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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Aburrimiento

Para estar oficialmente informado, había que leer 'El País', y mostrarlo en la calle, causa de mi absoluta desinformación, porque 'El País', técnicamente impecable, era –y lo sigue siendo– un tostón

Al fin, El País se ha ocupado de Begoña Gómez. Lo ha hecho aprovechando el cansancio del escaso periodismo libre que queda en España y al que parece aburrirle el seguimiento de esta peculiar mujer. Y como era de esperar, el texto del antaño exitoso periódico ha sido laudatorio y dulce como un empachoso bloque de membrillo. Todos los días surgen nuevas noticias de los tejemanejes de captación de fondos de Begoña Gómez, pero lo habitual aburre hasta a las ovejas. El periódico ideado por Fraga Iribarne y posteriormente dominado por Jesús de Polanco no se ha interesado por las actividades improcedentes de la esposa del presidente del Gobierno, que, en realidad, es el que manda en su dirección.

Curiosa historia.

Como decía Pío Cabanillas Gallas, «a Manolo Fraga le cabe todo lo que ha leído en la cabeza, pero ni una letra más». No conocía a la gente. Era excepcionalmente inteligente, pero poco listo. Su periódico, El País, tuvo en principio, con anterioridad a su aparición, dos posibles directores, elegidos por Fraga. Carlos Mendo y Darío Valcárcel. Fraga era embajador de España en Londres, y se hizo a la medida un bombín. Juan Luis Cebrián dirigía una publicación muy plausible, pero irrelevante. Y acudió a Londres a entrevistar al embajador Fraga. Su entrevista, de gran extensión y profundidad, encandiló al entrevistado, y a partir de aquello, Carlos Mendo y Darío Valcárcel desaparecieron del futuro del nuevo periódico. Cuando Jesús de Polanco, antiguo falangista, montañés de Santillana del Mar y listísimo empresario, se hizo con la mayoría del accionariado con el apoyo incondicional de otro montañés, Pancho Pérez, nacido en El Turujal, uno de los enclaves más necesitados de La Montaña, el director del nuevo periódico, cuyo primer número se adueñó de la calle después de fallecer Franco, fue el elegido por Fraga, Juan Luis Cebrián, periodista brillante, también surgido de la Falange, subdirector del Informaciones perteneciente a los principales Bancos, y muy bien dirigido por Jesús de la Serna. Y El País, con una inteligente estrategia empresarial, cubrió el espacio que demandaba la izquierda española, y fundamentalmente, el Partido Socialista.

Conocí a Polanco en casa de Íñigo y Vicky Oriol. «Para mí, la izquierda española representa exclusivamente el beneficio de mi negocio. El País es mi plataforma, y la izquierda, mi mejor cliente». El editor montañés se convirtió en el hombre más poderoso de España. Fallecido Polanco y retirado Cebrián, El País y su grupo Prisa, perdieron una buena parte de su influencia, y las deudas atemorizaron a los accionistas.

No obstante, para estar oficialmente informado, había que leer El País, y mostrarlo en la calle, causa de mi absoluta desinformación, porque El País, técnicamente impecable, era –y lo sigue siendo– un tostón.

Negarle calidad en la dirección a Juan Luis Cebrián es caer en una grave injusticia. Fue un gran director y poderoso manipulador, siguiendo a rajatabla las indicaciones del inteligente empresario Polanco. Ahora me dicen que lo dirige una señora que se llama Pepa Bueno, y que está entregada a Sánchez. De ahí su silencio ante el escándalo comisionista de Begoña Gómez. Y que el máximo accionista no es montañés, sino un empresario de orígenes armenio y libanés nacido en Francia, con un apellido, Oughourlian, que no sabe pronunciar ni la directora del medio. No obstante, ya en plena decadencia, Sánchez se ha apoderado de su línea editorial. Antaño, los ministros llamaban a Polanco y Cebrián para pedirles favores, y ahora los favores los solicita –y siempre le son concedidos– El País a los políticos gobernantes.

La orden fue tajante. «Lo de mi mujer, no existe». Y no ha existido. Pero aprovechando el aburrimiento de los medios de comunicación en el mantenimiento estelar del Caso Begoña, al fin El País de Pepa Bueno ha procedido al lengüetazo.

Y hay que combatir el aburrimiento. Lo que puede terminar con quien está terminando con España, es el caso Begoña. Así que, ánimo, y no cejar en el empeño.