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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Indolencia

Es el mundo todavía libre el que va a depender de Trump o Biden, y esa evidencia resulta aterradora

La población de los Estados Unidos de América supera los 334 millones de habitantes. Y entre 334 millones de habitantes, los estadounidenses, divididos entre demócratas y republicanos, sólo tienen dos pretendientes a presidirlos. Creo que, en este caso, los americanos han demostrado su indolencia. Biden o Trump. Entre 334 millones de personas, sólo pueden ser presidentes de los Estados Unidos Biden y Trump, o Trump y Biden. Trump es como un elefante paseando por una cacharrería, y Biden, un atontado. Y de ellos depende el futuro de 334 millones de mujeres y hombres entusiastas y enfrentados que en noviembre van a elegir ser presididos por un elefante con extrañas reacciones y un tontito desorientado. Lo malo es que el mundo libre, lo que entendemos por Occidente, también depende de ellos. Los Estados Unidos, nos guste o no, son el imperio. Una Roma a su manera. El presidente de los Estados Unidos es el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas más poderosas del mundo. Y siempre se han mostrado generosos cuando se ha tratado de defender con las armas los valores, las creencias, el humanismo cristiano, y las libertades de los Estados democráticos sin comillas. En el norte de Francia hay más americanos enterrados que franceses. Si los japoneses no hubieran cometido el error traicionero de atacar Pearl Harbour, entre Hitler y Stalin se habrían repartido el mundo. Se trata de casos extremos. Israel es la frontera de Occidente con la Edad Media, frontera heroica, pero siempre apoyada por los Estados Unidos. Un error del inquilino de la Casa Blanca afecta lo mismo a un holandés, que a un alemán, que a un ucraniano y que a un español, que a un votante de Carolina del Norte, de Nevada o de California. Es el mundo todavía libre el que va a depender de Trump o Biden, y esa evidencia resulta aterradora.

En España, como en Francia o en Italia, sólo nos preocupa el futuro de nuestras casas. Aquí tenemos 47 millones de habitantes, sumados los invasores, y como en los Estados Unidos, con sólo dos posibles presidentes del Gobierno. En los momentos actuales, Sánchez o Feijóo. No estamos mejor que los Estados Unidos, pero de ganar uno u otro, el mundo libre seguirá igual, porque ni uno ni otro valen un pimiento, ni influyen en el equilibrio de la política internacional. Por supuesto que prefiero a Feijóo que a Sánchez, cuyo resentimiento social le ha empujado a situarse en los principios del siglo XX. Sánchez no ha ganado jamás unas elecciones, y de hacerlo, ha necesitado el apoyo de los que consideran que la existencia de España ha llegado a su fin. Feijóo tiene a su derecha a un partido nacido de la decepción. Y a su izquierda, al comunismo, el socialismo, el separatismo, el terrorismo y la imbecilidad. Pero tampoco me alivia saber que, entre 47 millones de españoles, sólo tienen probabilidades de gobernar en España Sánchez o Feijóo. O indolencia de los españoles o acatamiento sumiso ante una realidad devastadora. La Unión Europea, una imitación sin éxito de los Estados Unidos, es un caro fracaso. Todo son pactos y acuerdos de profesionales de la política que no pueden vivir ni enriquecerse de otra manera. En los Estados Unidos, la política es más infantil, menos corrupta, pero sólo alcanzan la cima de las posibilidades dos americanos. Y resulta que esos dos americanos son Biden o Trump, Trump o Biden. Y claro, el futuro de la libertad, la prosperidad y los Derechos Humanos es incierto. El mundo libre, al que pertenece España todavía, está en guerra con el Medievo teocrático. Y no nos hemos apercibido de ello. Es más, aceptamos con alegría la invasión de nuestros enemigos, que ya se han apoderado de las calles de Europa. En una situación límite, los Estados Unidos reaccionarían con su fuerza y su diplomacia a favor de sus aliados, pero tendrán que ser Trump o Biden los líderes de esa reacción.

Y no lo veo claro. Soy pesimista. Entre 335 millones de norteamericanos –estadounidenses–, no han encontrado a nadie mejor que a un desbocado y a un tonto gagá.

Y la Edad Media se dispone a aprovechar el vacío.

Lo nuestro es otra cosa.