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Post-itJorge Sanz Casillas

La diferencia entre Lambán y Sánchez

El viejo socialista ha puesto a su jefe frente al espejo de su propia miseria: defiende la amnistía porque lo necesita para comer, no por convencimiento

De acuerdo con el último recuento, que data de julio de 2023, el Gobierno de España cuenta con 869 asesores. Esos hombres y mujeres aparecen en los listados oficiales como «personal eventual», se les nombra a dedo y realizan «funciones expresamente calificadas como de confianza o asesoramiento especial», según el Boletín Estadístico del personal al servicio de las Administraciones Públicas. Son 869 personas, quizá 869 familias que deben parte de su bienestar al nombramiento dactilar de alguno de los ministros que forman el Gobierno más numeroso de lo que va de siglo. Son, seguramente, los que de aquí a unos años dirán que «con Sánchez vivíamos mejor».

Si ponemos la lupa sobre Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática –el consorcio de Pedro Sánchez y Félix Bolaños– hablamos ya de 447 asesores, más de la mitad del total ministerial. Si un año tiene 260 días hábiles, nuestro presidente necesitaría año y medio para despachar de forma individual con cada uno de ellos. No me extraña que se vea gobernando más allá de 2026.

Viene esta digresión a cuento de la negativa de Lambán de votar a favor de la amnistía en el Senado. El expresidente aragonés no se presentó y el PSOE ya le ha expedientado. No han tardado ni 24 horas. Sorprende lo severo que es Ferraz con los suyos y lo medroso que se muestra con sediciosos, malversadores y filoetarras. El caso es que Lambán ha puesto a su jefe frente al espejo de su propia miseria moral: está impulsando la amnistía porque lo necesita para comer, no por convencimiento. Al viejo socialista le ocurre lo que a Unamuno en Mientras dure la guerra, cuando le preguntan por teléfono que por qué se ha fotografiado con Franco: «Yo no he traicionado a la República, la República me ha traicionado a mí». Cambias la palabra «república» por «PSOE» y ya tienes la escena hecha, pues Lambán piensa sobre la amnistía lo mismo ayer que hace un año, cuando era inconstitucional incluso para Carmen Calvo. La diferencia está en que el sustento de Sánchez y su señora depende de los siete votos que van encadenados a esa amnistía. El pan de Lambán no. Ese es el matiz: Lambán tiene la carrera hecha y la salud delicada, por eso hace tiempo que habla (y vota) con la conciencia y no con el bolsillo.

No hay nada elogiable en la amnistía, pues no hay diálogo ni reencuentro, solo sumisión. Es mi impunidad a cambio de tu precaria supervivencia. Por eso Lambán se niega a tragar con ella, pues no le debe el asiento a Puigdemont ni tiene a casi 500 afines colocados a dedo desde el CIS hasta el despacho con peores vistas de toda la Moncloa.