TVE, la de todos (los sanchistas)
El único ministerio que sigue siendo del PSOE aunque no gobierne no tiene problemas: es un problema en sí mismo
El último presupuesto de RTVE es de 1.900 millones de euros, no mucho menos que el del Ministerio de Sanidad. Y goza de una plantilla de 7.000 efectivos, que es más del doble que Atresmedia y Mediaset juntas, pese a lo cual necesitó contratar a productoras externas, agraciadas con adjudicaciones totales cercanas a los 300 millones.
Con todo eso cosecha resultados de audiencia discretos y, salvo gloriosas excepciones, no tiene por compensación la factura de un servicio público capaz de llegar donde las cadenas comerciales no quieren llegar por falta de reversión económica.
Le quitas Radio 5, salvo cuando recibe órdenes de no retransmitir en su integridad los plenos de control al Gobierno, Radio Clásica y algún espacio de La 2, y todo en el ente público es una grosera manipulación en favor de Sánchez, retribuida generosamente a los encargados de perpetrarla.
Unos se lo cobran presentando programas, otros acudiendo a ellos y algunos más produciéndolos, siempre bajo la batuta de directivos cortados por el mismo patrón que Tezanos en el CIS, Pumpido en el Constitucional o García Ortiz en la Fiscalía General del Estado, con quienes conforma el cuarteto de sicarios más ilustres del sanchismo: dos inducen estados de opinión y otros dos controlan los daños provocados por todos los excesos y negocios cometidos por el Régimen, o directamente los legalizan.
Tal es el nivel de podredumbre que incluso se permiten ya despellejarse entre ellos por ver quién llega más lejos en la sumisión al capo y en el reparto de los dividendos entre las distintas famiglias de la Cosa Nostra: la guerra entre Sánchez y López, apellidos de origen castellano con acento siciliano, no obedece a una disputa sincera por cumplir el cometido de la «televisión de todos», sino al deseo de llegar más lejos, más rápido y más exitosamente a los objetivos marcados por la Moncloa.
RTVE es el ministerio número 23 del sanchismo, el más siniestro con el permiso de los de Hacienda, Justicia e Interior, y el único de todos ellos que sigue siendo del PSOE incluso cuando el PSOE no gobierna, gracias a la consolidación de una estructura política y sindical a su servicio que el PP, con su inexistente política mediática, ha ayudado a perpetuar, con la recompensa conocida: viernes negros, huelgas políticas, vendettas internas y bochornos públicos.
Luego nos queda a los periodistas ajenos al contubernio el tedioso trago de recibir lecciones deontológicas no solicitadas ni necesarias, a ver si van a creerse capaces de enseñarle el güisqui a Johnny Walker, pero ésa es otra historia, tan diminuta como la catadura de los involuntarios maestros, socios de ese club de izquierdas que se concede a sí misma una autoridad moral superior y capacitante de los peores comportamientos: como tienen razón y defienden el bien, todos los medios para imponerlo son legítimos.
Felizmente los tentáculos no llegan al comedor de las casas, que pone en su sitio a tanto heraldo de la Verdad Absoluta con un simple gesto del mando a distancia: las grandes apuestas de RTVE, que ahora quería arrinconar a Pablo Motos con el bueno de David Broncano, acaban compitiendo en audiencia con las reposiciones de Alerta Cobra en Cuatro y los minutos musicales de La Sexta al alba.
Pero, eso sí, con los bolsillos de los amiguetes llenos, las vergüenzas de Koldo, Begoña, Armengol y Sánchez tapadas, la mujer de Feijóo o el novio de Ayuso acosados y el único programa que funciona los 365 días del año a pleno rendimiento: antes lo llamaban carta de ajuste, pero la modernidad lo ha rebautizado como ajuste de cuentas. Porque es la tele de todos, de todos los sanchistas.