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HorizonteRamón Pérez-Maura

No hay forma de cubrir tanta m...

A la aprobación de la Ley de Amnistía que tendrá lugar hoy, se ha llegado sin que se hable del gravísimo acto que va a tener lugar en el Congreso de los Diputados

Pedro Sánchez hace cualquier cosa por prolongar su estancia en la Moncloa. Y en este momento eso se vuelve cada vez más difícil porque hoy va a quedar demostrado que la única ley que ha sido capaz de sacar adelante con la inestable coalición de Gobierno con la que apenas cuenta es la Ley de Amnistía, cuya puesta en práctica todavía está por verse. La mayoría que sustenta el Ejecutivo ha sido agrupada por Sánchez con el único objetivo final de que él pueda seguir sentado en la Presidencia del Gobierno. Punto.

En ese escenario han aparecido numerosas complicaciones, pero principalmente una: los indicios de corrupción en torno a su familia. Tanto su mujer en la Universidad Complutense como su hermano en la Diputación de Badajoz tienen unos puestos de trabajo que han conseguido después de que Pedro Sánchez cambiara el colchón de la Moncloa. Es muy efectista decir que la UCO no le ha encontrado nada de nada a la mujer del presidente y que la vicepresidente segunda del Gobierno en la sesión de control mande al Partido Popular «¡A la mierda!». El problema es que intentar ponerse un flotador con el informe de la UCO se puede convertir en un lastre insuperable en el día y hora en que la misma UCO informa de que el que fuera secretario de organización del PSOE y ministro de Fomento, José Luis Ábalos, tenía conocimiento de los contratos de mascarillas por los que se investiga a su mano derecha, Koldo García.

Sánchez puede gritar a Núñez Feijóo que esto es sólo fango. Pero, a lo que se ve, el único que remueve fango es el propio Sánchez que se niega a contestar a las preguntas que le hace la oposición. Y tiene el valor de decir que el objetivo del supuesto fango que lanza el PP es para ocultar «los gobiernos de la vergüenza» con Vox. El verdadero problema de esos gobiernos es que han dejado a Sánchez y los suyos sin una inmensa cuota de poder. Y que son gobiernos que están constituyendo frenos y barreras de contención contra el involucionismo totalitario que intenta imponer Sánchez.

En medio de toda esta basura, Sánchez ha provocado artificialmente un enfrentamiento con el Estado de Israel utilizando una guerra para intentar evitar que se hable de su entorno familiar. Una guerra en la que nos ha puesto en el lado de los agresores y ha calificado al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, como de «extrema derecha» demostrando su total desconocimiento del escenario político israelí. Y ha provocado un enfrentamiento con Argentina que no tiene precedentes y que ayer mismo se tradujo en el cese de la embajadora en Buenos Aires, otra víctima de Sánchez. Ha conseguido, eso sí, que a la aprobación de la Ley de Amnistía que tendrá lugar hoy, se haya llegado sin que se hable del gravísimo acto que va a tener lugar en el Congreso de los Diputados.

Pero, como leyó Dante a las puertas del infierno, «Perded toda esperanza los que aquí entráis…» porque no hay forma de cubrir tanta mierda de la que habla la vicepresidenta Díaz.