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Enrique García-Máiquez

Confirmaciones

Desde mi óptica conservadora y profundamente española, no hay demasiado que celebrar en los resultados catalanes, pero eso ya lo sabíamos

Los resultados de las elecciones catalanas no han sido una sorpresa. Pero eso también es noticia y, sobre todo, es importante. Porque los resultados –todavía ajustándose mientras escribo estas líneas– confirman tendencias. Que urge asumir. Y si se asumen, las incipientes europeas deberían abrir ya un nuevo ciclo. ¿Qué cosas han dejado cerradas estas elecciones catalanas?

La peor, pero más evidente, es que las sumas a Pedro Sánchez le salen redondas. Hay un voto nacionalista que está encantado de sacarle el higadillo al socialista. Y hay un voto socialista al que le compensa el chantaje si ellos siguen nominalmente en el poder y vedan el paso a la derecha. Hay que asumir que esto es así, y Feijóo debería dejar de hacer guiños socialdemócratas a un electorado que dejó de serlo hace mucho. Sus elogios a Felipe González no mueven el voto y mueven a risa. Como mucho, Feijóo será el último socialdemócrata. A Sánchez, por tanto, hay que hacerle una oposición activa y pedagógica. No confiar tanto en que sus erráticos movimientos jurídicos, sus connivencias con el independentismo y sus tremendas decisiones contra la separación de poderes vayan a espantarles a sus votantes sin que los opositores hagan nada más que rasgarse las vestiduras.

La otra confirmación es que Vox resiste, aunque al PP le pese. En las gallegas no sacó escaño, pero creció su voto; en el País Vasco, Vox amarró su escaño y volvió a subir. Y ahora en Cataluña, aguanta bastante su excelente resultado de las pasadas elecciones y se confirma como un referente indispensable del voto españolista. El PP, después de absorber a Ciudadanos, ha intentado hacer lo mismo con Vox. Se ha esforzado. Desde las nacionales y con un coste grande. Descuidando la oposición a Sánchez un tanto, pero de forma legítima. Aunque ahora, tras este ciclo de cuatro elecciones y sin haberle podido hacer un ciudadanos a Vox, en Génova tienen que asumir que el de Abascal es un partido independiente, con un suelo rocoso, con un mensaje diferente y que puede ser el único socio posible del PP en muchas partes. Ha de encontrar la manera de rivalizar a cara de perro con Vox electoralmente y colaborar con firmeza en la oposición y con lealtad en los gobiernos. No se me antoja tan difícil. Aunque tampoco será fácil para Vox. Hay que aprender a no pisarse la manguera a pesar de los ideales divergentes y de la competencia por electorados, si no confundidos, sí contiguos. Pero debe primar el interés superior, que es el de España.

La tercera confirmación es que la inmigración ilegal es un problema de todos los ciudadanos y que va a serlo cada vez más. Encararlo empieza a dejar de ser una propuesta exclusivamente de Vox. Los resultados de Aliança Catalana, tan sólidos, rompen el monopolio de los de Abascal sobre este problema. A medio plazo, cambiarán el discurso. La percepción del problema se extiende. Aliança será un partido independentista, pero ¿más que Puigdemont o más que Junqueras? Lo novedoso que aporta es afrontar un problema de los ciudadanos de la calle. Los discursos buenistas contra las fronteras nacionales tienen las horas contadas.

Desde mi óptica conservadora y profundamente española, no hay demasiado que celebrar en los resultados catalanes, pero eso ya lo sabíamos. Lo importante es asumir los tres mensajes que las urnas catalanas nos han transmitido con tanta claridad como trascendencia. Hay, sin lugar a dudas, mucho trabajo por delante.