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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Dama cadete

La Princesa de Asturias ha encandilado a millones de españoles en su versión militar. Algún día será la Jefa Suprema de las Fuerzas Armadas y nada mejor para ello que el aprendizaje en la austeridad, el sacrificio alegre y el deber cumplido de las academias militares

Sánchez no sabe qué hacer con Vergoña. Está loca y perdidamente enamorado de ella. Después de cinco días de brazos caídos y profunda meditación, la luz del amor alumbró su futuro. Resultó emocionante conocer los pliegues de sus sentimientos. «He decidido seguir». Y lo hizo por ella, para ella y con ella. Es decir, que lo hizo por España, para España y con España, porque según nos hemos enterado últimamente, España es ella, y quien critica sus tejemanejes financieros, critica a España, y quien duda de su acrisolada honestidad, es un mal español. Pero Sánchez no es del todo un botijo sin agua. Sabe que algo ha hecho mal, y busca la reparación. Ni Milei ni el reconocimiento como Estado de quienes no desean ser Estado, sirven ya como coartada. Sabe que lo más importante es reivindicar, al fin, desde el amor, a Vergoña, y me dicen que ha logrado hallar la senda de la recuperación del prestigio.

Días atrás, con gran envidia, mientras se mordía las uñas de los dedos y algunas –no todas–, de los pies, vio las imágenes del homenaje que le brindó el Gobierno de Aragón a la Princesa de Asturias. La soltura, simpatía y naturalidad de sus palabras. Uniformada, la futura Dama Alférez del Ejército de Tierra, con la boina roja de la Academia General Militar, agradeció el cariño que había encontrado en Aragón y sus gentes. Ahí ha aprendido el significado del esfuerzo, del sueño interrumpido, de las grandes marchas, del compañerismo, de la decencia y su compromiso permanente con la verdad. Lo que todos sus compañeros de promoción también han aprendido de ella durante su paso por la AGM. Y ahora le toca la Escuela Naval Militar de Marín, y la Academia del Aire de San Javier. En la primera de ellas, se encontrará con las buenas sombras de su bisabuelo, su abuelo y su padre. La Princesa de Asturias ha encandilado a millones de españoles en su versión militar. Algún día será la Jefa Suprema de las Fuerzas Armadas y nada mejor para ello, que el aprendizaje en la austeridad, el sacrificio alegre y el deber cumplido de las academias militares.

Y Sánchez, viendo entre brumas de envidia el éxito de la Princesa Leonor después de su primer año militar, tuvo la gran idea. –Vamos a conseguir que mi amor, Vergoña, vuelva a ser mi amor Begoña–.

Llamada al Ministerio de Defensa. La ministra, Margarita Robles, al aparato.

–¡Margarita! Soy tu presidente. Quiero que mi Begoña ingrese el año que viene en la Academia General Militar. He comprobado que da muy buena imagen con lo del homenaje a la Borbón Ortiz–.

–No es sencillo, presidente. Jamás ha ingresado un cadete en la AGM con más de cuarenta años cumplidos. Además, y perdona mi sinceridad, no me figuro a Begoña soportando el nivel físico e intelectual de un alumno de la Academia. Con tus hijas, podría intentar una trampa, pero con Begoña, no.

–Pues yo te ordeno que ingrese. Y que se vista con ese uniforme que le queda tan bien a la chica de los Borbón Ortiz, y con esa boina roja tan aparente y deslumbrante, y que le enseñen a comportarse como a la Princesa, y hablar con naturalidad. Que no tenga que recurrir a la segmentación multicanal. Ya sabes que tengo bastante manía a su familia, pero lo de esta chica me ha convencido. En agosto, te la mando.

–No voy a poder agradarte, mi presidente perpetuo. Se tiene que examinar. Además, que la buena educación ya la traía de su casa.

–Que se examine.

–Suspendería.

–Yo, mediante Decreto Ley aprobaría su ingreso.

–No aguantaría ni un día la disciplina militar.

–Creo que Sabiniano, su padre y mi suegro, fue cabo furriel en la Mili.

–Bueno, presidente, déjame que estudie lo que me propones. Te llamaré un día de estos.

–Begoña, en agosto ingresas como dama cadete en la AGM. Lo harás como mediopensionista. Todos los días te llevará y te devolverá a casa el «Falcon. No quiero que te mezcles a la hora de dormir con tanta gente. Perderías tu «savoir faire».

-¿ Y de los negocios, quién se va a encargar?

- Puente.