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Unas líneasEduardo de Rivas

Sánchez se va y Xavi se queda

Pedro es un hombre profundamente enamorado, algo que no le exime de cumplir con su trabajo. Si así fuera, no conoceríamos una sola canción de Julio Iglesias

Llevamos seis años de Sánchez y sigue siendo tan imprevisible como las excusas que dará Xavi después de que pierda el Barça. Vale que se veía venir que pactaría con comunistas, separatistas e incluso con los herederos de ETA, pero en este tiempo son innumerables los cambios de timón que, además, le han salido bien.

Nadie había conseguido doblegar a su partido después de que le echaran, pero él encontró la forma. Nadie había ganado una moción de censura. Nadie nos había hecho votar en verano, pero ahí que fuimos en chanclas y bañador. Nadie había logrado formar Gobierno tras perder las elecciones y ahí sigue su colchón en Moncloa. Nadie había anunciado nunca que estaba pensando dimitir... y una vez más apareció el Sánchez pionero. Quiere ser el primero en todo y, quizás por eso, es una incógnita lo que pueda pasar el lunes, pero a buen seguro que será algo que nunca haya hecho nadie.

Le gusta sorprender, para bien y para mal. Más para mal que para bien. Le entusiasman las campañas mediáticas que engordan su ego. Nada más llegar al cargo, escogió a Máximo Huerta (por entonces Màxim) como ministro de Cultura y Deporte para cargárselo a los siete días por haber defraudado a Hacienda. Fue un montaje orquestado desde Moncloa para situar al presidente en el lado bueno de la historia, al igual que la carta del miércoles. Sánchez no se va por corrupción, se va por amor y por culpa de la malvada ultraderecha que acosaba a su familia y así lo deberán estudiar los chavales para la selectividad de 2070.

No tengo claro que su gabinete supiera valorar acertadamente el impacto que tendría la Carta a la ciudadanía. Fuera de nuestras fronteras han descubierto ahora las sombras que acechan a Begoña Gómez y dentro la misiva se ha convertido en un meme que suena a ritmo de mariachi gracias a la inteligencia artificial. Pedro es un hombre profundamente enamorado, algo de innecesario conocimiento para el ciudadano y que, hasta donde sé, no le exime de cumplir con su trabajo. Si así fuera, no conoceríamos una sola canción de Julio Iglesias.

Han hinchado tanto el globo que a Sánchez no le queda más remedio que irse. Sería ridículo que no lo hiciera. Le quedaba el comodín de ser el primero en anunciar su dimisión para luego quedarse, pero se le adelantó Xavi, así que tiene que seguir dándole vueltas al coco hasta encontrar una salida en la que, además, sea pionero. No descarten que sea el primero en cambiar Moncloa por Bruselas y que el lunes diga que quiere presentarse a las elecciones europeas del 9 de junio para combatir el avance de la ultraderecha y, de paso, alejarse del fango en el que han convertido la política nacional. Allí todavía le respetan, le ven guapo y le dan la enhorabuena por su inglés, como aquel señor que Sánchez se encontró jugando a la petanca y que resultó ser un militante del PSOE. El puesto de presidente del Consejo Europeo queda libre pronto, un lugar acorde a su ego.