Yoli y Mema
El Dúo Dinámico de Sumar tiene un reto por delante, aunque de momento se centra en cerrar bares
Yolanda Díaz pretende cerrar antes los bares y restaurantes, lo que ya de entrada puede generarle un serio problema con Francina Armegol, legendaria usuaria de las cantinas en pleno confinamiento del resto de la humanidad: cómo va a tener remilgos en comprar mascarillas defectuosas con dinero europeo si, mientras su partido confinaba inconstitucionalmente a todo un país, ella se ponía como las Grecas en una despedida de soltera.
Tampoco les gustará su propuesta a Ábalos, Tito Berni o Koldo, que tienen placa a su nombre en buena parte de los templos del sector, donde lucen entre lucecitas y se recuerdan, al alba, sus gestas más legendarias.
Incluso es probable que Sánchez no lo vea del todo, si ello le genera algún problema memorístico a su intermediaria esposa, crecida entre las brumas de las saunas de relax del padre.
La vicepresidenta, que una semana se mide a los algoritmos americanos y otro a las barras con el mismo pundonor infantil, consigue así librarse de los debates que sí debería abordar, de tomarse en serio a sí misma. Tiene a su vera una organización criminal que, a falta de saberse la identidad de todos sus miembros y la escala de mando concreta, ya ofrece suficiente información como para llevar a la práctica sus principios éticos, por supuesto mejores que los del resto.
Puede preguntar en voz alta a qué negocios exactos se dedicaba la first lady relacionados con las responsabilidades y decisiones de su Kennedy de mercadillo, que dio una millonada a una empresa patrocinadora de nuestra Jackie de periferia en un mundo, el de la política, donde nunca existen las casualidades.
También puede inquirirle a Armengol por la premura en contratar a una empresa recomendada y en pagarla a toda leche pese a las pegas de los servicios administrativos baleares, que ya vieron y advirtieron algo raro. Y en la demora, por contraste, para devolver unas mascarillas de la misma calidad que los explosivos utilizados por el Coyote con el Correcaminos.
Incluso puede ocuparse un poco, también, de Pequeño Marlaska, su gemelo Ángel Víctor y la tutora de ambos, María Jesús Montero, que son Los Panchos en esta historia de negocios levantados sobre el dolor, la muerte y el miedo de la pandemia: los dos primeros se gastaron pastizales en mercancía servida por gentuza similar a la que viaja en narcolancha.
Y la tercera aparece como abajofirmante de los cheques para Plus Ultra y Globalia, todos consignados a un fondo creado por Sánchez y muy bien explorado por Ábalos, que no todo van a ser crustáceos y samaritanas.
Tiene Yolanda Díaz tarea, cuando acabe de meterse en la vida de la gente con propuestas que oscilan entre la estupidez párvula y la injerencia orwelliana. Pero si las dos manos no le dan para atenderlo todo, puede tirar de su buena amiga colocada en el Consejo de Ministros y Ministras, la gran Mónica García, Médica y Madre.
Porque en su departamento se ubicó un contrato macro de hasta 2.500 millones de euros para comprar material sanitario que llegó con retraso y taras, en no pocos lotes, incluido uno de origen chino que aún investiga otro de los jueces que, junto a la OCU de la Guardia Civil, dan esperanza a la supervivencia de un Estado de derecho invulnerable a los zarpazos colonialistas de Sánchez.
Ahora tienen que decidir la Fashionaria y Mema, que suenan a dúo con futuro para Eurovisión, si dedican su tiempo a decirnos qué cenar y a qué horas, que es el preámbulo de sugerir qué pensar y qué votar, o a llevar a la práctica un poco los cantos gregorianos de la decencia que dicen representar.
De momento tienen cerca una colección de puteros, corruptos y jetas y han preferido centrarse en cerrarle el bar a Manolo y Conchi, cuyo hijo quizá murió por ponerse una mascarilla balear en mal estado.