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Desde la almenaAna Samboal

Carcoma

El daño al entramado institucional que sustenta la democracia está hecho y sólo cabe desear que no haya afectado a todas las estructuras vitales para su supervivencia

La carcoma es la larva de un escarabajo que se alimenta de madera. Durante ese proceso, va perforando el interior del mueble que le sirve de sustento, abriendo galerías que, en el mejor de los casos, pueden tener un diámetro de hasta diez milímetros. Cuando delatan su presencia, al salir a la superficie, el daño ya está hecho. Internet está plagada de remedios para acabar con la plaga, industriales o de factura casera, pero todos advierten al damnificado propietario que, si la estructura está dañada, habrá de optar por comprar un mueble nuevo.

En cierto modo, la forma de actuar de este gobierno en el seno de las instituciones democráticas guarda muchas similitudes con el desempeño del coleóptero en cuestión en el interior de los muebles de los que vive. Si, en su descargo, hay que admitir que todos sus predecesores, de uno u otro signo político, han sucumbido a la tentación de controlar todos los centros de poder que han estado a su alcance, habrá que colegir también que pocos han exhibido la temeraria conducta y la falta de pudor de Pedro Sánchez.

Si bien una buena parte de los directores del CIS mantenían afinidades políticas con los presidentes que les han nombrado -alguno ha llegado a convertirse posteriormente en ministro-, ninguno ha llegado a encargar encuestas ad hoc para apoyar una decisión personalísima del inquilino de la Moncloa con el fin de apuntalar una estrategia electoral, como sí ha entendido la Junta Electoral Central que ha hecho José Félix Tezanos.

Si bien todos han tratado de tener hilo directo y recibir la compresión de la Fiscalía General del Estado, ninguna de las personas que ha encarnado esa institución procedía del Poder Ejecutivo, ninguno ha llegado a sabotear el criterio profesional y la independencia de sus fiscales, a promocionar la carrera profesional de su predecesor en beneficio de los ideológicos o comerciales intereses de su pareja o a cuestionar y solicitar la recusación de los jueces del Supremo simplemente porque han aplicado la ley en una sentencia en contra de sus particulares deseos.

Si bien todos han tratado de interferir en las decisiones empresariales, lo han hecho cuando el Estado era el propietario de esas empresas. Este gobierno está entrando como elefante en una cacharrería en el sector privado, usando como brazo inversor en algunas operaciones a un banco rescatado con el dinero público que prometió devolver más pronto que tarde a las manos del mercado.

Si bien todos han colocado al frente del Congreso a uno de sus diputados, los que encarnaron esa alta dignidad actuaron, no sin disgustos, en beneficio de la independencia y prestigio del parlamento. Ninguno como este gobierno ha convertido la cámara baja en una mera correa de transmisión de sus deseos y necesidades particulares.

La injerencia constante en las empresas, el descrédito supino de la Fiscalía o del CIS, la inoperancia del Congreso, por no hablar de otras tantas instituciones, revelan que la carcoma ha salido ya a la luz. La Ley de Amnistía que se aprobará antes de que termine el mes de mayo puede dar el golpe de gracia, si los tribunales no impiden que llegue a término. El daño al entramado institucional que sustenta la democracia está hecho y sólo cabe desear que no haya afectado a todas las estructuras vitales para su supervivencia.