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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

De Franco a Frankenstein

El show propagandístico de Sánchez en el Valle de los Caídos nada más aterrizar de Qatar acredita sus nervios y prisas por tapar los follones de su cónyuge

Anda el líder supremo más nervioso e irascible que una pantera sometida a una dieta vegana. El caso Bego, cuya revelación no entraba en sus cálculos, sitúa la corrupción del PSOE en su propio tálamo. Así que hay que salvar como sea a la seudo primera dama. Urge levantar cortinas de humo ante el goteo de revelaciones sobre sus andanzas lobísticas. Y este jueves las lanzaron a pares. Primero recurrieron, ¡una vez más!, al ministro sin cartera del PSOE, Franco, con un profano show de Sánchez ataviado en plan CSI en el Valle de los Caídos. Para amenizar la hora del vermú, los medios de izquierda convirtieron en un escandaloso Watergate el hecho de que el número dos de Ayuso se ha tomado una Fanta en un bar con el novio de la presidenta.

Para armar su maniobra de distracción, Sánchez se tomó la molestia de plantarse en el Valle de los Caídos poco después del alba. Lo hacía además recién aterrizado de su gira árabe, donde inclinó la testuz ante el Príncipe saudí con una reverencia que le niega a nuestro Rey. El Debate se enteró de su visita y pudo adelantarla en exclusiva porque se rodea siempre de un despliegue de escoltas de dimensiones putinianas, que es imposible que pase desapercibido. Para la ocasión añadió a la comitiva a dos fotógrafos y un cámara, a fin de rodar un vídeo propagandístico de dos minutos y medio y distribuir 29 fotos paseándose por el Valle de los Caídos. Acompañado por el ministro Torres –salpicado por el caso Koldo–, Sánchez incluso se disfrazó con un mono para escuchar con carita compungida en una cripta las explicaciones de los forenses frente a los huesos de algunos de los 160 republicanos allí enterrados que han sido reclamado por sus familias, que en paz descansen.

De Franco a Frankenstein. Del inventor de la «democracia orgánica» hemos pasado al de la democracia inorgánica, pues le va retirando los imprescindibles nutrientes del respeto institucional, la verdad y la observancia de la ley. No sé si veo fantasmas. Pero ante las imágenes de Sánchez paseándose altivo por la nave central de la basílica -un templo católico, donde se presentó sin el permiso de la congregación religiosa que reza allí y lo cuida- por un instante tuve la sensación de que la historia completaba su ley del péndulo y pasábamos de un autócrata de derechas a uno de izquierdas.

Los descendientes tienen todo el derecho a reclamar la identificación de sus antepasados, faltaría más. Pero resulta reprobable que el presidente eche sal–¡88 años después!– a las heridas de la Guerra Civil solo para montar un número propagandístico con el que intentar desviar la atención por unas horas de los problemas de corrupción de su partido y su mujer.

Curioso: la postura de Franco ante el concepto del Valle de los Caídos fue más conciliadora que la del actual jefe del Gobierno Frankenstein. Las obras del faraónico monumento comenzaron en 1940 y fue inaugurado en 1959. Allí fueron enterrados 33.847 combatientes de la Guerra Civil, entre ellos 5.800 republicanos, cuyos restos se mezclaron con los de sus adversarios. Franco tomó la decisión de llevar también allí a sus enemigos mediante un decreto firmado en agosto de 1957, donde se explica que «el sagrado deber de honrar a nuestros héroes y nuestros mártires ha de ir siempre acompañado del sentimiento de perdón que impone el mensaje evangélico», por lo que «este ha de ser el Monumento a todos los Caídos, sobre cuyo sacrificio triunfen los brazos pacificadores de la Cruz».

Esa decisión de Franco incluso suscitó críticas entre los suyos, según cuenta en sus memorias su secretario y primo, Franco Salgado-Araújo. Cuando se las transmite, cuenta que le respondió así: «Hubo muchos en el bando rojo que lucharon porque creían cumplir con la República, y otros por haber sido movilizados forzosamente. El monumento no se hizo para seguir dividiendo a los españoles en dos bandos irreconciliables». Es decir, el dictador mostraba una visión más conciliadora que la que muestra el aprendiz de dictador, un mandatario que poco a poco va saltándose las convenciones que hacen que una democracia sea realmente tal. Zapatero y Sánchez han fomentado el retorno a los dos bandos irreconciliables debido a que un PSOE romo en el manejo de la economía llegó a la conclusión de era su única manera de mantener una base electoral.

Ayer se presentó un «Proyecto de ley contra el fascismo, neofascismo y expresiones similares», que «prohíbe el pensamiento neoliberal y conservador en todo el país». No, no ha ocurrido aquí. Ha sido en la dictadura de Maduro. Pero reconozcámoslo: si un día de estos Bolaños diese una rueda de prensa para presentar un decreto similar ya no nos extrañaría demasiado.

Relevar a Sánchez, desatado y asociado con los más tenaces enemigos de nuestro país, empieza a suponer una cuestión de convivencia y libertad.