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HorizonteRamón Pérez-Maura

Cuando el delincuente barbudo se declara mujer

Como además sucede que estos dos tipos –que tienen antecedentes– están casados con mujeres, hay que darles la consideración de lesbianas, lo que sin duda favorecerá sus condiciones amparadas por el movimiento LGTBI. Qué maravilloso tener tantos derechos. No paramos de mejorar

Decía ayer Alfonso Ussía en estas páginas que la Semana Santa ya no es lo que era y que «se ha convertido en una excusa de vacaciones y no se le concede importancia a su fuerza y sentido religioso». No le falta razón, aunque algunos intentemos conjuntar ambas cosas. Asistir al Domingo de Ramos en iglesias de Santo Domingo, Cancún, Cartagena de Indias o Marrakech como yo he hecho en los últimos años te lleva a ver realidades muy distintas de la Iglesia y de la Semana Santa y confieso que la africana que he visto este año me ha deslumbrado.

He pensado en ello cuando he leído en El Diario Montañés del Jueves Santo el siguiente titular a toda página en portada: «Los dos empresarios encarcelados por contratar a un sicario se declaran lesbianas». Y claro, lo que te viene a la cabeza es que lo que ha cambiado no es la Semana Santa sino España desde sus cimientos gracias a la obra de ingeniería social puesta en marcha por la izquierda española. La irreverente historia plasmada en La vida de Brian de Monty Python tenía una escena desternillante en que un hombre quiere ser mujer y todos los que lo veíamos en la década de 1980 reíamos hasta llorar. Hoy esa escena absurda se ha convertido en una realidad avalada por la ley.

Sucedió la semana pasada en el penal de El Dueso, en Cantabria. Ingresaban dos hombres investigados por contratar a un sicario para matar a otro hombre. Hasta ahí, nada especial. Delitos perfectamente previstos en el Código Penal. Cuando se procede a cachearles ambos declaran que son mujeres y que debe inspeccionarles una mujer. Parece que los funcionarios se lo tomaron con escepticismo –por decirlo de forma políticamente correcta. El problema llegó cuando cotejaron los DNIs de ambos y confirmaron que el sexo que se les asigna en el documento es el de mujer. Mujeres con barba, pelo en pecho y lo que corresponde entre las piernas. Sí, de todo eso había, pero son mujeres. Y eso les daba derecho a unas condiciones de reclusión mejores que las que tienen los hombres. Siendo mujeres no pueden ir a los dos pabellones de hombres. A la dirección de la prisión le parece que mandarles al de mujeres quizá genere problemas con las internas que hay allí, así que finalmente opta por un nuevo pabellón mixto que tiene celdas más grandes, baños individuales, gimnasio, y disponibilidad de patios restringidos a los internos de ese pabellón.

Como además sucede que estos dos delincuentes –que tienen antecedentes– están casados con mujeres, hay que darles la consideración de lesbianas, lo que sin duda favorecerá sus condiciones amparadas por el movimiento LGTBI. Qué maravilloso tener tantos derechos. No paramos de mejorar.

Y el Gobierno que ha creado el engendro de ley en el que se amparan estos dos delincuentes es el que está defendiendo una ley de amnistía que ha sido denunciada por toda institución legal sin excepción. Pues prepárense para sufrir sus consecuencias.

Ésta es la realidad de la España que nos ha traído Pedro Sánchez. Que no me hablen ahora de Irene Montero. Ésta es una ley del Gobierno Sánchez y no veo que mueva un dedo por cambiarla. Los derechos que asisten a estos delincuentes se los ha dado el presidente que hoy está refugiado en el Coto de Doñana y al que este disparate fruto de su propia actuación legal le habrá hecho mucha gracia. Después de todo lleva riéndose de la razón de ser de España desde antes de llegar a la Moncloa. Y lo peor es que siguen siendo millones los que le votan.