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DivisaderoAntonio Pérez Henares

El izquierdismo sectario contra la Historia de España

La deriva ha sido tan constante como acelerada a partir de principios del siglo XXI con el advenimiento de Zapatero

Lo que nunca fue hasta hace poco más de medio siglo sino una rebaba extrema y minoritaria, la condena como reo de un crimen universal de la Historia de España, se ha convertido en pauta, mantra y cuerpo doctrinal hegemónico de la izquierda española. Que ya incluso abjura de tal condición de pertenencia a ella pues aunque aunque la conserven en las siglas cada vez la ocultan más y utilizan cualquier eufemismo para no tener que pronunciar el nombre que parece quemarles en la boca. Por cada vez que, y si les conviene mucho, pronuncian la palabra España dirán una docena, o hasta un centenar de veces «Estepaís» o algún estropajo similar.

La deriva ha sido tan constante como acelerada a partir de principios del siglo XXI con el advenimiento de Zapatero, precursor, protector e impulsor de ello como de los más hondos y hasta puede que irremediables y profundos daños que afectan a nuestra Nación y que ahora encollerado a Sánchez y el sanchismo rampante se ha desbocado hasta el paroxismo y nos amenaza a todos como ciudadanos en nuestra convivencia, igualdad, derechos, libertades y Constitución.

No solo han asumido como propios los delirios de la extrema izquierda (por ejemplo aquel criminal FRAP ahora en beatificación) del ahora retornado al estalinismo, espantajo de aquel extinto PCE de la transición y los del separatismo mas xenófobo, reaccionario o incluso heredero, y no solo político, del terrorismo mas criminal. Han dado un paso más, son ellos quienes se han puesto en cabeza de la operación destrucción de todo lo que suponga cimiento, vertebración y sentimiento de pertenencia a una Patria compartida, su lengua, su arte, su cultura y, por supuesto, su historia, quizás y sobre todo ella, común.

Tres son los ejes esenciales del ataque anti Historia y anti España que desde la educación infantil a la universidad, pasando por todo medio de comunicación y red social y hasta los anuncios publicitarios no dejan de martillear los cerebros en un adoctrinamiento masivo por tierra mar y aire que no descansa ni un minuto al día ni en las fiestas de guardar o incluso en las de pecar. Uno es la Reconquista, el otro el Descubrimiento de América y el colofón la propia existencia de España, como algo a hasta anteayer. Dicen que hasta el siglo XIX, pero en realidad lo que quieren decir es que hasta la II República, único periodo que merece la pena recordar y «memorizar».

El argumentario en los tres casos no pasa de la categoría del panfleto y se inscribe mas en la consigna y la soflama que en los argumentos, pruebas y razones, aunque hay veces que ocupen más de medio millar de paginas, pero se ha convertido en dogma de obligado e impuesto cumplimiento que no admite ni duda ni menos aún critica a no ser que quieras ser arrojado a la hoguera de la neo-inquisición o a las tinieblas exteriores donde deben estar los apestados que no creen en los mandamientos de lo políticamente progre.

Así que se despacha la Reconquista negándola sin más como tal, tras afirmar que no hubo conquista musulmana, sino cariñosa aceptación y aquí no había nada, ni una calzada ni un acueducto ni una ciudad ni una terma romana ni un reino visigodo sino todo lo trajeron unos bereberes del desierto del Sahara que eran cultísimos, pacíficos, tolerantes y sabían muchísimo de regadíos. Covadonga no existió, aunque lo digan y dejaron escrito los propios moros que sí. Y el reino astur salió de una chistera clerical y luego todo fue encono, ataque y destrucción de la maravillosa civilización islámica hasta echarlos y haber impedido el poder hoy gozar aquí de su benéfica civilización como hacen, sobre todo las mujeres, en Irán, Libia o Afganistán.

El Descubrimiento de América se niega también. Y se le insulta, además. No importa que aquel fuera el viaje más trascendental de la historia, que cambió la percepción del mundo, que lo transformó de manera total, ni que ni nosotros sabíamos que aquel continente estaba allí, que había un océano detrás y que se podía circunnavegar hasta que lo hicimos y lo contamos ni ellos tenían la más remota idea de que fuera de allí hubiera algo ni alguien mas. La única palabra que define eso es «descubrir».

Pero no. Para ellos eso se llama «genocidio». Nuestro Imperio era una anomalía y una atrocidad. No había habido antes ni jamás hasta el nuestro ni conquistas ni imperios «imperialistas» y según les parece no los hubo después. No se paran ni a pensar que por aquel entonces y hasta mucho después del siglo XV nadie cuestionaba ni las conquistas ni los imperios ni tampoco, por ejemplo, la esclavitud que era de lo mas normal, podías tenerlos y te podían tener. Horroroso si. A los ojos de hoy.

Pero encima resulta que el Imperio Hispano sí tiene alguna diferencia y es crucial. Lo que el mismo hoy demuestra es que dentro de él, y con siglos de antelación, se produjo algo inaudito. Por ejemplo, el prohibir hacer esclavos, la gran reina Isabel, a los indígenas pues se entendió que no eran colonas sino territorios españoles y por tanto súbditos de la corona, se hicieron las leyes de Indias y desde el primer momento fue moneda común el mestizaje y los matrimonios interraciales y los derechos de sus herederos no solo admitidos sino alentados y sancionados por ley (en 1514, en EE.UU., 1967).

Y aún más, se puso en tela de juicio, precediendo en más de dos siglos a las ideas de la Ilustración el propio derecho de conquista y sobre la mesa del debate, afloró la cuestión troncal que alumbraría al mundo después, la universalidad y amparo para todos de los Derechos Humanos. Eso, al igual que la denuncia de los propios abusos y atrocidades, que las hubo y no pocas, lo hicimos nosotros mismos y lo enjuiciamos y perseguimos, es el legado de Francisco de Vitoria y la escuela de Salamanca, el padre del Derecho Internacional y de la Controversia de Valladolid.

Sobre todo ello hay por demás una prueba palpable, visible y mayor. Hoy en lo que fue el territorio del Imperio Hispano el número de población indígena y mestiza alcanza porcentajes que superan el 70 %, el 80 % y hasta el 90 % de la población. ¿Cuál es ese porcentaje en el norte de esa misma América sometida a otros imperios posteriores como el inglés? Pues no alcanza ni un 2 %. ¿Sobre quien debe entonces caer la acusación por genocidio?

Estos dos supuestos estigmas por lo que deberíamos pedir perdón vienen a concluir en algo ya definitivo y final. La propia existencia de España, de nuestra Nación como tal, que viene a suponerse un ente ectoplásmico de reciente invención y por ello sin problema a la hora de su despiece y disolución.

Argumentos que lo refutan ya se han ido deslizando a lo largo de las líneas anteriores, pero para concluir esta pieza me voy a permitir tomar de prestado lo que un rey apodado El Sabio, Alfonso X, aún siendo el tan solo de una parte escribió, al respecto allá por el siglo XIII, cuando Toledo se estaba convirtiendo en la Luz de Europa. Allí se recopiló y se tradujo todo el saber, el greco-romano, traído por los Omeyas de Siria, el latino custodiado en la Hispania romana, el hebreo y el propio musulmán y se tradujo y se extendió por el mundo. Fue desde España y aquí se vino a buscar desde donde rebrotó la gran luz que no mucho después alumbraría a toda Europa. Fue así y no al revés. Y se tradujo al castellano, al español, la primera lengua occidental a la que fue traducido el saber universal, fue la nuestra, que cosa más rara ¿verdad?

A esa España, que ahora quiere borrar el sectarismo ideológico y la prepotente ignorancia que pretender extenderse como verdad, es a la que canto y describió así y, como lo hace mejor que yo se lo dejo como argumento final contra las hordas de la cancelación de nuestro pasado, nuestra esencia y nuestra raíz es a la que cantó así el Rey sabio en su Oda a España:

"E cada una tierra de las del mundo et a cada provincia honró Dios en señas guisas, et dio su don; mas entre todas las tierras que ell honró más, Espanna la de occidente fue; ca a esta abastó él de todas aquellas cosas que homne suel cobdiciar. (E los godos) fallaron que Espanna era el meior de todos, e muchol preciaron más que a ninguno de los otros, ca entre todas las tierras del mundo. (...) riega se con cinco ríos cabdales que son Ebro, Duero, Tajo, Guadalquivil, Guadiana; e cada uno dellos tiene entre si et ell otro grandes montañas et tierras; et los valles et los llanos son grandes et anchos, (…) Espanna es abondada de mieses, deleitosa de fructas, viciosa de pescados, sabrosa de leche et de todas las cosas que se della facen; lena de venados et de caza, cubierta de ganados, lozana de caballos, provechosa de mulos, segura et bastida de castiellos, alegre por buenos vinos, folgada de abondamiento de pan; rica en metales, de plomo, de estaño, de argent vivo, de fierro, de arambre, de plata, de oro, de pied.

¡Hay que ver que cosas para no haber siquiera existido!