Papanatas
Me encuentro entre los millones de españoles que han sido insultados por un papanatas. Me refiero, claro está, al ministro de Cultura impuesto por los pactos por una de las mujeres menos agraciadas intelectualmente de España
Don Francisco Silvela fue el político más brillante de la Restauración. Sus intervenciones parlamentarias descuartizaban los argumentos de sus adversarios, y lo que peor, provocaban las carcajadas de los suyos. Fue el feliz autor, junto a Santiago Liniers, de un prodigioso opúsculo, La Filocalia, primer tratado contra la cursilería, editado por la imprenta de Tomás Fortanet de Madrid en 1868. Una tarde abandonó el Congreso con gesto adusto y malhumorado. Un diputado de la oposición le había llamado «burro». Pero el apelativo no le molestó. Su enfado tenía otra explicación. «Que me llamen 'burro' me parece bien. Lo que me molesta es que me haya incluido en el mundo de los asnos un imbécil papanatas. El insulto de un inteligente es balsámico, pero el de un idiota es humillante».
Me encuentro entre los millones de españoles que han sido insultados por un papanatas. Me refiero, claro está, al ministro de Cultura impuesto por los pactos por una de las mujeres menos agraciadas intelectualmente de España. El papanatas no es un zoquete al uso en el sanchismo, como Pachi López. Después de licenciarse, opositó a la Carrera diplomática y aprobó. Después, su carrera en la Carrera careció de interés porque no se le conoce destino alguno en el exterior. El opositor tiene un gran mérito de esfuerzo, dedicación y conocimiento de idiomas, además del catalán. Pero no garantiza la inteligencia. He conocido a diplomáticos extraordinarios e inteligentes, pero también a tontos del antifonario, que es la manera más diplomática de definir a los tontos del culo. No es buena carta de presentación la de ser en un partido, Sumar, subalterno de Yolanda Díaz.
Y además, está muy mal educado, y siendo ministro de Cultura, su único fin es dilapidar la Cultura de la nación de la que es ministro del Gobierno.
Urtasun ha eliminado el Premio Nacional de Tauromaquia por ser «una actividad injusta, sádica y despreciable». Ello significa que todos los aficionados a la Fiesta Nacional han sido, somos, y serán sádicos y despreciables, desde Goya, Vicente López y Pedro Romero, hasta los poetas de la Generación del Veintisiete, Federico García Lorca –«la fiesta más culta que existe en el mundo»–, Alberti, Gerardo Diego, Agustín de Foxá, José María Pemán, José Bergamín, pasando, más allá de nuestras fronteras, por Bizet, Jean Cocteau, Orson Wellles, Hemingway, Picasso, Manuel de Falla, y superando los miles de nombres del ayer y de la actualidad, sí hay que concederle la razón en el caso de un aficionado, que fue no sólo un sádico despreciable, sino un criminal y un sanguinario, Ernesto Ché Guevara, ídolo de la rubia de bote de Sumar y del propio Urtasun, que al fin acierta en una definición.
Los Toros, además de Arte en movimiento y estático, es una fuente vital para centenares de miles de familias. Sin la generosidad de los ganaderos de bravo, más de la mitad de nuestras dehesas estarían yermas de vida. Las grandes ferias y las corridas patronales de los pueblos. No se trata de un capricho a admirar o despreciar por la frivolidad amargada y resentida de un ministro de España que coquetea con el secesionismo. Se trata de un arte universal, deplorado por muchos y aclamado por más que muchos. Toreo, literatura, poesía, escultura, música, novela y grandeza llevan más de cuatro siglos reuniéndose en el riesgo y la belleza de la realidad taurina. El arte efímero que se crea a centímetros de la muerte.
Entiendo a los antitaurinos, y les ruego que tengan la amabilidad de respetarnos a los que somos aficionados a la Fiesta Nacional, tan deshabitada en la sensibilidad de los españoles que odian a España, sin olvidar a los que deploran por su respetable rechazo la dureza de la lidia. Y Urtasun también ha despreciado e insultado como el papanatas que llamó «burro» a Silvela, a millones de mexicanos, peruanos, venezolanos, colombianos, ecuatorianos, a millones de aficionados de la América nuestra, que comparten con España el prodigio de su singularidad. Y a los portugueses, tan ahí, tan hermanos.
Para explicar lo que significan en nuestra cultura los Toros, son necesarias muchas más páginas que las encuadernadas en la enciclopedia de Cossío. El asunto no va por ahí. Va por la desfiguración paulatina de España, único objetivo de los que piensan y gobiernan como el papanatas.
Urtasun también ha insultado a centenares de miles de socialistas que aman, disfrutan, sufren y pagan sus localidades para sentir la tauromaquia.
Es lo que tiene ser el subalterno al mando de una pápara cateta.
Y si quiere otra, que vuelva a por ella.
PD. Pápara. Inculta, ignara, rústica, aldeana. No confundir con Pájara, que también.