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El astrolabioBieito Rubido

El interés personal de Sánchez

En condiciones normales, ni María Jesús Montero ni Albares, ese gigante de la petulancia, podrían haber llegado a ministros. Lo son gracias a una personalidad tan peregrina como la de Sánchez

Dejó dicho uno de los jurisconsultos españoles más brillantes del último medio siglo, Pedro Pérez-Llorca, en su día ministro de Asuntos Exteriores de Suárez, que el mundo se mueve por intereses personales. Las ambiciones individuales actúan como combustible de muchas biografías, pero esa santa ambición se convierte en ocasiones en codicia y las biografías se descarrilan por los excesos de avaricia. Creo que por ahí va el problema de Sánchez y su mujer. Nadie cuestiona que ella trabaje, faltaría más. Lo que nos preguntamos es si no podría hacerlo en cualquier otra actividad que no tuviese colisión con las responsabilidades de su marido. Siendo graves las acusaciones que van pesando sobre ella, todo se agrava con una defensa marrullera basada en la descalificación de los jueces, del sistema judicial, la manipulación de los fiscales, la negación del deber de la oposición a fiscalizar y el legítimo derecho de la ciudadanía a estar informada de todo lo que atañe a este caso a través de los medios de comunicación.

El intento de acallar a los jueces o descalificarlos, intentando insinuar extrañas intenciones electorales, quedó ayer bien respondido por el juez Peinado. El instructor de la causa de Begoña no encontró límite legal alguno que justifique el cuestionamiento a su actuación en medio de un proceso electoral. Claro que debe continuar con la instrucción del sumario. Que se lo pregunten a Garzón, experto en filtrar adecuadamente y con gran sentido de la oportunidad, y que inculpó a Bárcenas cuatro días antes de unas elecciones. En aquel momento el PSOE defendió la actuación de Baltasar Garzón, quien, andando el tiempo, por cierto, terminó inhabilitado por sus malas prácticas.

Los intereses personales es lo único que puede explicar, que no justificar, el comportamiento de Sánchez y muy especialmente de gran parte de los que lo rodean. En condiciones normales, ni María Jesús Montero ni Albares, ese gigante de la petulancia, podrían haber llegado a ministros. Lo son gracias a una personalidad tan peregrina como la de Sánchez. Solo la peripecia biográfica de cada uno, con sus expectativas y frustraciones, puede servirnos para comprender el desbarajuste político y social que ahora mismo vive nuestra nación. A ver con qué decisiones nos va a sorprender a partir del lunes próximo.