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Agua de timónCarmen Martínez Castro

Yolanda está triste

La incapacidad de Yolanda Díaz para gestionar una fórmula tan complicada como Sumar ha situado a Sánchez ante el abismo del único elemento que puede dar al traste con esta legislatura, las elecciones catalanas

Actualizada 01:30

Yolanda está triste… ¿Qué tendrá la vicepresidenta? Los suspiros se escapan de su boca de fresa, que ha pedido la risa, que ha perdido el color, hasta las mechas californianas han perdido su fulgor. Yolanda ya no castiga a los diputados con aquel famoso «le voy a dar un dato», ahora Yolanda hace pucheros y pone mohines desde su escaño. Yolanda ya no brilla ni agita la melena. De la noche a la mañana ha devenido en la viva imagen de Doña Rogelia.

El ticket electoral de Sánchez, su marca blanca, ha colapsado sin remisión, creándole al presidente del gobierno un problema tan serio que no se privó de mostrar en público su profundo malestar con un ninguneo a su vicepresidenta tan ostensible como hiriente. Además, encargó a María Jesús Montero que ejerciera de escudo humano para que Yolanda no pudiera alcanzarle ni siquiera con la mirada. Bolaños prefirió dar un rodeo a la mesa de las taquígrafas antes que correr el riesgo de coincidir con ella y verse en la obligación de cruzar alguna palabra con la apestada oficial del gobierno.

La ineptitud política de Yolanda Díaz ha reventado la legislatura y los planes de Sánchez. Primero perdió los diputados de Podemos, luego vino el petardazo gallego, donde fue superada hasta por Vox, y ahora este descalabro catalán que ha dejado a Sánchez aún más desarmado frente a las bravuconadas de Puigdemont. Los ministros que hace unos días jaleaban con entusiasmo el acuerdo para la amnistía porque abría el paso a los presupuestos, ahora se afanan en explicar lo bonita que puede resultar la vida sin presupuestos. ¿Quién dijo Presupuestos? Si ya estamos en Semana Santa. Con las cuentas que hace de tanto en tanto Carlos Herrera en su programa, casi estamos tomando las uvas ¿para qué queremos presupuestos? Amnistía sí, presupuestos no y a seguir aplaudiendo hasta la próxima rueda de molino que les pongan en el menú.

La incapacidad de Yolanda Díaz para gestionar una fórmula tan complicada como Sumar ha situado a Sánchez ante el abismo del único elemento que puede dar al traste con esta legislatura, las elecciones catalanas. La campaña se ha adelantado casi un año y no se va a desarrollar en los términos que mejor convenían a Salvador Illa, con una amnistía ya aprobada y un entorno político más calmado. El jueves en el Congreso asistimos al primer acto de esa campaña y al eje central de la misma, la autodeterminación. Lo que se preveía como un paseo triunfal de Illa se ha convertido en un escenario mucho más favorable a Puigdemont.

Es fácil entender el cabreo cósmico que Sánchez debe tener con su vicepresidenta. En unos meses, Díaz se ha demostrado capaz de dinamitar su propio grupo parlamentario y la alianza estratégica entre el gobierno y ERC. El presidente le ha tenido que entregar la amnistía a Puigdemont sin contrapartida alguna y en un par de meses se puede ver obligado a investir al prófugo como Molt Honorable President. Seguro que en una tasca recién abierta en Malasaña corre la cerveza a la salud de semejante desastre político.

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