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Enrique García-Máiquez

Corresponsales

Los que exigen transformaciones radicales de un minuto a otro no entienden cómo funcionan las mareas, también en la sociedad y en la política

Esta cuestión –que lanza al aire un tuitero anónimo con nombre preclaro, «El tradicionalista español»– tiene mucha enjundia: «Pregunta sincera. ¿Ha cambiado algo en Italia desde que entró Meloni? ¿Menos inmigración ilegal? ¿Aborto, familia? ¿Freno a las ideas woke? Os leo, pero tengo pocas esperanzas». Yo no tengo datos de primera mano, aunque tengo grandes esperanzas, incluso aunque los movimientos sean pequeños. He explicado en otra ocasión mi teoría del cambio de mareas. Al principio, la marea deja de subir y luego empieza a bajar centímetro a centímetro, con alguna ola incluso que nos confunde, porque vuelve a rebasar la línea de pleamar, pero ya ha empezado a bajar. Lo importante es que el flujo cambie. Los que exigen transformaciones radicales de un minuto a otro no entienden cómo funcionan las mareas, también en la sociedad y en la política. Josep Pla, que vivió en primera fila y con los ojos abiertos, el advenimiento y el hundimiento de la República española decía que su fallo garrafal fue querer hacer sus revoluciones demasiado rápido. Para mí que la izquierda española aprendió esa lección. Empezó su revolución con Felipe González y Alfonso Guerra poco a poco, aunque con la misión clara («A España no la va a reconocer ni la madre que la parió») y después se han ido acelerando y embalando. Aunque Felipe proteste ahora –mangas verdes–, son todos parte de un mismo proceso.

No digo que el tradicionalista español no sepa esto, más bien parece que lo sabe de sobra y que se contentaría con lo mismo que yo. Pregunta si ha cambiado «algo», con una humildad que me parece muy correcta. Es la pregunta que hay que hacerse. Son las acciones que hay que exigir.

Nadie pondrá en duda que mundialmente emerge una boyante derecha. De acuerdo. Pero ¿luego se nota en algunos de los parámetros expuestos? ¿Hay un cambio real de posicionamientos políticos? ¿Qué pasa con el aborto? ¿Con la natalidad? ¿Con la batalla cultural? Por contraste, observemos el cambio en la Andalucía de Juanma Moreno. Ha sido, en lo cultural, inapreciable. En lo económico y en lo fiscal, al menos sí. Concedamos, sin embargo, que los votantes de Moreno Bonilla no ponían sus esperanzas en un cambio estructural.

Ahora bien, ¿dónde encontraremos respuestas los que nos hacemos esa pregunta capital? Necesitamos saber si abrigar una esperanza o abandonarnos al desaliento. El problema es que las corrientes informativas se dejan llevar por las olas electorales. Y las campañas, como los champañas, aturden el juicio con sus cosquilleantes burbujitas. La rivalidad anula en parte la autocrítica y la propia exigencia. Lo urgente en las urnas es eludir al rival y ya vale. Por eso, los políticos mediocres se encuentran tan bien en campaña sobre campaña y, sobre campaña, una, traídos y llevados por argumentarios y eslóganes. Ponerse a hacer política, esto es, cosas, esto es, cambios, aunque sean mínimos, es una cosa mucho más grande y más compleja.

Sólo el cuarto poder podría respondernos. Pienso que estaría bien una pequeña contrarrevolución contra las noticias políticas superficiales (éste ha dicho, aquél opina, las encuestas y las estadísticas) y que se mandase, como antaño, a corresponsales capaces de hacer crónicas sociales más finas, más pegadas a lo concreto, más atentas a lo real. Lo que suceda (de verdad, a pie de calle) en Hungría, en Italia, en Argentina… El mismo Pla antes citado fue un grandísimo corresponsal en Italia y en Alemania, y Chaves Nogales en Francia. Ambos avisaron con enorme perspicacia de lo que se estaba moviendo. El mismo Camba, por debajo de su excelente humor, tampoco se chupaba el dedo. La atención capaz de traspasar la propaganda y el ruido resulta importantísima, aunque se fije en los pequeños matices casi costumbristas. Hay que ver si el giro a la derecha que todos percibimos en la cáscara de la política tiene calado en el sentido etimológico: si cala o no cala en la profundidad de la vida y de las mentalidades, como haría falta.