepotismo zafio para enchufar a su marido en Patrimonio Nacional. El precio que ha pagado Sánchez para conseguirle su BEIcoca a la camarada Nadia es que la capital de España se ha quedado sin la sede de la Agencia Europea Antiblanqueo.
- Gran Jefe Pato Cojo: el líder «progresista» del orbe resultó ser lo que parecía, un chanchullero amoral, cuya palabra es hoy calderilla y que avanza hacia un acantilado acompañado de un casting de mediocres. El político que asaltó el poder con solo 85 escaños con la excusa de que venía a acabar con la corrupción ya chapotea en ella, y de manera ruin: miembros del PSOE chorizando comisiones del material sanitario contra una pandemia.
Como diría el viejo Bismark, un país que ha sobrevivido a este equipazo tiene que ser más duro que el tungsteno.