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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Sánchez en Telefónica, uy, qué peligro…

Los países socialistas son así: tienen impuestos altísimos, fuerte intervencionismo estatal y libertades decrecientes en todos los órdenes

Veintiséis años después de que en España se adoptasen medidas liberalizadoras de la economía, el Estado vuelve a ser accionista de Telefónica y aspira a tomar su control. El objetivo del Gobierno de Sánchez es hacerse a través de la Sepi con el 10 % del capital de la compañía española de bandera en el mundo de las telecomunicaciones. Se ha replegado Caixabank –también con participación estatal–, reduciendo su participación al 2,51 %, y justamente una hora después, por estas casualidades que ocurren en el sanchismo, entró la Sepi con un 3 %.

El Gobierno ha pretextado que se mete en Telefónica para salvaguardar la españolidad de la compañía tras la entrada en su capital de la saudí STC. Es un argumento que al público siempre le suena loable. Pero en una economía de mercado las empresas son de sus accionistas y la manera de salvaguardarlas es que propicien cambios en el timón de las mismas cuando la acción se hunde, como ha ocurrido en este caso, y cuando faltan ideas nuevas para engancharse a un futuro digital que ya es el autentico presente. Como pobre consuelo, digamos que ocurre lo mismo en toda Europa, pues hemos perdido el tren de manera lamentable y salvo la sueca Spotify no ha surgido una sola idea original de éxito en ese campo, mientras los chinos, por ejemplo, arrasaban con TikTok y Huawei.

¿Qué tal les suena la música de Sánchez metiéndose en el capital de Telefónica? Habrá opiniones para todos los gustos. A muchos nos resulta estridente y preocupante. Sin embargo no hace más que cumplir con su naturaleza, la del gobernante de izquierdas más radical de Europa y el único con ministros comunistas sentados en su gabinete. En un año en que va a ser incapaz de aprobar unos presupuestos, gastará 2.200 millones del dinero de todos nosotros en poner a Telefónica a su servicio. Y eso con una Sepi que bajo su férula en los últimos seis años ha multiplicado su deuda por diez, como bien ha recordado Jordi Benítez aquí en El Debate.

El socialismo es así, no cabe llamarse a engaños, porque los pasos son siempre los mismos. Fiscalidad abrasiva para los empresarios y los particulares que se han tomado la molestia de triunfar. Apuesta por el subsidio, en lugar de por estimular la iniciativa privada, porque con subvenciones masivas se pueden comprar masivamente voluntades en las urnas. Pezuña intrusiva del Estado en todos los ámbitos (en España colocando además de manera indefectible al frente de las grandes empresas públicas a apparatchiks del PSC). Y libertades decrecientes, empezando por la económica, pues cada pulgada que avanza el estado en las empresas es una que pierde el libre emprendimiento. Toda esta fórmula magistral presenta una curiosidad: jamás ha funcionado y cuanto más se persevera en ella, peor.

Imagino que habrá inteligentes tertulianos del régimen y finos analistas de la prensa global y las teles coloradas que considerarán estupendo que Sánchez controle a la empresa que recuenta los votos y que será el embrión del futuro grupo español de defensa (Indra). También les gustará que se haga con la multinacional por la que pasan nuestras comunicaciones (Telefónica), amén de mangonear la televisión pública, el instituto estatal de sondeos y el Tribunal Constitucional.

Otros somos tan fachosféricos que arrugamos la nariz y empieza a olernos a deriva bolivariana: todo debe pasar por el Estado, y, por supuesto, el Estado soy YO.

Con Sánchez mandando en Telefónica tendrá a su servicio una enorme plataforma de contenidos desde la que hacer propaganda, podrá controlar nuestras comunicaciones y saber con quién interactuamos y estará en disposición castigar a los medios disidentes con el régimen con la retirada de la publicidad de la compañía. ¿Alguien se cree que con semejante cañón a su servicio va a jugar limpio?