Memoria democrática: ni un paso atrás
Como desgraciadamente para ellos ya no les queda ni Franco, ni José Antonio, ni Queipo de Llano por desenterrar, la estrategia es remover el odio contra quienes no creen que la polarización es útil. Estos quieren imponer su falsa verdad. Su tiranía intelectual
Tengo dicho, y me ratifico, que mi mayor decepción con el Gobierno de Mariano Rajoy fue que no derogase la Ley de la Memoria Histórica a la primera de cambio. Era una legislación que podía suspenderse sin necesidad de elaborar una ley alternativa como sería el caso con una ley de Educación, por ejemplo. La mayoría absoluta del PP permitía hacerlo y para mí, incomprensiblemente, no se hizo en ningún momento. A falta de ese paso elemental, llegó Sánchez e impuso la todavía más sectaria Ley de Memoria Democrática que ha llevado a España a una polarización similar a la de la II República que tanto gustan ensalzar. Una ley que es mentira desde su enunciación. Ni es memoria –todo es tergiversación– ni es democrática –es una pura exaltación de una deriva totalitarista como la que se vivió en la España republicana.
El ministro de Memoria Democrática, Ángel Víctor Torres, el amigo de Tito Berni y de Víctor Aldama, quiere que ahora no pensemos en seres tan inconvenientes. La atención hogaño tiene que estar fijada en otros horizontes. Así que, como desgraciadamente para ellos ya no les queda ni Franco, ni José Antonio, ni Queipo de Llano por desenterrar, la estrategia es remover el odio contra quienes no creen que la polarización es útil. Estos quieren imponer su falsa verdad. Su tiranía intelectual.
Torres, encantado de hacer declaraciones extremadamente tendenciosas, afirmaba ayer que «Las mujeres no tenían durante la dictadura la capacidad de abrir una cuenta bancaria. ¿Cómo choca eso con las maestras de la República?» Pues le voy a decir yo cómo choca. Partiendo de la base de que en la primera legislatura de la II República la izquierda española se opuso al sufragio universal femenino. Encabezó esa oposición Victoria Kent, militante del Partido Republicano Radical Socialista y directora de Instituciones Penitenciarias. Finalmente, ese debate lo ganó Clara Campoamor, diputada de Acción Republicana, con la oposición de la mayor parte de la bancada socialista, incluyendo a su jefe máximo, Indalecio Prieto, que se ausentó con otros socialistas para no votar la ley, que definió como una «puñalada» a la República. Una «puñalada» porque creían que el voto de las mujeres sería manipulado por los sacerdotes. Así valoraban el intelecto de una mujer. Y esto creo que no va estar incluido en el temario educativo de la Ley de Memoria Democrática. Se admiten apuestas.
Dice el ministro Torres que «La ley de Memoria Democrática es concordia, es cerrar heridas». Hace falta ser hipócrita. Esta ley es la antítesis de la concordia que buscó Adolfo Suárez Illana en la legislatura pasada y que Pablo Casado no le permitió presentar. Una vez más, la derecha dejándose comer el terreno.
El objetivo ahora es pleitear con las mayorías del PP y Vox en Aragón, donde ya se ha derogado la Ley de Memoria Democrática, y contra los proyectos de la Comunidad Valenciana y Castilla y León, donde se pretende una ley de Concordia. La antítesis de lo que ha hecho la izquierda. Ahí se aspira a incluir a «todas las víctimas de la violencia social, política, del terrorismo o de persecución ideológica y religiosa desde el año 1931». Algo intolerable para la tiranía de la mentira que no puede aceptar que se otorgue el mismo régimen de protección y de reconocimiento a «las víctimas de la II República y del terrorismo» que a las víctimas de la Guerra Civil o de la dictadura. Siempre habrá muertos de primera y de segunda. Unos asesinados que lo merecían y otros que no. Los que defienden esto son los que nos gobiernan. Con un par. Espero que el PP y Vox no den ni un paso atrás.