La avería moral de Pello y los que le van a votar
Ni ETA luchó por liberar al País Vasco de una dictadura («solo» mató durante el franquismo a un 5 por ciento de las 850 víctimas que causó); ni Otegi es el hombre de paz, al que debemos dar las gracias porque ETA dejara de asesinar
Cuando las cadenas de televisión van a emitir unas imágenes duras o de alto contenido sexual, suelen advertir a sus televidentes de que «las escenas pueden herir su sensibilidad». Ayer escuchando al repugnante e inmoral candidato de Bildu a las elecciones de pasado mañana, Pello Otxandiano, pedir perdón a las víctimas si ha herido «su sensibilidad», cuando se negó a calificar al terrorismo como terrorismo, sentí asco. Sí, asco. Asco por quien no hace más que esputar paladas de desvergüenza sobre las tumbas de más de 850 inocentes, 2.600 heridos y casi 90 secuestrados, cuya sensibilidad no solo fue zaherida, sino machada. Como su propia vida. Este siniestro ingeniero, colocado para lavar la imagen de su partido, sigue hablando de la «memoria plural» y sin condenar a los matarifes que inspiran su trayectoria.
En 2024 este personaje, que no va a llegar a ser lehendakari por los pelos, no quiere llamar terrorista a ETA por razones no solo estratégicas, sino ideológicas, inmorales, de fondo, que se apoyan en que Bildu tiene una camada de jóvenes que le votan, unas juventudes hitlerianas que gustan defender la raza vasca no construyendo viviendas sociales sino batiendo al que llaman impuro; que miran de forma romántica el terrorismo y que estarían encantados de que Bildu-Sortu-Batasuna, con su brazo armado ETA, ese resorte de terror latente, volviera a pegar tiros, volviera a poner bombas en los bajos de los coches de los guardias civiles o volviera a destrozar las piernas de adolescentes que acuden a clase.
Eso que Otxandiano llama «ciclo político», que realmente es la vocación de sus amigos de poblar los cementerios de víctimas desmembradas por goma-2, es en su lógica una práctica buena, incluso deseable para un nostálgico del paraíso aberzale: lo de descerrajar un tiro en la nuca era un ideal revolucionario, que sirvió para alimentar su monstruoso marco mental según el cual hay que combatir al Estado «represor» desventrando a un pensionista que va a jugar la partida de mus al centro cultural de su pueblo. Eso es lo que emerge cuando la piel de cordero con la que ha vestido Pedro Sánchez a Bildu se cae ante la pregunta básica de un periodista: «¿ETA fue una banda terrorista?»
Y cuantas más veces Pilar Alegría u Óscar Puente diga que es una cobardía que el títere de Otegi no llame al pan, pan y al vino, vino, más se descubre el blanqueamiento canalla y oportunista que se ha hecho durante estos casi seis años del brazo político de los terroristas. Por siete cochinos votos. Y luego está el PNV, que tampoco es inocente. Cómo olvidar cuando el simpar Arzalluz llamaba a los asesinos «los chicos de la gasolina» y se reconocía receptor de las nueces que conseguía ETA tras mover el árbol –en su argot, matar al personal. Ahora los nacionalistas herederos del xenófobo Sabino Arana exigen condenas a Bildu porque los proetarras les están soplando en la nuca si no les han dado ya el sorpasso; no porque Ortúzar o Urkullu o sus antecesores hayan contribuido nunca a acabar con el terror.
Ahora, caretas fuera. Ni ETA luchó por liberar al País Vasco de una dictadura («solo» mató durante el franquismo a un 5 por ciento de las 850 víctimas que causó); ni Otegi es el hombre de paz, al que debemos dar las gracias porque ETA dejara de asesinar; ni Bildu va a cosechar un buen resultado gracias a su compromiso con las políticas de Estado, sino al blanqueamiento desvergonzado de Pedro Sánchez; ni las víctimas van a tragar nunca –ni nosotros tampoco– con que se pase página; ni es de recibo que una sociedad –decididamente enferma– vaya a convertir dentro de 48 horas a un deplorable individuo como Otxandiano en líder de masas.
A Sánchez –que ayer desde Bruselas sacó a pasear a Aznar para sacudirse su responsabilidad– le debemos esta infamia. A él y solo a él.