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GaleanaEdurne Uriarte

¿Es España inmune a los dictadores?

'The Economist' lanza esta pregunta sobre Estados Unidos, pero bien podría aplicarla a España y a las tentaciones autoritarias de Sánchez

No es mi intención alarmar con este titular. Me limito a reproducir la pregunta de la revista The Economist en su último número, eso sí, aplicada a Estados Unidos: ¿Estados Unidos es a prueba de dictadores? («Is America dictator-proof?») Por dos motivos, porque The Economist plantea cuestiones interesantes sobre cómo se socavan las democracias desde dentro, y porque una excelente revista como ésta también es víctima del sesgo izquierdista y plantea esa pregunta sobre todo vinculada a una posible presidencia de Trump. Cierto que también apunta tendencias autoritarias de Biden, pero el dibujo general transmite la idea de que las amenazas principales vendrían de la derecha.

Sugiero a The Economist que plantee la misma pregunta aplicada a España y con el foco puesto en Pedro Sánchez, porque algunos problemas señalados en ese análisis son protagonizados aquí por el líder socialista. Especialmente cuando la revista afirma que la Constitución no asegura por si misma la fortaleza de una democracia porque leyes posteriores pueden provocar verdaderos agujeros en esa Constitución. Y es precisamente lo que ocurre en España con la ley de Amnistía que Pedro Sánchez y sus socios se disponen a aprobar el próximo jueves 30. Una ley que entra en oposición frontal con todos los principios fundamentales de la Constitución, que lo hace para asegurar el poder de Sánchez, y que legitima un golpe a la democracia.

Que sea obra de un socialista y no de un Trump europeo explica seguramente por qué la Comisión de Venecia pasó de puntillas por esta cuestión fundamental, con el argumento de que le corresponde al Tribunal Constitucional juzgar la constitucionalidad de la ley. Es decir, la constitucionalidad de una ley que legitima un golpe a la democracia, qué gran disparate. Y con un Tribunal Constitucional presidido por un sanchista, para redoblar el disparate.

También afirma The Economist que el mayor peligro está en el desprecio del gobernante a las normas y a las instituciones, porque eso destruye la confianza de los ciudadanos en la democracia, y apunta de nuevo a Trump. Cuando Sánchez podría constituir un ejemplo bastante mejor, porque no hay populista en el mundo que haya superado el desprecio institucional del gran bulo del retiro por amor para evitar responder a sus casos de corrupción. «Ustedes van listos», retó el miércoles a la oposición que le pedía explicaciones sobre los negocios de su mujer, y en ese tono PerroSanxe del que tanto presume su maquinaria de propaganda.

Tan grave como todo lo anterior es el intento de deslegitimación de la derecha, de sus partidos y votantes, con la brutal campaña de la «ultraderecha». Ultraderecha e internacional ultraderechista fueron las palabras más repetidas por Sánchez el miércoles en el Congreso, a sabiendas de que el sesgo izquierdista que también domina los medios europeos impedirá que le ridiculicen por la gran contradicción de pasarse tres horas alertando contra el peligro ultra cuando él gobierna con la ultraizquierda y con los ultranacionalistas, golpistas incluidos.

Eso sí, estoy de acuerdo con The Economist en que las mejores garantías contra las tentaciones autoritarias de un gobernante son los valores de los ciudadanos, de los jueces y de todos los servidores públicos. Y que incluso el más decidido aspirante a déspota lo tiene muy difícil para anular a todos ellos.