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El puntalAntonio Jiménez

Sánchez Renault

Sánchez nunca dejará de pactar y negociar con los legatarios de esa organización criminal mientras le vaya en ello su continuidad en la Moncloa

No hay pasaje cinematográfico más recordado en periodismo para definir el cinismo elevado al cubo que el protagonizado por el capitán de la gendarmería francesa en la magnífica Casablanca de Michael Curtiz.

Louis Renault, un tipo corrupto, desahogado, simpático y extremadamente cínico es obligado por los nazis a cerrar el Rick’s Café. Humphrey Bogart, propietario del local, le interroga: «¿Con qué derecho me cierra el negocio?» y Renault le responde: «¡Es un escándalo! ¡He descubierto que aquí se juega!», mientras un croupier le entregaba un fajo de billetes: «Sus ganancias, señor», que era la comisión que habitualmente recibía por permitir el juego.

Esa escena de Casablanca, el paradigma del cinismo más versallesco y desahogado que uno pueda imaginar, es perfectamente aplicable a la reacción de Sánchez y el PSOE tras, aparentemente, descubrir, dada la fingida sobreactuación de la portavoz Pilar Alegría o del tal Andueza, que Bildu no condena el terrorismo de ETA.

Dan a entender que acaban de descubrir una infamia perpetrada por su socio parlamentario y reaccionan con la impostada indignación de quienes han hecho de su quehacer político un juego de trileros mentirosos y desvergonzados.

Sanchez lleva cinco años dándose el pico con la formación política heredera de ETA, pactando en el Congreso y Navarra con Bildu a la que ha regalado la alcaldía de Pamplona, blanqueándola a pesar de no renegar del pasado criminal de la banda como muy bien sabían, y repentinamente, como Pablo cayendo del caballo, descubre en vísperas de los comicios vascos que se niega a reconocer que ETA fue una organización terrorista. A Sánchez Renault sólo le faltó decir «¡Qué Escándalo, Bildu, mi socio político, no condena el terrorismo de ETA y yo lo desconocía!».

Sánchez reprueba con la boca chica al candidato de Bildu, Ochandiano, por no hacerlo pero en otro alarde de cinismo estratosférico afirma que seguirá gobernando gracias a los pactos con los albaceas de ETA. Aunque la comparación es odiosa, me recuerda, salvando distancia y temática, a los entusiastas «curristas» que tras una mala tarde del Maestro de Camas repetían con sentido cabreo: «Curro, a la próxima corrida va a venir a verte tu tía… y yo también».

Es más, pasadas las elecciones vascas, Otegui volverá a ser nuevamente para el PSOE un hombre de paz, a pesar de estar imputado por el asesinato del directivo de Michelin, Luis Hergueta, uno de los varios centenares de crímenes terroristas de ETA sin resolver, y Bildu recuperará para los socialistas, ya sin las urnas de por medio, la condición de fuerza política democrática y progresista, como diría Óscar «Torrente» Puente, aunque siga sin renegar de ETA, ni reconocer que fue un banda terrorista.

Sánchez nunca dejará de pactar y negociar con los legatarios de esa organización criminal mientras le vaya en ello su continuidad en la Moncloa y en cambio excluye a un partido democrático y constitucionalista como Vox, en otra demostración evidente de su sectarismo e inmoralidad política muy en coherencia con su delegado de Gobierno en Madrid cuando afirmó que Bildu ha hecho más por España que todos los patrioteros de pulsera juntos.

Supongo que alguna víctima socialista, que fueron muchas en los años de plomo, se habrá estremecido en su tumba ante tanta indignidad e ignominia por parte de quien lidera actualmente el PSOE y de sus fervientes conmilitones.