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HorizonteRamón Pérez-Maura

Valle de los Caídos: derrotar a la mentira

Quienes califican el Valle como campo de concentración hacen el ridículo: por la conducta inapropiada se castigaba a los trabajadores con la expulsión. ¿En qué campo de concentración ha sucedido eso en la Historia?

En un tiempo en que la mentira se impone de todas las formas imaginables, empezando porque su uso no tiene coste para quien la emplea, me ha parecido relevante la aparición del documental sobre el Valle de los Caídos que se emite en el canal «Terra Ignota» en YouTube. Es un documento demoledor para la España actual porque demuestra la facilidad con la que se ha impuesto una mentira inmensa sobre el origen de esa abadía benedictina.

El documental tiene dos capítulos. En el primero intervienen dos personas, Pablo Linares Clemente, presidente de la Asociación en Defensa del Valle de los Caídos y Alberto Bárcena. El primero es nieto de un republicano, Antonio Clemente, que fue trabajador en la construcción de la abadía. Y fue trabajador libre, no un preso. Y el segundo es un historiador. Su detallada explicación es abrumadora. El objetivo del lugar siempre fue la reconciliación, como se estableció por decreto ley. Y Franco encontró muchos enemigos de su empeño entre sus propios compañeros de filas que no querían enterrar a los suyos con los que fueron sus enemigos en el campo de batalla. Y Franco lo impuso. Eso es algo que resulta inaceptable para la izquierda española del siglo XXI, como han demostrado Rodríguez Zapatero y Sánchez. Ellos no querían ninguna reconciliación. Ellos necesitaban vencer al muerto y desmantelar el único lugar del mundo donde están enterrados los muertos de los dos bandos de una guerra. Sánchez se ha empeñado en acabar con la unicidad de ese sagrado lugar. Probablemente porque allí, al rezar por todos los muertos, como hace el cenobio benedictino cada día, se está en realidad rezando por España.

El documental desmonta muchos mitos sobre el lugar.

• Es falso que los ganadores tengan un lugar preeminente sobre los perdedores.

• Es falsa la supuesta esclavitud de los presos allí. Las condiciones eran tan buenas que había más solicitudes para ir allí que puestos de trabajo.

• Por cada día de trabajo allí se llegó a redimir 6. Es decir, que quien tuviera una condena de 30 años de cárcel –que era por lo que normalmente se conmutaba una pena de muerte, si iba al Valle podía salir en 6.

• Se redimía pena por leer, por hacer deberes que se imponía a los iletrados, y cuando se estaba de baja por enfermedad se seguía redimiendo pena en las mismas condiciones que cuando se trabajaba.

• Si se tenía mujer e hijos a cargo, se subía la retribución de forma proporcional a quienes fueran parte de la carga familiar.

• La mayoría de los trabajadores fueron libres, no presos. Entre otras razones incontestables, porque la construcción duró –según la Wikipedia, en una entrada nada imparcial– de 1940 a 1958. Y los primeros presos políticos no llegaron hasta 1943 y los últimos fueron retirados en 1950. Y bastantes se quedaron después como trabajadores libres.

• Trabajadores libres podían traer a sus familias a vivir y escolarizar a los niños. Y también a veranear, alejados del calor de Madrid hasta que el abad consideró que aquello no era un lugar de veraneo.

• Quienes califican el Valle como campo de concentración hacen el ridículo: por la conducta inapropiada se castigaba a los trabajadores con la expulsión. ¿En qué campo de concentración ha sucedido eso en la Historia?

El segundo capítulo del documental aborda la vida de la comunidad benedictina y su cristocentrismo. Es una prueba incontestable de que ese sagrado lugar está dedicado a la oración y como alumno que fui de una abadía benedictina, Downside, lo que veo sobre la educación en su escolanía, apenas difiere de la educación benedictina que ha marcado mi vida de forma indeleble.

Termina el documental con un hecho conmovedor, que estremece al creyente: cuenta don Anselmo Álvarez, que fue Abad, que en Semana Santa de 1999 el GRAPO colocó en la abadía una bomba que no explotaría hasta mitad de la Semana de Pascua, a las 4,30 de la mañana. Se cerró la basílica y los monjes no pudieron entrar hasta tres días después. Cuando lo hicieron él mismo vio que en la mano derecha del Cristo crucificado que preside el Altar Mayor había una rosa roja. Fresca.