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Pecados capitalesMayte Alcaraz

Las amenazas de Pablo Iglesias

No conozco persona que haya despotricado más de una profesión de la que se ha servido para obtener réditos políticos. Es decir, usando los medios para manipular, intoxicar y ganar dinero

Nos manda Pablo Iglesias a los periodistas al rincón del corrupto. Ha dicho este fin de semana que la corrupción tiene carné de prensa. No sé si porque conoce de cerca el percal –el de la corrupción– o porque odia lo que anhela. No conozco persona que haya despotricado más de una profesión de la que se ha servido para obtener réditos políticos y que sigue intentando ejercer: pero a su manera, claro. Es decir, usando los medios para manipular, intoxicar y ganar dinero. Cuando su comunismo populista ha sido mandado al sumidero de la historia, a falta de que su mujer obtenga un escaño europeo que le permita mantener la piscina de Galapagar otros cuatro añitos, el líder espiritual de Podemos dice que imponemos el miedo y que nunca hemos sido independientes.

Mira, Pablo, periodistas independientes los sigue habiendo, a pesar de ti. Miedo no tenemos, a pesar de que tú amenazas a la profesión, vociferando nombres de compañeros a los que pones una diana de intolerancia y violencia política sobre su frente. Te preocupan los pisos de Ana Rosa, pero no los de Wyoming. Curioso. Puro fascismo, vamos. Por tu culpa, la riada de populismo ha anegado nuestra vida pública, y llenado de fango –sí, de fango de verdad, no como el que se inventa tu exjefe para seguir durmiendo en Moncloa– instituciones, parlamentos y redacciones.

A estas alturas ya sabemos que cuando tú, tu mujer, y los excompañeros a los que purgaste dijisteis en las plazas del 15-M que ibais a enmendar las desigualdades sociales, las únicas que arreglasteis fueron las vuestras, que pasasteis de ser profesores mileuristas a quintuplicar ingresos, sinecuras y mamandurrias. Pablo, viertes hiel en cada intervención pública porque temes con terror la posibilidad de vivir sin foco, sin escaño (el de tu pareja), y sin sueldo público conyugal.

Deslegitimaste la Constitución, abrazaste a filoterroristas y visitaste a malversadores separatistas en la cárcel. Contigo la violencia verbal adquirió niveles inimaginables, inoculaste en nuestra vida pública el cainismo, derrochaste incompetencia legislativa y ahora nos vienes con que los periodistas –los que no te bailan el agua ni tragan con tu vesania– son corruptos. Hasta el peor de ellos sería profesor de ética comparado contigo. Con tu resentimiento engañaste a media España prometiéndole que ibas a terminar con las élites, para acabar convirtiéndote en parte de ellas.

Creíste, Pablo, que ibas a practicar el triaje con los de la prensa desde un Ministerio de la Verdad, tras pasar por centros de reeducación comunista, y solo has conseguido dividirnos entre los que defendemos la libertad y los que están a sueldo del régimen: solo que el régimen ya no eres tú. Y eso te molesta. Vives de la venganza y de la ideología fracasada que encarnas. Por eso, supuras resentimiento contra una profesión que te desenmascaró hace tiempo. Has vuelto a la televisión pública como tonto útil para minar a tu exprotegida laqueada, que terminará compartiendo podcast contigo. He de reconocer que ella lo hace peor que tú. Es más ñoña y tú más listo.

Perdona que los periodistas que no vivimos de la izquierda subvencionada no nos levantemos a tu paso, ni temamos que gente como tú nos retire el carné de prensa. Aunque lo intentes, no has conseguido que nos sintamos en peligro por tus intimidaciones vocingleras ni por la estigmatización a la que nos quiere relegar Sánchez, ese alumno aventajado que te ha robado el programa. Ejercíamos el periodismo antes de que tú intentaras acabar con nuestro país. Y seguiremos aquí cuando tú ya solo seas el marido de una expolítica.