Sánchez pierde las elecciones, pero...
La situación de deterioro que vive España invitaba a un repaso como el que le ha dado Le Pen a Macron, sin embargo nuestra oposición se queda a medias
Sánchez es un flojo candidato electoral. Se suele olvidar que rubricó el peor resultado de la historia del PSOE, con 85 escaños, aunque también es cierto que logró okupar el poder con tan magro apoyo. Ha ganado algunos comicios, pero siempre lejos de las mayorías absolutas. Por el contrario, su rival, Feijóo, tiene un notable palmarés en las urnas: cuatro mayorías absolutas encadenadas en Galicia y desde que llegó a Madrid el PP ha ganado todas las elecciones a las que se ha presentado bajo su liderazgo.
Los resultados de las europeas repiten esos parámetros. Sánchez ha perdido las cuatro últimas elecciones en las que han podido votar todos los españoles (las autonómicas, municipales y generales de 2023 y las europeas de este domingo).
Sin embargo, el PSOE dirá que ha ganado los comicios. Y una vez que ese mensaje sea pertinentemente amplificado por su cañón televisivo, casi la mitad de la población, la que todavía vota a la izquierda, creerá que en efecto es así. Pero no: Sánchez ha vuelto a perder las elecciones, es importante remarcarlo. Nos gobierna un político al que el pueblo le niega su apoyo mayoritario cada vez que puede hablar libremente.
El PP ha subido la friolera de 14 puntos respecto a las europeas de 2019, el PSOE ha perdido 2,6 puntos y Vox ha aumentado un 3,4 %. Es decir, la derecha sube y la izquierda cae, porque Sumar equivale ahora electoralmente a la candidatura friki-antisistema del periodista amarillo Pérez y Podemos baja de 6 a 2 eurodiputados (suficiente para que Irene siga chupando de la política y lleve una opípara nómina a la dacha de Galapagar, porque si esperamos por los ingresos de la tasca de Iglesias Turrión…).
Pero señalado todo lo anterior, hay que seguir diciendo verdades: ganarle por solo dos eurodiputados de ventaja a Sánchez y cuatro puntos no es el resultado que debería haber logrado el PP frente a un presidente grogui, cercado por todo tipo de problemas y oprobios, al que no han sabido noquear (como sí ha hecho Le Pen con Macron en Francia, eso sí es tumbar a un mandatario en las urnas). Corrupción en la familia y en el partido, incompetencia –no hay ni presupuestos–, rasgos autocráticos crecientes y una deplorable Ley de Amnistía. Y con todo eso, el PSOE obtiene 5,2 millones de votos, frente a 5,9 del PP. Es una victoria corta. La deriva de Sánchez era acreedora de mayor castigo.
Todo cambia si se suma a PP y Vox, entonces la ventaja sobre el PSOE es de ocho escaños y 13,6 puntos. La fotografía se torna muy diferente.
¿Qué concluyo de todo esto? Voy a seguir diciéndoles mi verdad, aunque pueda ser perfectamente equivocada. Pues concluyo que la derecha tiene que unirse de algún modo, porque la división actual, digan lo que digan unos y otros, al final se llama más Sánchez. Concluyo también que mientras casi todas las televisiones sean de izquierdas, la derecha compite con un pie atado y lo tiene harto difícil. Y concluyo que a Génova ahora mismo le falta pegada, valentía –¿por qué no llevaron al Senado a Sánchez en víspera de las elecciones a explicar lo de su mujer? ¿Qué melindres son esos?– y vender una ilusión en positivo a los españoles y dar la batalla ideológica en serio. Si no hacen todo eso, pues seguirán ganando elecciones muy meritoriamente. Pero al final del día, Sánchez seguirá ahí, sentado en la sala de mandos, sin hacer nada de nada, más allá de romper poco a poco España, pero con el poder en su mano.
Sánchez ha sido derrotado, sí. Pero no vapuleado. Si no lo arrollan con todo el lodo que tiene encima, ¿cuándo lo van a lograr?