Feminismo de día, clubes de alterne de noche
Veremos a Sánchez, Yolanda y medio Gobierno dándose golpes de pecho en defensa de las mujeres, mientras tragan cuando se descubre que el entorno de un ministro del Gobierno de España y mano derecha del presidente se lo pasaba en grande gracias a nuestros impuestos que les pagaban sus vicios
En casi todos los escándalos políticos hay grabaciones e interceptación de comunicaciones que retratan muy bien el rasero moral de los implicados, el dialecto procaz de unos cutres que crecen alrededor del poder; si no en el corazón mismo de este. Normalmente hay denominadores comunes: interactúan con expresiones chabacanas, suelen colocar un mote a sus jefes políticos, muchos son chóferes de los prebostes que gustan de coches pomposos –los haigas de ayer– y de mantener sus reuniones en marisquerías o locales de alterne. Lo de que siempre haya un conductor en la trama es tradición: el propio Koldo fue mecánico de Ábalos, pero antes Juan Francisco Trujillo lo fue de Guerrero, el de los ERE; Sergio Ríos manejaba el coche de Bárcenas o Cristian Corvillo llevaba el Peugeot de Pedro Sánchez cuando se echó a la carretera para reconquistar el poder.
La ordinariez de todos es proverbial. Cómo olvidar lo de «los billetes para asar una vaca» del conseguidor de los ERE o el «vienen a quitarnos la manteca» pronunciado por una alcaldesa de la operación Malaya. O el «pa la saca» de Luis Medina con las mascarillas en Madrid, o cuando un alto cargo socialista de Andalucía fue preguntado por el programa de ayudas del que manaba el dinero y contestó que el programa se llamaba «por mis co…»; y no acabó la frase porque no hacía falta.
También comparte una afición por los clubes de lucecitas casi patológico. Sabemos que algunos de los implicados en la trama de Ábalos hacían bizum a los escoltas para que pagaran por servicios de prostitución. Es decir, lo más repugnante que puede hacer un sujeto que no solo roba dinero público en plena pandemia, sino que contribuye a la esclavitud de las mujeres. Tanta prosopopeya del Gobierno, tantas subordinadas de Pedro Sánchez, tantos saltitos de las ministras en la manifestación del 8-M, tantos términos políticamente correctos y cuando se pincha los teléfonos de algunos de sus colaboradores más cercanos se revelan como sucios, obscenos y tremendamente machistas. Supongo que fiel reflejo de la degradación moral de este régimen.
Este viernes veremos a Sánchez, Yolanda y medio Gobierno dándose golpes de pecho en defensa de las mujeres, mientras tragan cuando se descubre que el entorno de un ministro del Gobierno de España y mano derecha del presidente se lo pasaba en grande gracias a nuestros impuestos que les pagaban sus vicios, que no eran precisamente la lectura de los pliegos de las obras públicas, el estudio de los expedientes del Ministerio o, desde luego, la calidad de las mascarillas que compraba su Departamento a Koldo durante la pandemia.
Es muy curioso ese nexo común entre los mangantes y los aficionados al sexo de pago y no es privativo del PSOE. En Madrid hubo un viceconsejero madrileño, del PP, que también celebró sus trinques con un «volquete de p…». Sin olvidar a Tito Berni, este sí socialista, que se dedicaba al mismo pasatiempo mientras sus jefes de la bancada sanchista miraban para otro lado o compartían con él alguna velada. El tráfico de influencias, el amiguismo, el robo del dinero público en plena pandemia nos ha devuelto una certeza que ya intuíamos: la hipocresía de un lenguaje tan inclusivo, abstracto y bienqueda en lo público, pero tan inmoral en lo privado. Pura fachada. Eso sí, con perspectiva de género, ¿verdad, Yoli?