Tornasolada Marine
Puedo asegurar que Marine Le Pen es de todo menos azul, quizás tornasolada, difícil de apresar al analizar sus sentimientos, rara vez los muestra, y aunque muchos lo nieguen, no exenta de ambigüedades. ¿Peligrosa? Pues como cualquier político
A la hora en la que escribo estas palabras todavía ni siquiera se atisba lo que sucederá en las legislativas francesas, sin embargo, a las doce del día el alto nivel de participación ya es evidente… Preferiría, sin embargo, darles mi impresión acerca de Marine Le Pen, a la que algunos le endilgan un color, el azul intenso, casi eléctrico, quizás debido al significado licuado de su nombre y a una tendencia de dignificarla de antemano, como si todo lo marino debiera interpretarse de un azul enérgico y majestuoso, royal.
Marine Le Pen lleva en la escena política desde los catorce años, cuando su padre lideraba el partido llamado Front National. Desde entonces la recuerdo como la más apegada de las hijas a la figura paterna, y también la más angelical de las hermanas, la más tímida.
Puedo además evocar cuando sus padres se divorciaron, y la madre decidió vender unas fotos coquines a una de esas revistas del corazón francesas, ¿o fue en Playboy? Subrayo que Playboy en Francia siempre ha sido considerada de culto. ¡Oh, sí, fue en Playboy! Y Pierrette, la madre de las Le Pen, decidió vengarse del marido al posar desnuda, sólo con un diminuto delantalito de femme de ménage (señora del servicio). ¿Fue realmente una venganza? A estas alturas a quién le importa, pero se comentó en la época eso de que Marine no pudo dejar de exclamar al ver las fotos: «¡Lo muestra todo!».
Su respuesta no la definió entonces políticamente ni lo hace ahora. Sólo era una adolescente, tal vez dolida y decepcionada, y ahora es toda una mujer, que después de hacer estudios de Derecho y trabajar como abogada, de ser esposa y madre, divorciada a su turno, decidió acometer la dirección del padre; primero acompañándolo, luego formaron equipo juntos, para terminar separados y se dijo que disgustados, rigiéndose a sí misma; y quién sabe si en el sentido figurado «matando» para siempre la aplastante figura paterna.
Puedo asegurar que Marine Le Pen es de todo menos azul, quizás tornasolada, difícil de apresar al analizar sus sentimientos, rara vez los muestra, y aunque muchos lo nieguen, no exenta de ambigüedades. ¿Peligrosa? Pues como cualquier político, aunque seguramente al no ser todavía probada, menos expuesta comparada con los que ya hemos probado y que nos han repugnado.
¿Firme en sus posiciones? Sin duda alguna, es lo que la ha conducido hasta una mayoría indiscutible, pasando por todo y de todo. Todavía hay más que eso. Marine Le Pen es una maquinaria de tácticas y una estratega, ¿por qué creen que se ha bailado al más pinto siendo solamente paciente y transparente, además de tener un objetivo: gobernar Francia para recuperarla para los franceses? No es buena en economía, es la crítica más repetida, pero quiénes de los anteriores, incluido el presidente actual, han sabido arreglar la economía gala, sobre todo ahora que se han degradado las dobles A por las agencias de notaciones.
Confieso que no siento simpatía por el personaje, no aprecio el tono de su voz, ni su manera de tratar, además de su frialdad con relación a Cuba –ya lo sé, no es Francia–, y sin embargo admiro la entereza de la mujer y la devoción que demuestra por sus ideas, inclusive si no estoy de acuerdo con algunas de ellas. Sin embargo, la vida y el destino, –ay, Vasili Grossman– me ha enseñado que la consecuencia en política no es sólo de respetar, es de estudiar para poder responder a su debido tiempo con igualdad de eficacia y prontitud.
Cada uno de los políticos que la han precedido la han mantenido a raya, despreciativos, en algunos pocos casos indulgentes, pero siempre vengativos. Ella sólo ha sido consecuente y de ninguna forma evasiva.
¿Sería Marine Le Pen la Donald Trump de Francia? Definitivamente no, añado que esa manía de comparar en cada parcela de la vida, pero sobre todo en política, no sólo no conlleva más que a confusiones, no sirve para nada. Francia está muy lejos de parecerse a Estados Unidos, es lo primero que hay que tener claro. Si en algo se aproximarían en rasgos del carácter el presidente y nuevamente candidato norteamericano a la líder francesa y europea, es que conocen a fondo su país, que comparten ambos una nueva visión de la conducción y gobierno, que oleadas de votantes jóvenes se involucran sin complejos con ellos, generaciones que no desean ser doblegados desde el totalitarismo islamo-izquierdoso, porque que saben que se trata de un nuevo totalitarismo; porque los respetan desde otros ángulos exentos de vicios y manipulaciones, sobre todo a ella, que ha sabido recoger cordel cuando la soga se le ha subido al cuello.
Seré criticada por este texto, probablemente otras puertas se sumen a mi cierre y censura. No importa. Estoy habituada: antes se me cerraban por Cuba, más tarde por España, por ambos países, y ahora se le sumará Francia, donde ya me clausuraron puertas por los dos anteriores. Mantengo mi posición: sólo verdad y humanismo. Lean Vida y Destino de Vasili Grossman (remito al artículo de María Serrano en este periódico), no hay mayor lección en palabras de su autor: «Si se hace infinitamente duro leer esto, el lector debe creerme que también es infinitamente difícil escribirlo. Alguien puede preguntar: ¿y por qué escribir de esto, por qué recordarlo? Es el deber del escritor contar esa terrible verdad y el deber civil del lector es conocerla. Quien mirara hacia otro lado, quien cerrara los ojos sin querer saber nada, insultará la memoria de los muertos».