Chao, Yolanda, nos vemos en la pelu...
El paso atrás de Díaz en Sumar es otro síntoma más de la descomposición del sanchismo, que exige elecciones generales ya
Situar a la azucarada Yolanda Díaz en la primerísima línea de la política española era algo así como poner a Bustamante a sustituir a Leo Nucci en Rigoletto. Pocos personajes más sobrevalorados que esta abogada laboralista de 53 años.
En Galicia no rascaba pelota como líder de IU. Ni siquiera lograba entrar en el Parlamento regional. Pero fue trepando merced a una cadena de traiciones. La suya es una de las sonrisas más letales del mercado político. Su primera víctima fue el estrambótico patriarca nacionalista Beiras. Una vez que dio el salto a Madrid, pintó su pelo negro con mechas rubias, cambió la palestina por un florido e inagotable guardarropa y se la metió doblada a los hacendados de Galapagar.
Iglesias Turrión e Irene se dejaron engañar como pánfilos por las sonrisas forzadas y los manoseos pegajosos del falso cariño de Yolanda. Las zalamerías le funcionaron, hasta el extremo de que cuando a Pablete se le desbordó su connatural gandulería y abandonó sus cargos, acabó eligiendo a dedazo a Yolanda (que por su puesto no tuvo problema alguno en aceptar tan rancia y machistoide designación digital).
Yolanda agradeció la ingenua confianza de Podemos montando su propio partido, Sumar. Dejó así tirados como colillas a aquellos podemitas a los que había utilizado como trampolín, hasta el extremo de expulsar de las listas electorales a la señora de su benefactor, Iglesias Turrión.
Pero Sumar jamás ha sumado, porque Yolanda era y es un globo de gas. Su única aportación memorable a la política española consiste en que ha manipulado los datos de paro con el truco semántico de los fijos discontinuos.
Ahora se da de baja como jefa de Sumar, un partido inventado por ella a la medida de su ombligo. Y lo hace mostrando una vez más su hipocresía, con una comparecencia sin preguntas, ella que tanto clamó contra «el plasma», y dimitiendo a medias, porque conserva la vicepresidencia, con su sueldo de 85.000 euros, berlina oficial, sus escoltas y una dacha del Estado de 445 metros cuadrados a su servicio.
En realidad se le está acabando el chollo. Está ya de salida. Chao, Yolanda, nos vemos en la pelu… Y también debería estar de salida Sánchez. Sumar es el partido que conforma con el PSOE la coalición de Gobierno y además es la marca personal de Yolanda, creada por ella a su mayor gloria. Por lo tanto, con su dimisión el partido socio de Sánchez se queda cojo y pierde todo sentido. Además, la renuncia de Díaz en Sumar debería llevar aparejado su cese como vicepresidenta.
Por lo tanto, nos gobierna una coalición inoperante y que se está resquebrajando ante nuestros ojos, lo que se une al hecho de que Sánchez ha perdido las autonómicas, las municipales, las generales y las europeas. Todo un recital. Las cuatro últimas veces que los españoles han podido opinar sobre él, no le han dado el triunfo jamás. Como guinda, ha reventado este lunes por todo lo alto la milonga de que gracias a sus cesiones los separatistas iban a volver al redil de la cordura. Ayer mismo se sacaron la careta en el Parlamento catalán mostrando lo ridículo de la política de «desinflamación». Ocurre como en la parábola de la rana y el escorpión: romper España está en su naturaleza, no van a cambiar. Y lo triste es que Sánchez también lo sabe, siempre lo ha sabido.
¿Conclusión? Estamos gobernados por un pacto cojo, rechazado en las urnas por los españoles cada vez que pueden elegir y cercado por la corrupción. Pero no tiene la dignidad de abrir las urnas, como sí ha hecho Macron, no vaya a ser que un Gobierno de signo distinto destape la verdad de las cuentas públicas, o que a un nuevo fiscal general le dé por proceder contra los abusos del sanchismo (por ejemplo: ¿no es delito lo que hace Tezanos, prevaricar con el dinero público a las órdenes de su jefe para trucar sistemáticamente sondeos a su favor?).
Elecciones generales, ya, por favor. Devuelva la pelota a los españoles. El tinglado radical que ha montado no da más de sí.