Adiós a Cataluña
Al separatismo, como a cualquier otro proyecto delictivo, se le puede ahogar por la pasta. Si encima se la entregas, despídete
En contra de lo que suelen decir sus aduladores televisivos, Pedro Sánchez es en lo esencial un hombre bastante predecible. En noviembre concedió por escrito a ERC una amnistía y una fiscalidad propia. La primera está aprobada y la segunda está al caer. Caminamos pues con paso firme hacia la independencia de facto de Cataluña, algo que acentuaría aún más las diferencias entre regiones. Cualquier vestigio de solidaridad interterritorial queda definitivamente desterrado. No es una maniobra noble, tampoco de izquierdas. Pero si permite a Sánchez seguir jugando a los presidentes, hágase.
Cataluña tiene a día de hoy un idioma propio, policía propia, Cercanías transferidos y una Educación en la que se arrincona al español en las aulas, desoyendo las resoluciones judiciales. Y ahora le van a conceder una caja propia a cambio, dicen, de la investidura de Salvador Illa.
Hay que reconocerle a Sánchez que vaya a pagar con la misma promesa dos negociaciones (la suya de otoño y esta de ahora) pero lo que va a conseguir es que el referéndum que prometió a Junts y ERC sea casi lo de menos. Teniendo todo lo que tienen, votar una separación de España sería un acto casi folclórico, una frikada como las anteriores. Manejando la caja, la Educación y las fronteras (pues así se lo firmó también a Junts) la independencia es prácticamente material. Al separatismo, como a cualquier otro proyecto delictivo, se le puede ahogar por la pasta, y si encima se la entregas, olvídate. Puede que nunca se dé una ruptura definitiva porque estamos en Europa y todo lo que quieran, pero Cataluña pasará a ser una especie de Estado asociado donde todo ese dinero no irá ni a médicos ni profesores, sino a seguir sembrando el odio entre vecinos.
¿Qué es lo peor de todo? Aparte de que extremeños, murcianos o manchegos lo tendrían hoy peor que ayer, es que toda esta opereta obedece a una de las pulsiones más condenables del ser humano: el apego al poder. Pese al ofrecimiento, no es descartable que Sánchez haga coincidir las elecciones generales con una eventual repetición en Cataluña para garantizarse cierta movilización allí donde salvó los muebles el pasado 23 de julio. Si a mayores le sumas el blanqueamiento de los ERE de Andalucía (para volver a conectar con la comunidad que dominó durante 40 años), las regularizaciones masivas, las 40.000 plazas de empleo público anunciadas y el voto joven seducido a fuerza de bonobuses para el verano, ¿qué le impide a Sánchez volver a tirar los dados? Seguramente las encuestas. Pero mientras todos miran, la maquinaria no descansa.