Cuerpo a tierra: medidas autoritarias
El plan de control de jueces y periodistas molestos para la izquierda que ha pregonado en el Congreso y en TVE supondría destrozar la democracia
En las últimas semanas he tenido ocasión de charlar con dos sagaces observadores foráneos, ambos grandes admiradores de España. Uno de ellos es un historiador londinense, buen amigo, de memorables conversaciones pinta en mano, que ha escrito libros encomiásticos sobre nuestro país. El otro era un periodista de formación oxoniense, afincado en Nueva York y que firma en un prestigioso periódico de alcance planetario.
En ambas ocasiones, cuando salió a colación la situación política española les expresé mi preocupación. Les dije que aquí el presidente está dando pasos que erosionan la democracia. Percibí una nota de escepticismo en sus rostros ante tal apreciación. Pero cuando les fui detallando las andanzas de Sánchez, pasaron de la incredulidad al asombro y finalmente, a la lástima. A la vista de los hechos, ambos concluyeron que la democracia española, que ellos creían firmemente consolidada, peligra por una deriva autoritaria.
¿Y qué les conté? Pues lo que ustedes conocen. Les conté cómo se fraguó la Ley de Amnistía, al dictado de quién y contra la opinión de los jueces y del 70 % de los españoles. Les conté que la mujer del propio presidente está encausada por un presunto delito de corrupción y tráfico de influencias (y ahora la Justicia ya se ocupa también del hermano del mandatario). Les conté que el partido que gobierna está en los tribunales por mordidas con las mascarillas de la pandemia y que ha tenido que expulsar a un exministro que había sido el hombre fuerte del actual presidente. Les conté que la televisión pública que nos obligan a pagar a todos es un panfleto del partido del Gobierno y que el instituto estatal de sondeos, que también sostenemos con nuestros impuestos, publica por sistema encuestas manipuladas para favorecer a la formación del presidente.
Tras esa breve enumeración, notaba que la actitud de mis interlocutores iba cambiando. Así que también les conté que cuando supo que su mujer estaba encausada, el presidente montó un show populista, con una «carta a la ciudadanía» donde anunciaba que se retiraba cinco días a meditar si seguía o no, y con su partido organizando un sarao de aclamación al líder supremo con coros de «¡Pedro no te vayas!». Todo resultó ser una patochada, con declaraciones cursis de amor conyugal incluidas, que le sirvió para atornillarse todavía más al poder. Aquí los ingleses pasaron ya de una atención educada al puro asombro ante tan exótico folclore.
Continué con el relato. Les conté que tras volver de su meditación simulada, en la que incluso manipuló al Rey para dar realce al espectáculo, el presidente anunció en su televisión pública que en venganza por la situación judicial de su mujer lanzaría un paquete de medidas para atar en corto a los jueces y a la prensa crítica. Y aquí los ingleses ya empezaron a flipar. Uno de ellos incluso me preguntó: «¿Y cómo es que fuera de España no sabemos nada de todo eso?». En aquel momento no supe qué responder. Pensándolo ahora, creo que en buena medida se debe a una fofa labor de la oposición a la hora de explicar el problema en el extranjero.
«Tenéis un problema político muy serio. Vuestra democracia está en peligro», fue el dictamen compartido de ambos observadores, dos personas templadas, poco proclives a los aspavientos tremendistas.
Este miércoles, Sánchez ha dado el gran salto con el que pasa de proyecto de autócrata a puro autócrata. Ocurrió en sede parlamentaria y en una respuesta a Rufián. El portavoz de ERC, que siempre honra su apellido, le propuso una batería de medidas represivas: asaltar el CGPJ a la brava cambiando a sus miembros al dictado de la mayoría gubernamental; castigar sin contratos públicos «a las empresas que colaboran con la máquina del fango» –¿y quién decide cuáles son?, ¿Rufián y Sánchez?– y durísimas multas a los medios que difundan «bulos» (¿y quién decide que es bulo?, ¿Sánchez y Rufián?).
¿Cuál fue la respuesta de Sánchez ante semejante disparate bolivariano? Pues le dijo a Rufián que esté tranquilo, que de aquí a que acabe el verano presentará lo que llamó «un paquete de medidas de calidad democrática» para meter en cintura a los jueces y a los medios críticos.
Es decir: el presidente del Gobierno de España anunció ayer en el Parlamento, y remachó a continuación en una entrevista besamanos con su empleada Intxaurrondo en TVE, que en breve legislará para asaltar el Poder Judicial de manera inconstitucional, dejándolo sin funciones, y que además tomará medidas drásticas para limitar la libertad de prensa. Lo hace además un mandatario que ha perdido las últimas cuatro elecciones en las que pudieron votar todos los españoles, que carece por tanto de un apoyo mayoritario de su pueblo. Y fiel al manual del perfecto sátrapa, ha envuelto las medidas represivas en un eufemismo orwelliano (fomentar la «calidad democrática»), que quiere decir exactamente lo contrario: cepillarse la democracia.
Un recado a nuestros estimados compatriotas a los que todo esto les resbala: sigan con las cañitas, el TikTok, el finde, el Netflix y votando contra «la derecha y la ultraderecha», que una buena mañana se despertarán y descubrirán que a su libertad le han dado una dentellada. Y entonces tal vez será ya demasiado tarde.