Ahora sí: toca exigir su dimisión
La auténtica «máquina del fango» es montar el show de me retiro a meditar cinco días sabiendo que tu mujer está imputada en un juzgado y ocultándolo al público
El talón de Aquiles del personaje siempre fue su mujer, y lo sigue siendo. La oposición no ha permanecido quieta al respecto, es cierto. Vox se ha personado en la causa y Feijóo ha hecho varias preguntas claras, cerradas –y nunca respondidas– a Sánchez en el Congreso. Pero también es verdad que la oposición se ha dejado enredar con las tres cortinas de humo, chapuceras pero efectivas, que le tendió Sánchez para tapar sus vergüenzas domésticas: el espectáculo del falso amago de dimisión, sirviéndose incluso del Rey para la pantomima; la histérica reacción contra Milei; y la declaración del Estado Palestino (como si estuviese en manos de España solventar un drama que data de finales de los años cuarenta del siglo pasado).
Algunos medios –pocos–, entre los que se incluye este periódico, cumplieron con su deber y publicaron importantes revelaciones sobre la turbia situación de la esposa del presidente del Gobierno. Lo cual le valió a El Debate el señalamiento con gruesos insultos a su director por parte de un ministro, Óscar Puente, y del propio aparato de Ferraz, con amenazas incluso de denuncias (que por supuesto nunca llegaron, pues solo se trataba de intimidar).
A tenor de las revelaciones de la prensa, pronto refrendadas por la judicialización del caso, estábamos –y estamos– ante un turbio asunto de tráfico de influencias fraguado en la mismísima cocina de Sánchez. Es una situación que en cualquier democracia bien oxigenada hace que el mandatario esté en babuchas en su casa en 24 horas.
PP y Vox estaban entretenidos disparando a todo lo que se movía en el universo Sánchez y pegándose entre sí, en lugar de centrar sus dardos en Begoña Gómez, talón de Aquiles del presidente y líder del nuevo Frente Popular. Han entrado como pipiolos a los capotes de distracción que les iba tendiendo un maquiavélico Sánchez, que juega siempre con la ventaja de que carece de escrúpulos. El líder del PSOE, con el cañón de sus televisiones, es un maestro del arte del señuelo. Aquí estamos, en vísperas de la aprobación de una aberrante y lesiva ley de amnistía, con la opinión pública distraída con Palestina.
Era de dominio público, y aquí se apuntó alguna vez, que Sánchez estaba colérico y extremadamente preocupado por los líos de su mujer. Lo que en cambio no se sabía, y ahora sí se sabe, es que en este asunto también mintió de una manera aparatosa a los españoles. El día en que anunció vía Twitter el pasmoso teatro de la reflexión amorosa de cinco días, el presidente ya sabía que su mujer estaba en el juzgado en calidad de investigada, lo que antaño llamábamos imputada. Pero lo ocultó. Y lo siguió ocultando cuando Feijóo le preguntó al respecto la semana pasada en sede parlamentaria.
Además de mentir, Sánchez se permitió el abuso de presionar al juez, dando por descontado que el caso se archivaría, y lanzó una campaña antidemocrática de desprecio y acoso a aquellos medios de comunicación que, cumpliendo con su deber de conciencia crítica del poder, estaban revelando la verdad. Pero todavía hay más: para tratar de blindarse ante su comparecencia en el Congreso, su aparato filtró a su periódico de cámara, El País, un informe de la UCO pertinentemente sesgado para vender la mendaz conclusión de que nada había contra Begoña, que el caso había muerto. Es decir: el aparato gubernamental filtrando informes policiales para apoyar los intereses partidistas del presidente. Otro motivo para dimitir.
Las cartas del caso Begoña Gómez se han puesto por fin este martes boca arriba (aunque no en el periódico de cámara del sanchismo, que ayer tarde, pitorreándose de sus lectores, no daba ni línea al respecto, ni la da hoy). A la misma hora, producía entre lástima y repelús ver al siempre dialécticamente limitado Pachi López recurriendo a la muletilla del «aquí no hay nada», «todo es la máquina del fango de la derecha y la ultraderecha».
Fango es que la mujer de un presidente esté siendo investigada por tráfico de influencias y corrupción. Fango es que su marido ocultase al público esa situación, cuando la conocía. Fango es que la UCO concluya que Ábalos estaba al tanto de la trama de su ministerio (como no podía ser de otra manera). Fango es que la semana pasada la señora Gómez, sabiendo que está imputada por sus pésimas prácticas, todavía tuviese el cuajo de personarse en la Complutense a impartir ¡lecciones de reputación empresarial!
La oposición tiene que espabilar. Sé que soy un iluso que vive en los mundos de Yupi, pero me habría gustado haber visto este martes una comparecencia conjunta y solemne de Feijóo y Abascal exigiendo la dimisión del presidente del Gobierno por engañar a sus compatriotas y porque la situación judicial de su mujer demanda que abandone el poder. Ya entiendo que estamos en campaña, que es pedir peras al olmo. Pero una alocución –correcta– de Cuca Gamarra y algún tuit por parte de Vox y algunas frases en un mitin no constituyen una respuesta a la altura de lo que supimos este martes, de lo que empezó a aflorar después de que El Debate se adelantase como el primer periódico que accedió al sumario tras el levantamiento de su secreto.
Ahora ya se puede y se debe decir con todo el énfasis: Sánchez, dimisión (como dijo Feijóo el domingo en la manifestación y debió haber repetido ayer compareciendo él mismo). No se puede ser amable con un proyecto de autócrata que salta todos los días a la cancha a jugar sucio y embarrar. Ni se puede confundir uno de enemigo, como están haciendo dos partidos que al final del día gobiernan juntos cuatro comunidades donde viven once millones de personas. No se distraigan: Begoña, corrupción; Sánchez, dimisión, por encubridor y mentiroso. Ese es el mensaje. De sol a sol.