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Ojo avizorJuan Van-Halen

Lo que le estorba a Sánchez

Sánchez, nuestro populista casero, se ha erigido en intérprete de la voluntad del pueblo. Sin elecciones ni intermediarios

Si lo que buscaba Sánchez con su retiro al desierto de sí mismo para meditar, como los anacoretas se retiraban del mundanal ruido, era concitar la atención acorde con su narcisismo, es obvio que lo consiguió. Los medios internacionales le dedicaron informaciones destacadas. Su carta a los ciudadanos fue comentada en todos los idiomas del mundo mundial, y hay que decir que no generalmente para bien.

Gracias al desmadre de aquella carta el nombre de la esposa de Sánchez apareció a nivel planetario unido a un caso de corrupción, asunto que no había salido del ámbito casero y era sólo conocido por iniciarse un periplo judicial probablemente breve y sin consecuencias, al menos en esta ocasión. No sé si la rotura de un jarrón chino compensaría el desahogo de un operario. No sé si la satisfacción enamorada de Sánchez compensó el destrozo de la tranquilidad en su partido, en parte de la sociedad, en los observadores internacionales. Sinceramente creo que no.

Una cosa es segura: las dos cartas de Sánchez –ya son dos, de momento– no han sido escritas por Irene Lozano, su escribidora oficial; acaso en esta ocasión Moncloa contrató a un alumno de ESO no muy espabilado. Las cartas pierden sal lingüística en abundancia. Son a veces cursis, a veces burdas, siempre faltonas y desatadas. Como poso queda una amenaza sin enmascarar: «No es un punto y seguido; es un punto y aparte». Algo termina para que empiece otra cosa, otra estrategia, otra fórmula. Se nos aclara: una regeneración democrática. Tal cual, y no se ría nadie.

Desde una democracia se amenaza con cambiar esa democracia para regenerarla. O sea que la democracia deje de ser como es, se convierta en una democracia limitada, en una democracia a la carta de los ciudadanos de un lado del muro contra los ciudadanos del otro lado del muro y, obviamente, todo diseñado, manejado y puesto en práctica por quién levantó el muro. Vaya regeneración. Sánchez desea una democracia con apellido. Como un día fueron la democracia popular, la democracia orgánica o la democracia directa… Formas, entre otras, de disfrazar la autocracia.

Cuando Sánchez habla del «apoyo masivo» a su iniciativa regeneradora se refiere a doce mil asistentes en la calle Ferraz venidos de toda España, esta vez ampliados por la bondadosa Delegación del Gobierno desde los diez mil que daban la mayoría de las fuentes. Sánchez, como si fuese el gran salvador, afronta, nada menos, el desmontaje de la falsa -según él- democracia española para levantar y defender una democracia nueva, regenerada, en la que un dedo acusador y orwelliano señalará a los jueces que no gusten y a los periodistas que no jaleen al líder.

Larry Diamond, acaso la máxima autoridad mundial en estudios sobre la democracia, sostiene que vivimos a nivel mundial un periodo de recesión democrática.Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, celebrados autores de Cómo mueren las democracias, señalan que la enfermedad mortal de las democracias no necesariamente pasa por golpes de estado clásicos, sino que se debe al progresivo deterioro de instituciones esenciales como el poder judicial o los medios de comunicación, entre la erosión de normas fundamentales y la irrupción de populismos autoritarios.

Sánchez, nuestro populista casero, se ha erigido en intérprete de la voluntad del pueblo. Sin elecciones ni intermediarios. En esos días de meditación una voz interior debió marcarle el camino, aunque leo que en la entrevista de la SER se le escapó que desde un principio pensó seguir. Resulta que esa voluntad del pueblo de la que se ha hecho intérprete la utiliza Sánchez contra los jueces, los medios de comunicación y la oposición política. Es una fórmula peligrosa y no nueva. Creerse armado con la «voluntad del pueblo» llevó a Lenin a exterminar a millones de rusos que no pensaban como él, y a Hitler a masacrar a millones de judíos.

La democracia es mucho más que elecciones cada cierto tiempo. Es un sistema de instituciones independientes, libres y fuertes que limitan y hacen de contrapeso del poder, del gobernante. Democracia es alternancia. Entre estos garantes de la democracia figuran los jueces, la prensa y los partidos políticos. Precisamente lo que le estorba a Sánchez. Los límites son la esencia de la democracia liberal. Una democracia sin límites no es democracia. El presidente anuncia un punto y aparte. Es una amenaza. Sánchez está débil y por eso es más peligroso. Ha emprendido una huida hacia adelante; si no acapara todo el poder acabará respondiendo por sus acciones. La oposición debería actuar en consecuencia. Y que esta vez no se equivoque. No es difícil pasar de buenistas a panolis.