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Enrique García-Máiquez

Gana la verdad

Nada de esto es bonito, aunque es menos feo que una Bildu disimulada en un segundo plano y bajo la capa de supuestos apoyos puntuales parlamentarios

La gran subida electoral de Bildu es una noticia pésima, pero todavía podría ser peor. A Chesterton le divertía la anécdota de un niño al que preguntaron en el colegio los grados del adjetivo «malo». Contestó: «Malo, peor, y muerto». «Pésimo» le parecía que tenía un pase. Es un optimismo inoxidable el del niño, el de Chesterton y el mío. «¿Qué podría ser peor que un crecimiento brutal de los herederos de ETA?», me preguntarán ustedes. «¿Que ETA siguiese matando en vez de estar en las instituciones?». No, eso no sería tan malo, porque no significaría que los terroristas han sacado rédito de sus asesinatos y secuestros, y que buena parte de la sociedad vasca les aplaude.

Lo que sería peor es que no hubiésemos tocado fondo. Que Bildu, sin crecer hasta rozar la victoria, hubiese seguido marcando la agenda de la política vasca y del resto de España, forzando al gobierno de España a un continuo blanqueamiento y permitiendo que los medios gubernamentales y medio pensionistas mirasen hacia otro lado. Eso hubiese sido peor.

Con el puñetazo de Bildu en la mesa electoral, se ponen todas las cartas boca arriba. Los recogenueces se dan una castaña. Han empatado con Bildu en escaños, ganado en porcentaje y perdido en provincias 2-1. El PSOE, que creía que podría cabalgar al tigre, se encuentra que el tigre se le ha revuelto. El bochorno de un partido que incluye terroristas en sus listas y que crece el que más en la tierra misma que ensangrentó queda a la vista de todos; y ante Europa, tan ciega, sorda y muda para lo que no le interesa, pero esto lo tendrá que ver, aunque sólo sea para su propia vergüenza inmóvil e impotente.

Nada de esto es bonito, aunque es menos feo que una Bildu disimulada en un segundo plano y bajo la capa de supuestos apoyos puntuales parlamentarios. Que tendrán que seguir existiendo, si Sánchez pretende seguir en La Moncloa.

Sánchez seguirá en el gobierno con tres complicaciones añadidas. Una: la suma del PNV y Bildu, ambos independentistas, es abrumadora. Hay un fracaso patente de la llamada España constitucional. Dos: ¿impulsará Sánchez, si gobierna con el PNV, parte del programa de Bildu, para hacerse perdonar su preferencia por el socio de derechas? Sí, impulsará. Tres: ¿podrá seguir aunando los votos del PNV y de Bildu tras el inestable empate euskaldún? Cuesta trabajo pensar que sí. El PNV se sentirá amenazado por el crecimiento de Bildu y Bildu estará –lógicamente– crecido; y luego están sus votantes, muy de derechas, unos; muy de izquierdas, los otros. Pudiera haber un entendimiento por el interés mutuo entre las élites de ambos partidos, pero las bases se van a ver muy confrontadas en su nueva vida cotidiana.

Blanqueando a Otegui y al entorno les ha salido el tiro por la culata. Parece que los blanqueados son los socialistas y los peneuvistas, pero no es eso: es que están pálidos. Era cuestión de tiempo, pero ni aun así lo vieron venir y ya lo tenemos encima. Ahora no se puede engañar nadie, ni siquiera los engañadores profesionales.