¿Huele a elecciones?
El acuerdo del CGPJ es bastante mejor de lo que cabría esperar con Sánchez y el hecho de que aparque a separatistas y comunistas huele a comicios anticipados
La vida está llena de situaciones en las que toca elegir entre lo malo y lo peor. Una de esas patatas calientes le había tocado a Feijóo con la renovación del Consejo del Poder Judicial, que estaba pendiente desde hacía cinco años. Tenía dos opciones: buscar algún tipo de acuerdo con el PSOE sanchista, lo cual a priori es algo similar a lanzarse a nadar en un tanque de pirañas; o arriesgarse a que Sánchez cumpliese su amenaza y asaltase el CGPJ a la brava, mediante una drástica reforma de la ley orgánica apoyándose en su mayoría con comunistas y separatistas.
Varias preguntas revoloteaban sobre Génova y la moqueta política española: ¿Se puede negociar algo con un presidente embarcado en una clara deriva autocrática? ¿Cabe acordar la renovación del CGPJ con quienes ahora mismo están utilizando su mayoría izquierdista en el Tribunal Constitucional para acometer lo que supone de hecho la amnistía del escandaloso caso ERE? ¿Es Sánchez capaz de aceptar una renovación del Consejo que no suponga su control absoluto del mismo? ¿Se puede negociar algo con el sanchismo sin toparse con trampas y cartas marcadas?
Vista la trayectoria del personaje, reconozco que jamás pensé que Sánchez aceptaría un acuerdo que no pasase por su control absoluto del CGPJ (y por añadidura, del Supremo). Pero sorprendentemente así ha sido. PP y PSOE tendrán diez vocales cada uno en el Consejo, dejando fuera a comunistas y separatistas; los nombramientos se harán por mayoría de tres quintos y por primera vez no habrá políticos en el CGPJ. Además existe un compromiso de reformar la ley para avanzar hacia la despolitización (al menos eso dice el PP; aunque Bolaños, no tanto). El acuerdo ha merecido la inmediata condena de Podemos (acusa al PSOE de «rendirse ante la derecha»), de ERC (Rufián lamenta que Sánchez ha pasado «de denunciar el fango del PP a pactar con él») y de Vox (Abascal cree que los dos partidos «son lo mismo» y que estamos ante «una traición del PP»).
La realidad es que el acuerdo es inesperadamente bueno para el primer partido de la oposición. Lo cuál lleva a hacerse una pregunta: ¿Por qué ha cedido Sánchez, un mandatario de querencia despótica que mangonea a su antojo la Fiscalía General y el TC? ¿Por qué ha renunciado a asaltar el Consejo directamente, tal y como amenazó en su duro ultimátum del pasado día 12? Aquí entramos en el terreno de las cábalas. Mi teoría de politólogo amateur de cafetería es doble: por una parte habría acusado la presión de Bruselas; y por otra, ha querido adoptar el disfraz de moderado porque esto empieza a oler a elecciones anticipadas, que podrían incluso coincidir con las catalanas si hay repetición allí.
Con el acuerdo con el PP, Sánchez desaira a la mayoría con que se mantiene en el poder desde 2018 (y ahora sin haber ganado siquiera las elecciones). ¿Por qué asumir ese riesgo? Pues porque sabe que en realidad es un zombi. A pesar del barniz de propaganda, es consciente de que su Gobierno avanza como un autómata maniatado. Es sabedor de que la legislatura se ha tornado imposible, y más con las dudas en lo referente a la gobernabilidad de Cataluña.
¿Cuál puede ser su jugada? Pues adelantar las elecciones utilizando en campaña tres argumentos: al calor de los últimos datos del PIB, alardearía de que la economía va «como un cohete»; se presentaría además como un moderado, capaz de cerrar acuerdos a izquierda y derecha; y por último, saltaría a la palestra electoral esgrimiendo el lema de que él es la única alternativa para frenar a una «derecha y ultraderecha» que ahora ha adoptado ya la forma de una serpiente de tres cabezas: PP, Vox y Alvise (al que promocionará todo lo que pueda para dividir el voto, lo cual penalizaría a la alternativa diestra, como le sucedía en la etapa de Ciudadanos).
Al final del día caben dos interpretaciones: 1.- El PP se ha rendido a Sánchez y demuestra que su partido y el PSOE «vienen a ser lo mismo» 2.- El PP ha evitado el mal mayor, que Sánchez tomase a la brava el CGPJ y asaltase acto seguido el Supremo.
Entiendo la primera postura, pero estoy más bien en la segunda. El acuerdo perfecto no existe, y el alcanzado en Bruselas es el menos malo de los posibles cuando te estás jugando los cuartos con un tahúr de alto peligro.