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El puntalAntonio Jiménez

El señorito cortijero Pedro

Tenemos un presidente del Gobierno que se comporta como un caprichoso reyezuelo bananero en contraste con un Jefe de Estado y Rey que se distingue por su prudencia

El señorito ha cerrado temporalmente el cortijo de la Moncloa y se ha trasladado junto a la familia, con ocasión de Semana Santa, a la residencia de descanso de Marismillas, en el extremo suroeste de su finca particular, que es en lo que ha convertido España.

Para su viaje, como suele hacerlo siempre, tomó los «Falcons», y escribo en plural porque fueron dos aeronaves las utilizadas después de que la primera presentara problemas técnicos a la altura de Ciudad Real, según se ha publicado, y regresara a Madrid-Torrejón, donde ya estaba preparado otro «Falcon» con su correspondiente tripulación con el fin de que el señorito Pedro y familia no perdieran un segundo de su valioso tiempo vacacional para volar a Jerez con la diligencia y premura debidas.

Ignoro si para llegar al corazón de Doñana desde Jerez lo hizo en coche hasta Sanlúcar, cruzó el Guadalquivir en la barcaza y se plantó en Marismillas en un todo terreno o, supongo que sería así, conociendo su afición a quemar queroseno con nuestros impuestos, utilizó un helicóptero Superpuma entre Jerez y el palacete del parque onubense.

Paradójicamente el mismo día que el señorito cortijero Pedro y Begoña con sus hijas y algún allegado disponían, como siempre hace, de los aviones del Estado para desplazarse hasta para ir al excusado, el Rey Felipe y Letizia regresaban a Madrid tras recoger a la heredera Leonor en Zaragoza, donde cumple con sus obligaciones académicas militares.

La Familia Real, a diferencia de la del señorito cortijero Pedro, viajó en coche e hizo parada a cincuenta kilómetros de la capital aragonesa, en La Almunia de Doña Godina, en un restaurante de carretera para picar unas raciones como suele hacer el común de los españoles.

No es raro encontrarse a los Reyes habitualmente mientras pasean por alguna zona del centro de Madrid, cenando en un restaurante o viendo una película en un cine de la capital. Cosa que sería algo excepcional y muy sorprendente en los señoritos Pedro y Begoña, dada la impopularidad del primero y su necesidad de encastillarse en el cortijo «monclovita» sabedor de los improperios que le dirigen y el rechazo que suscita en cuanto pisa la calle.

De tal forma que tenemos un presidente del Gobierno que se comporta como un caprichoso reyezuelo bananero en contraste con un Jefe de Estado y Rey que se distingue por su prudencia, discreción y, sobre todo, lejanía de la ostentación en el disfrute de los medios y recursos públicos.

La comparación es odiosa aunque necesaria para advertir hasta qué punto el señorito cortijero Pedro ocupa, controla e instrumentaliza de forma obscena medios, instituciones y organismos del Estado en beneficio propio, de sus amigos y conmilitones socialistas.

Recientemente vimos cómo entre promocionar a su mediocre exministra de Economía, Nadia Calviño, hasta conseguirle la chollo-presidencia del Banco Europeo de Inversiones, o la sede de Madrid para acoger la Agencia Europea contra el Blanqueo de Capitales y la Financiación del Terrorismo, antepuso el esfuerzo del Gobierno de España para lo primero, sin importarle que Madrid perdiera la opción de tener una institución europea con 400 empleos directos de alta remuneración, como denunció el alcalde Almeida.

En coherencia con el proceder del señorito Pedro actúan sus subordinados y ahí tenemos a la vicepresidenta tercera, Ribera, maniobrando, se ha publicado, para colocar a afines, amiguetes y familiares, incluyendo a su marido, en la comisión reguladora de la energía y en empresas semipúblicas del sector.

Y ¿saben por qué actúan así y hacen lo que hacen? Porque han perdido el pudor, no tienen vergüenza, y porque se creen impunes e inmunes a la crítica y a la reprobación de buena parte de la opinión pública, en el convencimiento de que el señorito cortijero cuenta con el favor de la mayoría de radios, televisiones y periódicos de su finca. Nos mean encima y dicen que llueve.

Si había alguna duda, el episodio rocambolesco de RTVE con el fichaje de un comunicador afecto al señorito y a la «troupe sanchista» para fastidiar el programa estrella, que no es de su agrado porque no le bailan el agua, de una cadena privada, ha colmado cualquier expectativa grosera, indecente e insultante sobre la utilización y manipulación que el señorito cortijero Pedro hace de la televisión pública con el dinero de nuestros impuestos fichando a golpe de talonario.

Nada excepcional, por lo demás, en un ente público que está al servicio de la «sanchosfera» cuya presidenta interina ha tenido, al menos, la honestidad de no disimular y reconocer que es militante socialista pero, eso sí, con el añadido de «progresista», que es el calificativo con el que el señorito cortijero Pedro y su banda justifican todas las tropelías y arbitrariedades que vienen perpetrando desde el poder.