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Cosas que pasanAlfonso Ussía

La pictórica

En vista de ello, la «presidenta» del Gobierno, según el incisivo Titán de Portugalete, Pachi López, ha recuperado su fundamental afición, la pintura

Si las actividades de una mujer menguan por imperativos judiciales, el tiempo libre pesa en exceso. Cuando Margaret Thatcher dejó de ser la primera ministra del Reino Unido, «los días se convirtieron en semanas, y las semanas en meses». Creo que fue Pierre Daninos, el gran escritor de humor francés, el que sentenció: «He pasado un año en Londres. Un domingo». Cuando una mujer activa y ocupada se enfrenta a la necesidad de la discreción pública, tiene que llenar las horas con sus aficiones para no envejecer de aburrimiento. Más aún, cuando apenas abandona su reducto palaciego y discute con su marido por minucias. Aquellos corazones que latían al unísono han dejado de bombear al mismo tiempo, y sus sístoles y diástoles se han independizado en su totalidad. En vista de ello, la «presidenta» del Gobierno, según el incisivo Titán de Portugalete, Pachi López, ha recuperado su fundamental afición, la pintura. Pero no como pintora, sino en su papel analítico, crítico y artístico. Y de ello, debemos sentirnos orgullosos todos los españoles, incluidos la señora Chivite, el fiscal general a un paso de ser reclamado por el Supremo, y el presidente del Tribunal Constitucional que rompe y rasga cada día diez páginas de la Constitución. Y Penélope Cruz, que se me olvidaba.

El presidente de Turquía, don Recep Tayyip Erdogan ha visitado España en compañía de su esposa y primera dama –en este caso, correcto– de la nación otomana, doña Emine. Y doña Emine, ha solicitado visitar el Museo del Prado. No las salas de Velázquez, o de Goya, o del Bosco, sino la totalidad de la considerada mejor pinacoteca del mundo.

Y a pie, no con patinete. Y se ha hecho acompañar por la mejor anfitriona, doña Begoña Gómez, eximia analista e intérprete de la pintura universal.

Más o menos, como Miss Murcia. En la única ocasión que formé parte del jurado de Miss España, en compañía de Antonio Mingote y bajo la presidencia de Luis María Ansón, Miss Murcia reconoció ante la mesa del jurado que su gran afición era la pintura. Mingote, como experto, le preguntó en quién se inspiraba para pintar sus cuadros, y ella respondió sin titubeos y con edificante modestia. «Yo pinto como Velázquez pero con muchísimos más colores». Una respuesta grandiosa.

No sabíamos los españoles que nuestra doña Begoña era tan pictórica. Recibió a doña Emine vestida de blanco, de un blanco Zurbarán, blanco de inocencia, blanco de pureza, blanco de incorrupción y doncellez. Y a gran velocidad, porque no tenían tiempo, recorrieron todas las salas del Prado, como era deseo de doña Emine, para finalizar la visita en Las Meninas de Velázquez, ante la que se hicieron la foto. No fue necesario el asesoramiento ni las explicaciones de un experto, porque pasaron ante los cuadros a gran velocidad. Pero sí mereció algunas palabras la obra maestra velazqueña, Las Meninas. Doña Emine, después de recuperar el ritmo respiratorio, comentó que «Velázquez no pintaba nada mal», y doña Begoña, se mostró completamente de acuerdo. «A mí, Velázquez me ha gustado desde que era niña». Un inolvidable encuentro cultural con una encantadora evocación de la niñez.

Y sin perder la sonrisa, a pesar del atosigante futuro judicial que le aguarda si su esposo no lo remedia con un Decreto-Ley, doña Emine, no sonrió. Las mujeres mahometanas son, en exceso, inexpresivas. Agradecen poco los esfuerzos que se hacen por ellas. Pero pelillos a la mar, que no es bueno incordiar demasiado.

Se me antojó formidable la decisión de doña Begoña de recuperar sus conocimientos pictóricos, aunque fuera a excesiva velocidad, en momentos de tribulación y posible mudanza. Hay que llenar las horas vacías, que se hacen interminables.

Esta mujer vale mucho