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Desde la almenaAna Samboal

Émulos de Atila

Tal vez, en opinión de Puente, Oiguo tendría que haber hecho suya la estrategia de este gobierno: quitarnos el dinero del bolsillo para después devolvernos una propinita en forma de regalo, por el que tendríamos que mostrarnos sobradamente agradecidos

Un ministro airado, quejándose de que los ciudadanos a los que gobierna pagan precios más bajos. Es lo último que nos quedaba por ver. O lo penúltimo, porque no hay día que no tengamos noticia de una fechoría gubernamental –o de sus aledaños– en esta legislatura. Óscar Puente, el señor responsable del transporte público, exige a una compañía extranjera que nos cobre precios más altos por llevarnos en tren. ¡Inaudito! Pero el esperpento alcanza tal magnitud que ya ni siquiera nos molestamos en protestar. O quizá es que les hemos vuelto la espalda para no andar todo el día cabreados. O es que esta sociedad está bovinamente anestesiada.

Tal vez, en opinión de Puente, Oiguo tendría que haber hecho suya la estrategia de este gobierno: quitarnos el dinero del bolsillo para después devolvernos una propinita en forma de regalo, por el que tendríamos que mostrarnos sobradamente agradecidos. Es el modus operandi que ha puesto de moda la vicepresidenta Montero. Lo hizo en Andalucía y, dado que ha su partido le garantizó durante décadas el gobierno, lo ha replicado sin avergonzarse en el resto de España. Habríamos de recordarlo a la hora de hacer la declaración de la renta en las próximas semanas.

De cada diez euros que ganamos, Hacienda se lleva cinco. De media. Porque, si ganas más, más te quita. El esfuerzo y el talento, en vez de fomentarse, convierten al susodicho en tonto útil, candidato a recibir el sablazo oficial. Matar el mérito, el esfuerzo y la creación de riqueza, con tal de seguir engordando las arcas del Estado a beneficio de unos cuantos. Porque, después, para que sientas que vives en un Estado que se preocupa por las personas, Montero y sus compañeros del consejo de ministros regalan una paguita de 400 euros si alcanzas la mayoría de edad, te invitan al cine si estás jubilado o te dejan okupar una vivienda si dices que estás tieso, mirando para otro lado cuando fuerzas la cerradura. ¡Qué generosidad!

Y, mientras la gran mayoría de los trabajadores, llegan a casa reventados y sin ganas de ver el telediario, porque ¡¿para qué?!, ellos se montan una cátedra para que la señora del presidente viaje de San Petesturgo a República Dominicana, pasando por Kenia, por la cara o se forran regalándote mascarillas contra la Covid que tú previamente has pagado. Eso sí, tres o cuatro veces por encima de su coste, como algunos billetes de tren hasta que llegó la competencia al transporte ferroviario.

Eso sí, que no les pregunten por este asunto en el Senado. Se enfadan y no asisten a la sesión. Están a punto de vetar la cámara alta, valiéndose de cualquier excusa peregrina. Dirán que es facha. Ya han arrasado la credibilidad del INE, el CIS o la Fiscalía, ¿qué más da, llegados a este punto, llevarse por delante la poca que queda del parlamento o la del Banco de España? Tardará en volver a crecer la hierba por donde han pisado. Pero ellos no lo verán. Vivirán en un bonito chalé, con vistas al mar, en República Dominicana.