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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Los trillizos

Lady Julia se citó, muy a escondidas, con los hermanos Masvalas. Amaba a los tres. No era capaz de elegir a uno y rechazar a los dos restantes, porque eran iguales en todo

Lord Burlington-Dover era un hombre metódico y entregado a su sistema. Vivía en su castillo de Warriors-Southwest, rodeado de un maravilloso jardín. Su esposa, Lady Julia, se ocupaba de las flores y los arbustos. Una mañana, mientras uno y otra comían su cena durante sus medicinas, ella soltó la ocurrencia: «Fidelius, voy a encargar al carpintero que nos haga una cama de cinco metros de anchura. Te mueves mucho por las noches, y así evitamos desagradables rozamientos». Y Lord Burlington-Dover aprobó la propuesta.

Toda extravagancia tiene su punto de partida. Un mes atrás, Lady Julia, aprovechando un viaje a Londres, asistió a una sesión del Circo Ruso. Era una gran aficionada al circo, y el Circo Ruso ocupaba un lugar de honor entre sus preferencias. Ya habían pasado los tigres, los elefantes, las focas y los payasos, cuando fueron anunciados los Hermanos Masvalas, trillizos lituanos, idénticos físicamente y grandes saltadores. Lady Julia quedó prendada de ellos.

El amor, en ocasiones, llega de golpe, inesperado, como un ataque de Hamás. Y Lady Julia consiguió que los hermanos Masvalas aceptaran una invitación a cenar. Ella era una mujer peculiar, nada dotada de altas virtudes. Los hermanos se llamaban Valdemaras, Arvidas y Xavieras.

El mismo físico, la misma voz, y compenetración máxima. Ella se enamoró locamente de los tres. Monumental engorro. Y los cuatro juntos no cabían en su cama del castillo de Warriors. Al fin, en un transporte especial, llegó la cama. Con ímprobo esfuerzo fue llevada por sus portadores al cuarto principal. La primera noche, Lord Burlington experimentó la sensación de que él dormía en Southampton y ella en Edimburgo. Pero el sueño resultó placentero.

Lady Julia se citó, muy a escondidas, con los hermanos Masvalas. Amaba a los tres. No era capaz de elegir a uno y rechazar a los dos restantes, porque eran iguales en todo. Y les convidó a pasar la tarde al castillo. Cuando llegaron, Lord Burlington –Fidelius– leía en la terraza el famoso libro Cómo ser un Lord en cualquier situación del célebre cronista social Kirk Grovsen, de Dallas, USA.

Y por medio del móvil envió el siguiente mensaje a Lady Julia: «Han venido tres tipos raros. Muy musculosos. ¿Sabes algo de ellos?». Ella respondió. «Oh, sí. Son los hermanos Masvalas del Circo Ruso. Los he invitado a tomar el té». «Me tranquilizas. De acuerdo, querida».

Lord Burlington era muy metódico. En los meses de verano, después de comer, dormía una siesta de 30 minutos. Despertado por Mr. Honneby, su mayordomo, dedicaba a la lectura cuatro horas. A las siete de la tarde, paseaba por el jardín y revisaba el estado de las flores. A las ocho, se encerraba en su despacho, donde Mr. Honneby le llevaba el whisky y se entretenía admirando su fabulosa colección de sellos. Cenaba solo en su despacho, a sabiendas de que Lady Julia, más tempranera, lo hacía en su pequeño salón. Y a las 10.30 –22.30– horas, se acostaba con cuidado para no despertar a su esposa. Pero aquel día se adelantó. Estaba cansado.

Barca

Cuando irrumpió en su cuarto, le extrañó la acumulación de seres humanos que ocupaban su cama. Su esposa no llevaba el camisón habitual. Ni el habitual, ni el especial, ni el floreado. Estaba en bolas. Y en torno a ella, también en porretas, los tres mellizos lituanos. Lord Burlington se interesó por aquella aglomeración en su cama. «Oh, Fidelius, no pienses mal. Son los tres grandes aristas circenses de los que te hablé. Los hermanos Masvalas, Valdemaras, Arvidas y Xavieras. Ya sabes lo mucho que me gusta el circo. Muchachos, este señor tan encantador que ha entrado en la habitación es mi esposo, Lord Fidelius Burlington-Dover».

Los tres lituanos, al unísono, le saludaron. «¡Encantados de conocerle!».

Lord Burlington mostró un pequeño desagrado. «Julia, las hortensias no están como otros años. Les falta riego». Y se dirigió a los lituanos. «Hello, hello, hello». Y concluyó: «Me voy a dormir a un cuarto menos concurrido».

Admirable Lord Burlington-Dover.