Fundado en 1910
Cosas que pasanAlfonso Ussía

Impulsos

En el tramo cantábrico del mar de los vascos, viven muchos españoles que no ocultan su amor a España, y otros tantos que lo esconden para sobrevivir sin contratiempos

Así, disimulando, centenares de personas paseaban por Guetaria con la mirada fija en la mar. Por fin, se avistó el blanco del bergantín-goleta, y su velamen desplegado desde sus cuatro mástiles, el Blanca, el Almansa, el Asturias y el Nautilus. Nada más lógico que el buque-escuela de la Armada española, el «Juan Sebastián de Elcano», rinda visita a la cuna del gran navegante vasco que da el nombre al embajador de España de los mares y los océanos que en cuatro años cumplirá un siglo de vida. Y se oyó un cerrado aplauso, que silenció los gritos proetarras de un grupo de imbéciles y miserables que no consideraban oportuna la visita. En aquella ocasión, como en otras, el alcalde de Guetaria, del PNV, se sumó a la bienvenida al «Juan Sebastián de Elcano», que ahora por allí se denomina «Elkano», paleta gilipollez autonómica. Y el comandante del barco concedió permiso para desembarcar a todos los guardiamarinas y marineros libres de servicio, que lo hicieron luciendo sus uniformes. «En muchos bares fueron invitados y no les dejaron pagar las consumiciones». Eso, los impulsos del ayer que triunfan sobre los miedos y los recelos de hoy. Como en Pasajes, cuando la fragata «Blas de Lezo», ante la sorpresa de los pasaitarras, cumpliendo una maniobra perfecta a pesar de su eslora de casi 150 metros, hizo su entrada en el puerto. Había recibido en Guecho, en un acto organizado por el Real Club Marítimo-Real Sporting Club de Las Arenas, la entrega de la Bandera de Combate. Y de Guecho navegó hasta el puerto guipuzcoano de Pasajes, cuna de Blas de Lezo Olavarrieta, el gran marino español tuerto, manco y cojo, el 'Medio hombre' –¡si llega a estar entero!..–, defensor de Cartagena de Indias y vencedor contra la poderosísima escuadra inglesa al mando del Almirante Vernon. Y en Pasajes, en los tres Pasajes, el de San Pedro, el de San Juan y el Pasajes Ancho, la fragata fue recibida con el aplauso de los justos y los berridos de la manada, que también fueron callados y despreciados por las ovaciones de una abrumadora mayoría de vecinos.

La alcaldesa actual de Guecho se opuso, con delirantes argumentos y simplezas ridículas, a la visita que tres buques de la Armada rindieron a la localidad costera vizcaína en los últimos días. El buque insignia de nuestra Armada, el portaeronaves «Juan Carlos I», la fragata «Blas de Lezo» y el buque de salto anfibio «Galicia». La alcaldesa de la ultraderecha racista vasca, Amaya Aguirre Muñoa, nieta del primer lendakari –sin h intercalada–, José Antonio Aguirre, se declaró indignada por la visita de estos tres barcos de nuestra Armada, que es también la suya, aunque todavía no se haya dado cuenta. Y pidió que la ciudadanía boicoteara la presencia de nuestros –y también suyos–, buques, según ella, invasores. Durante las pocas horas que estuvieron atracados en Guecho, libremente, llevados de sus impulsos, más de 15.000 vecinos del municipio, que abarca Las Arenas, Neguri, Algorta y Romo entre otras pedanías, hicieron kilométricas colas esperando su turno para visitar sus buques de la Armada, de la que son propietarios como el resto de los españoles. Horas y horas aguardando el momento de embarcar y ser recibidos por los comandantes de los tres buques y los oficiales y suboficiales encargados de guiarlos en su visita. Eso, los impulsos de los sentimientos prohibidos que de cuando en cuando, se liberan. A la pobre mujer le salió el tiro por la culata con sus tonterías supremacistas y sus mentiras históricas. La ignorancia y la necedad reunidas.

En el tramo cantábrico del mar de los vascos, viven muchos españoles que no ocultan su amor a España, y otros tantos que lo esconden para sobrevivir sin contratiempos. Y cuando llega la ocasión, los impulsos vencen a las prudencias, y se manifiestan.

Como aquel impulso de la nonagenaria de Neguri, que paseaba en soledad ayudada por su bastón, y se adornaba con un alfiler con los colores de la bandera de todos. Y se topó con un grupo de educados mamones que se mostraron valientes y educados con la anciana señora. –Oye tú, si no te quitas ese imperdible que llevas con la española, te lo quitamos nosotros y te lo metemos por el culo–.

-Imposible, hijos. No me cabría. Lo tengo lleno de «ikurriñas».

Y siguió, divertida, con su paseo.

Maravillosos impulsos