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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Amenaza siciliana: Puchi hace un Peter

El gran triunfo de Illa y el champán que corría en la Moncloa se les atragantó a Sánchez y Begoña cuando el prófugo se postuló para presidir Cataluña

Algo hay que reconocerle a la política catalana: siempre da espectáculo. Y esta vez no ha sido una excepción: una cámara autonómica con ocho partidos, una abstención ¡del 42,2 %! y unos resultados que van a requerir la más alambicada alquimia para buscar una fórmula de Gobierno. La más factible sería el tripartido de izquierdas, la suma de PSC, ERC y los Comunes, que da una mayoría absoluta pelada de 68. Pero Puchi ya se ha puesto bravo y le ha soltado al políglota Peter un «mi tesoro» a lo Gollum de Tolkien, postulándose para presidir la Generalitat (desde Francia, con orden de busca y captura y el DNI caducado).

El gran triunfador de la noche es, evidentemente, Salvador Illa. Albergamos mal concepto de él, por su muy flojo desempeño como el ministro de Sanidad de la pandemia (mentiras, como el comité de expertos que no existía; corrupción socialista en la compra del material sanitario; maquillaje de las cifras de muertos y retirada cobardona a mitad de partido para emplumarle el envite a las comunidades autónomas). Pero Illa ha representado eso que los ingleses llaman en política «un par de manos seguras». Su flema, que la tiene, ha convencido a los catalanes, que lo han visto como moderado y fiable y le han otorgado una gran victoria con 42 escaños (Arrimadas había ganado con 37).

Sin embargo, la auténtica noticia de estas elecciones no es Illa, sino el hecho de que por primera vez desde 1984 el separatismo no suma mayoría absoluta (se queda a siete escaños). Por el contrario, los partidos que en principio no son independentistas, entre los que vamos a incluir a los filonacionalistas PSC y los Comunes, obtienen 74 diputados. Lo dijo muy bien la candidata de la CUP anoche: «Nos queda un Parlament más españolista que nunca».

Pero ese españolismo no será operativo, porque la izquierda situará una vez más sus fijaciones sectarias por encima de la crucial cuestión de la unidad de la nación española. Los socialistas aceptarían encantados gobernar con ERC, un partido que hace siete años dio un golpe de Estado para proclamar la República catalana (como ya hizo igualmente en la II República). Pero por desgracia se quemarían a lo bonzo antes que colaborar con Vox, un partido perfectamente constitucional, o con el PP, y formar un bloque firme en defensa de España allí donde está amenazada. PSC, PP y Vox suman 68 escaños. Así de fácil sería en un mundo cabal, con una izquierda leal a su país.

Si el PSOE estuviese en su sitio, el separatismo se iría diluyendo como un azucarillo y no tendría peso en la gobernación de la nación española. Pero por supuesto no es el caso.

A Sánchez le ha salido bien la velada… bueno, al menos hasta que habló el fugitivo y le congeló la sonrisa. El presidente del Gobierno ha ganado las elecciones con su empleado catalán y alardeará de que sus recetas han «desinflamado el procés» (aunque muchos creemos que realmente lo ha serenado concediéndole algún tipo de consulta en Suiza, que veremos llegar bajo alguna fórmula eufemística). Pero cuando Bego, Pedro y Bolaños ya descorchaban el champán en la Moncloa, a las once de la noche se les atragantaron las burbujas: Puigdemont, con un par, se postulaba para presidir el Gobierno catalán a pesar de haber quedado de segundo. Puchi hacía así un Sánchez: si tú gobiernas habiendo quedado de segundo en España, ¿por qué no voy a gobernar yo que he quedado de segundo en Cataluña? El fugitivo amnistiado por Sánchez para que le dejase dormir en la Mocloa incluso le recordó que los diputados que le faltan a él para ser primero en Cataluña equivalen a los que le falta al PSOE en Madrid. Una amenaza siciliana en toda regla.

En la banda diestra, Feijóo tuvo una noche feliz, pues el PP, que logra 15 diputados, es el partido que más crece, con una subida de siete puntos, aunque venía de un abismo de tres escaños. Alejandro Fernández ha acertado con su línea de confrontación con el nacionalismo. Y Vox salva bien la jornada conservando sus once escaños. Es muy notable que suma de PP y Vox alcanza casi 600.000 votos, frente a los 425.000 de ERC, partido que con esa cifra habla como si fuese el profeta que representa a todos los catalanes. Y aquí llega la reflexión inevitable que siempre molesta a populares y voxistas: ¿Por qué no se han presentado juntos, cuando con la prima de la unión se habrían convertido en la tercera fuerza de largo en Cataluña tocándole los talones a Junts?

En fin, unas elecciones con mucha chicha, acorde a lo que suele deparar el ameno frenopático político catalán. Pero solo ver el careto de circunstancias de Junqueras y el pequeño petulante Aragonès, el president que tanto disfrutaba boicoteando al Rey, ya me ha servido para dar por buena la velada.