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Pecados capitalesMayte Alcaraz

Miss Mundo

A nuestra civilización le queda cada vez menos tiempo para protegerse de un enemigo exterior que no solo es militar, sino económico, comercial y, sobre todo, cultural

Pedro Sánchez va de guapazo y los guapazos y guapazas que se presentan a los certámenes de belleza abogan siempre por la paz en el mundo. Cuando en la tele veíamos elegir a las misses, antes de que Irene Montero decretara que son reliquias del patriarcado, era una delicia escuchar a las candidatas a Miss Mundo responder al jurado que, con malas pulgas, las interrogaba sobre geoestrategia y política internacional y ellas siempre coincidían en defender el entendimiento entre naciones, la paz planetaria y la reconciliación entre diferentes. Era enternecedor. Así que Pedro, que no ha sido elegido el más guapo del mundo, pero sí presidente títere de un jurado de malhechores, está obligado a responder siempre como si fuera un remedo de Gandhi. Porque a los miembros del jurado de presidentes felones les gusta la equidistancia, incluso la adscripción al eje del mal: Otegi, Puigdemont, Ortúzar y Junqueras prefieren los latigazos a las mujeres en Teherán que la defensa de Israel frente a satrapías que la quieren aniquilar. Eligen los misiles asesinos lanzados por Putin contra la población civil de Ucrania antes que aumentar el presupuesto militar de Europa para blindarse ante una amenaza creciente.

En el jurado que ha elegido a Pedro el más traidor de la clase está Arnaldo, que es un acreditado defensor de la vivienda –en formato pisos-franco– y de la paz mundial –en versión, si no opinas como yo te pego un tiro en la nuca–. Por eso, le gustan los ayatolás que dan una paliza a las chicas que se quitan el velo y a los homosexuales, que ni LGTBI ni ocho cuartos, los cuelgan de una grúa. Eso es lo que ya calificó su amigo Pablo Iglesias como «cabalgar las contradicciones». Es decir, cobrar de la guardia revolucionaria iraní porque ese régimen, la izquierda y los separatistas españoles tienen un objetivo común: acabar con Occidente. A dinero regalado por las dictaduras teocráticas no les mires el diente asesino.

Leía ayer un análisis interesante sobre el ataque de Irán a Israel y el contexto geoestratégico y me quedé con una reflexión muy oportuna: cada vez las autocracias son más perfectas y las democracias, nuestras democracias, más imperfectas. Miremos el mapa: Rusia, Irán, Venezuela, China, Yemen y algunos gobiernos latinoamericanos forman parte de un eje criminal que solo busca una cosa: acabar con los valores democráticos, desde la superioridad de tener a sus poblaciones sojuzgadas y no contar con opiniones públicas críticas. Y los que deberíamos defendernos, el mundo occidental, cada vez somos más tibios y vacuos, con enemigos internos que conspiran para cargarse nuestros Estados de derecho en sociedades que no están satisfechas con sus sistemas y votan opciones antisistema. Es decir, a nuestra civilización le queda cada vez menos tiempo para protegerse de un enemigo exterior que no solo es militar, sino económico, comercial y, sobre todo, cultural.

Valga un ejemplo para saber de qué lado tenemos que estar: si yo viviera en Irán no podría estar escribiendo este artículo sin ser detenida. Ni conducir sola, ni abrir una cuenta corriente en solitario, ni acudir a sentarme en una cancha de fútbol junto a hombres que no fueran mi marido, mi padre o mi hermano. Yolanda, otra aspirante a miss mundo con el entendimiento nublado por la laca, tampoco podría decir las chorradas que sostiene si viviera bajo la bota de los ayatolás, esos a los que ampara con mensajes tibios sin condenar los misiles que lanzaron contra Israel.

Aunque todo esto parezca menor, en absoluto lo es. Aquí se está librando una batalla definitiva. Por un lado, las autocracias sanguinarias que luchan contras las democracias débiles que gastan sus recursos y energías en políticas para las minorías y que abdican de sus valores y creencias. Junto a los primeros, están conspirando desde el corazón de los Estados de derecho partidos disruptivos, antisistema, formaciones de izquierda radical y separatistas de naciones como España para desestabilizarlas. De ahí que Puchi se aliara con Putin, de ahí que Yoli ataque a Israel, y, sobre todo, de ahí que Pedro Sánchez, que se busca una salida europea como líder de la izquierda «internacional y pacifista», se afane en el Estado Palestino. De ahí también que se comporte como una Miss –o Míster– Mundo encendiendo el mecherito por la paz entre los hombres.